Presto atencion al sonido de respiraciones, pasos, una cisterna, el teclado del ordenador, cualquier cosa que le indicara que no estaba sola, pero solo oyo el torturado sonido de su propia respiracion, que parecia crecer a cada segundo que pasaba.
«?Hazlo! ?Hazlo ahora! ?No hay tiempo!»
Cruzo el recibidor sin encender ninguna luz, y se maldijo cuando choco contra una pared. La tenue luz de la calle entraba por las ventanas del dormitorio, proporcionandole iluminacion suficiente. Se vio de soslayo en un espejo y casi solto un grito.
Se apresuro hacia el armario mientras abria la mochila y sacaba el arma. Noto el fuerte olor a gasolina, tal como le habia advertido Scott. Metio la pistola en la bota y remetio el calcetin para sofocar el olor. Tras dejarlo todo en su sitio, esperando que exactamente igual que estaba, se incorporo.
Se ordeno moverse con calma y eficacia, sopesando cada paso, pero no lo consiguio. Cogio la bolsa ahora vacia, echo una rapida ojeada alrededor, penso que todo parecia igual que antes y se dispuso a marcharse.
Cegada una vez mas por la oscuridad, tropezo.
Tratando de controlar su corazon desbocado, se ordeno ir paso a paso. No queria chocar contra nada ni correr el riesgo de derribar algo. No tenia que haber ningun signo de que ese dia alguien habia entrado dos veces en el apartamento. Eso era lo mas importante, se dijo, mientras esperaba que su corazon se calmara.
El acto de retrasar la salida fue casi doloroso.
Cuando llego por fin a la puerta, se dejo llevar por el panico. «El esta aqui», penso. Imagino oir su llave en la cerradura, voces, pisadas.
Trato de ignorar las malas pasadas que le jugaba el miedo y salio al pasillo. Miro a derecha e izquierda y comprobo que estaba vacio. Con todo, las manos le temblaban y le parecio oir sonidos amenazadores acercandose desde todas las direcciones. Se repitio que debia controlarse.
Tal como habia hecho antes, cerro la puerta con llave y echo a andar por el pasillo. De nuevo, eligio las escaleras. De nuevo, cruzo el vestibulo y salio a la calle. De repente se sintio exultante: lo habia logrado. Cruzo la calzada, sumiendose en el anonimato nocturno.
Habia una alcantarilla justo delante de su coche. Deslizo la llave de la vecina entre los intersticios y la oyo caer a las aguas residuales del fondo.
Hasta que entro en el coche, cerro la puerta y echo atras la cabeza no sintio las lagrimas que se acumulaban en su interior. Por un segundo creyo que todo funcionaria, y se dijo: «Esta a salvo. Lo hemos conseguido. Ashley esta a salvo.»
Y entonces recordo a Hope y un nuevo panico la atenazo, un panico que parecio surgir de un negro espacio interior, avanzando inexorable, amenazando con envolverla en un miedo informe. Dejo escapar un fuerte gemido y contuvo la respiracion. Cogio el movil y marco el numero de su companera.
Scott experimento alivio al enfilar su camino de acceso particular. Dejo la furgoneta tras la casa, en su lugar de costumbre, donde era dificil verla desde la calle, e incluso desde las casas vecinas. Cogio las prendas utilizadas en su mision, subio al Porsche y volvio a salir a la calle. Acelero, asegurandose de hacer suficiente ruido para que quien estuviera aun despierto, viendo la tele o leyendo, lo advirtiera.
En el centro de la ciudad habia una pizzeria frecuentada por estudiantes. Tan tarde (era cerca de medianoche), la presencia de un profesor no pasaria inadvertida. No era extrano que los profesores, cuando corregian examenes, salieran un rato por la noche para despejarse la cabeza. Era un lugar tan bueno como cualquier otro para dejarse ver.
Aparco directamente delante, y el coche deportivo llamo la atencion de algunos jovenes sentados junto a la ventana. Su Porsche siempre atraia miradas, penso Scott.
