– ?Que consigues tu? -pregunto con un aspero susurro-. ?Que esperas obtener tu con todo esto?

La pregunta pillo desprevenido a Bast. Se quedo quieto un momento, tenso; toda su fluida elegancia lo habia abandonado. Por un instante, parecio que fuera a romper a llorar.

– ?Que quiero? Solo quiero recuperar a Reshi -dijo con voz debil, angustiada-. Quiero que vuelva a ser como era antes.

Hubo un momento de silencio. Bast se froto la cara con ambas manos y trago saliva.

– Llevo demasiado tiempo aqui -dijo de pronto. Fue hasta la ventana y la abrio. Paso una pierna por encima del antepecho y giro la cabeza para mirar a Cronista-. ?Quieres que te traiga algo? ?Algo caliente para beber? ?Mas mantas?

Cronista nego con la cabeza, como aturdido. Bast le dijo adios con la mano, salio por la ventana y la cerro con cuidado.

EPILOGO

Un silencio triple

Volvia a ser de noche. En la posada Roca de Guia reinaba el silencio, un silencio triple.

El primer silencio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera habido caballos en los establos, estos habrian piafado y mascado y lo habrian hecho pedazos. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un punado de huespedes que pasaran alli la noche, su agitada respiracion y sus ronquidos habrian derretido el silencio como una calida brisa primaveral. Si hubiera habido musica… pero no, claro que no habia musica. De hecho, no habia ninguna de esas cosas, y por eso persistia el silencio.

En la posada Roca de Guia, un hombre yacia acurrucado en su mullida y aromatica cama. Esperaba el sueno con los ojos abiertos en la oscuridad, inmovil. Eso anadia un pequeno y asustado silencio al otro silencio, hueco y mayor. Componian una especie de aleacion, una segunda voz.

El tercer silencio no era facil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quiza empezaras a notarlo en las gruesas paredes de piedra de la vacia taberna y en el metal, gris y mate, de la espada que colgaba detras de la barra. Estaba en la debil luz de la vela que alumbraba una habitacion del piso de arriba con sombras danzarinas. Estaba en el desorden de unas hojas arrugadas que se habian quedado encima de un escritorio. Y estaba en las manos del hombre alli sentado, ignorando deliberadamente las hojas que habia escrito y que habia tirado mucho tiempo atras.

El hombre tenia el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movia con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.

La posada Roca de Guia era suya, y tambien era suyo el tercer silencio. Asi debia ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvia a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otono. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosion de las aguas de un rio. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.

Aqui termina el primer dia de la historia de Kvothe. Continuara…

Patrick Rothfuss

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