te habia visitado despues de que te dieran aquella punalada, y que venia escoltada por uno de los caballeros de la reina.

Justino mascullo entre dientes un juramento y Aldith le apreto el brazo en un gesto de simpatia y le tranquilizo diciendo:

– No te debe sorprender. A la gente le gusta hacer comentarios, sobre todo de temas sexuales. Y en esa Gracechurch Street van a hablar siempre de ti, por aquello de que estas al servicio de la reina.

Se habian parado en un estrecho sendero que iba alrededor de las tumbas y Aldith levanto la mano para protegerse del reflejo del sol, mirando al mismo tiempo con curiosidad el rostro de Justino.

– Yo no pretendo saber lo que paso entre vosotros o que ha ido mal en vuestra relacion, pero si creo que estas aun sufriendo. ?Puede servirte de ayuda el hablar de ello y oir el punto de vista de otra mujer?

– ?No! -dijo, con una brusquedad de la que se arrepintio en el acto-. Se que tus intenciones son buenas, Aldith, pero no puedes hacer nada. Todo ha terminado.

– ?Estas seguro, Justino? Hay pocas brechas que no se pueden cerrar.

– ?No lo comprendes? Esto fue mas que una pelea de enamorados. Esto implicaba una traicion.

– Lo comprendo -dijo Aldith-, pero ?era imperdonable?

– Si – contesto Justino-, lo era.

Continuaron caminando por el sendero en silencio durante un rato. Despues de mirarle varias veces de reojo, Aldith dijo, con cierta vacilacion:

– Cuando dijiste que la traicion era imperdonable, lo que querias decir era que tenias que tomar una decision: perdonarla o no.

Justino sonrio sin amargura, porque Aldith habia dicho una verdad mas profunda que lo que ella creia. Era cierto que se habia enfrentado con una decision.

– Supongo que si -dijo laconicamente.

– Se que me estoy metiendo en camisa de once varas -replico ella-, y despues de esto, te prometo que no te volvere a decir nada mas. Pero me parece que lo ocurrido te esta atormentando todavia.

– Supongo que si -respondio el otra vez, muy a su pesar.

– Podria ser entonces -sugirio Aldith- que hubieras tomado una decision equivocada.

Al ver que el no contestaba, Aldith se conformo con dejar de hablar del asunto, con la esperanza de haber sembrado la semilla, una semilla que floreceria en forma de reconciliacion. Cogiendole de nuevo del brazo, dijo:

– Vamos a gastar tu dinero. Creo que debes comprarle a Nell un espejo, y unas cintas para el pelo para su hijita. Se donde puedes encontrar un espejo de laton brunido a un precio razonable. Despues de esto, ?te importa que nos paremos un momento en la iglesia de Santa Maria en Tanner Street? El padre Antonio ha estado recogiendo unas cuantas mantas y prendas de vestir para la familia de Kenrick y me gustaria saber como van las cosas.

– Me alegra saber esto, pero no estoy dispuesto a reconocerle al padre Antonio todo el merito por haber llevado a cabo esa buena obra. Al parecer alguien le ha empujado suavemente en esa direccion…

– Te lo ha dicho Lucas, ?a que si? Fue aquel chaval, el hijo de Kenrick, yo no podia apartar de mi mente su carita angustiada -le confio Aldith a Justino-, porque asi fui yo una vez.

Estaban ya en High Street. Impaciente por ensenarle a Justino el espejo de laton, le tiraba del brazo, haciendole que se diera prisa. Pero no habian andado mucho cuando Justino oyo que le llamaban a gritos. Aldith lo oyo tambien.

– ?Es Lucas! -exclamo sorprendida. Se volvieron y vieron al auxiliar del justicia yendo a largas zancadas hacia ellos.

– ?Donde demonios te has metido, De Quincy? Te he estado buscando por todo el barrio.

A Justino le sorprendio la tension que se manifestaba en la voz de aquel hombre. Creia que a Lucas se le habian pasado los celos.

– ?Por que?

– Habia mandado a dos de mis hombres a Southampton a recoger a un prisionero. Volvieron esta manana y con noticias que debes oir. El barco de Juan anclo anoche en el puerto.

Justino exhalo un suspiro que era todo una voz de alarma y Aldith clavo su mirada alternativamente en un hombre y en el otro.

– ?Juan? ?El hijo de la reina?

– ?Que otro puede ser? -contesto Lucas laconicamente-. ?Te das cuenta de lo que esto supone, De Quincy?

– Problemas -asintio Justino y viendo que Aldith no comprendia, anadio-: Si lo que oimos es verdad, Juan ha hecho un pacto del diablo con el rey de Francia. Rindio homenaje a Felipe por Normandia y prometio desposarse con su hermana, aparentemente olvidando que estaba ya casado. Por su parte, Felipe se comprometio a ayudarle a reclamar la corona de Inglaterra. Asi que, como ves, Aldith, el regreso repentino de Juan a Inglaterra no tiene buenos augurios para la reina o para el rey Ricardo.

– ?Que vas a hacer, Justino?

– Tengo que comunicarselo a la reina inmediatamente -contesto.

Aldith salio de la casa con un paquete en la mano.

– Te he preparado pan y queso para que comas durante el camino.

Mientras Justino ponia el paquete en la alforja, ella intento una vez mas convencerle de que pasara alli la noche.

– Quedan todavia algunas horas de luz, las suficientes para llegar, con un poco suerte, a Alton. Eso me situa a quince millas mas cerca de Londres por la manana.

Justino apreto las correas que sujetaban las alforjas a la grupera, haciendo una pausa para mirar al auxiliar del justicia por encima del caballo.

– Tengo curiosidad acerca de algo, Lucas. ?Conoces a un hombre llamado Durand de Curzon?

– No. El nombre no me suena.

– Tal vez haya usado otro nombre. Un hombre de algo mas de treinta anos, muy alto, con cabello y barba castano oscuro, ojos azules y brillantes y modales autoritarios. -Justino no pudo por menos de anadir-: Y una sonrisa despectiva.

– Recuerdo a un hombre asi -dijo Lucas, reflexionando-. Decia ser el auxiliar del justicia en Berkshire y andaba a la caza de un bandido que se habia escapado. Segun recuerdo, me hizo muchas preguntas sobre la situacion del mundo del crimen en esta zona, diciendome que tenia razon para creer que su hombre bien pudiera ser que se encontrara oculto entre los forajidos locales. ?Por que me lo preguntas? ?Es importante?

– No -contesto Justino-, no lo es ya.

Aldith cogio a Lucas del brazo y acompanaron a Justino hasta la calle.

– Andate con mucho cuidado, De Quincy -dijo Lucas bruscamente-, porque Juan puede ser mas peligroso que el Flamenco.

– Estare de vuelta para vuestra boda -dijo y despidiendose de ellos, dirigio su caballo al camino. Cuando miro hacia atras, estaban aun observandole y el les dijo adios con la mano y siguio cabalgando. Las calles estaban abarrotadas de carros y otros medios de locomocion y tuvo que tener mucho cuidado para que Copper no tropezara con los peatones distraidos. Pero una vez que llego a la puerta este, dejo atras la congestion del trafico. El camino que se extendia frente a el estaba libre y espoleo a su caballo a que cabalgara a galope. Pero la advertencia de Lucas parecia flotar en el aire que le rodeaba.

Era tarde y la mayoria de los habitantes de Londres estaba ya en la cama. Las luces en el gran aposento de la reina estaban encendidas. Se hizo un completo silencio una vez que Justino termino de hablar. Leonor tenia los ojos fijos en su regazo y sus esplendidas sortijas relucian en sus dedos fuertemente apretados.

– Servidnos un poco de vino, Justino -dijo al fin-, y beberemos a la salud del retorno de mi hijo a su hogar.

Su ironia era tan forzada que Justino hizo una mueca. Cruzo la habitacion, trajo dos copas, pero bebio muy poco de la suya, porque el vino y la fatiga podian prender un fuego con mas rapidez que cualquier combustible.

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