Pidio una porcion de pizza cuatro estaciones y pago con su tarjeta de debito. Si lo interrogaban, no tendria coartada para el resto de la noche («En casa, corrigiendo examenes -diria-. Y no, no contesto al telefono cuando corrijo»), pero no le habria sido materialmente posible conducir desde la casa del padre de O'Connell hasta Boston y luego hasta el oeste de Massachusetts en el lapso de tiempo correspondiente a la muerte de O'Connell padre. «?Matar a alguien y luego comprar una porcion de pizza? Detective, eso es absurdo.» No era la mejor coartada, pero al menos era algo. Dependia de que Sally devolviese el arma. Tantas cosas se basaban en que se descubriera aquella pistola que Scott casi se atraganto por la tension.
Llevo su porcion de pizza a un lugar vacio junto a la barra y comio despacio. Trato de no pensar en ese dia, de no repasar mentalmente cada escena. Pero la imagen del hombre asesinado asomo a su conciencia, mientras miraba la pizza. Cuando le parecio notar el olor de la gasolina y luego el hedor igualmente repulsivo de la carne quemada, casi vomito. «Acabas de estar de nuevo en la guerra», se dijo. Tomo aire, continuo comiendo y se concentro en el resto de su tarea. Tenia que deshacerse de toda la ropa que habia llevado en la casa del padre de O'Connell, echarla al sumidero del Ejercito de Salvacion local, donde desapareceria en las fauces de la caridad. Se recordo no olvidarse de los zapatos. Podian tener sangre en las suelas, igual que todos ellos podrian tener sangre en el alma.
Miro la pizza y se la llevo a la boca con mano temblorosa.
«?Que he hecho, Dios mio?»
Se nego a contestar y trato de pensar en Hope. Cuando mas recordaba la situacion de ella, mas comprendia que habia un largo camino por recorrer antes de que el pudiera volver a respirar con tranquilidad.
Scott contemplo el restaurante, los otros clientes, casi todos absortos en si mismos, con los ojos fijos al frente, mirando por la ventana o a la pared. Por un momento penso que todos podrian ver la verdad en el, que de algun modo llevaba encima la culpa como una mancha de pintura escarlata.
«Todo acabara mal -penso-. Iremos todos a la carcel.»
Excepto Ashley. Trato de visualizarla, de mantener su imagen en la cabeza, como via de escape de aquella abrumadora desesperacion que amenazaba con ahogarlo en ese mismo momento.
De pronto la pizza le supo a tiza. Tenia la garganta reseca. Deseo estar a solas, y al mismo tiempo no estarlo.
Aparto el plato de papel y penso que todo lo que habian hecho con el fin de devolver la seguridad a la vida de Ashley los habia arrojado a un agujero negro de incertidumbre.
Salio lentamente de la pizzeria, volvio a su coche y se pregunto si podria volver a dormir en paz alguna vez. No lo creia.
Hope seguia sentada en su coche alquilado, con el motor y las luces apagados y la cabeza apoyada en el volante. Habia aparcado al fondo del parque, lejos de la carretera principal, en la zona menos visible.
Se sentia mareada y exhausta, y se pregunto si tendria fuerzas para terminar la noche. Respiraba entrecortadamente.
A su lado yacia el cuchillo que tanto dano le habia causado, un boligrafo y un papel. Rebusco en su mente, tratando de averiguar si habia alguna otra cosa que pudiera comprometerla. Se dijo que tenia que deshacerse del movil, pero sono cuando extendia la mano para cogerlo.
Sabia que era Sally.
Se lo llevo al oido y cerro los ojos.
– ?Hope? -La voz de su companera sono ronca de ansiedad-. ?Hope?
No contesto.
– ?Estas ahi?
Tampoco contesto.
– ?Donde estas? ?Te encuentras bien?
Hope penso que podia decir muchas cosas, pero ninguna de ellas salio de sus labios. Respiro hondo.
– Por favor, Hope, dime donde estas.
Sacudio la cabeza, pero no dijo nada.
– ?Estas herida? ?Es grave?
«Si.»
– Por favor, Hope, respondeme… Necesito saber que estas bien. ?Vas para casa? ?Vas a un hospital? ?Donde estas? Ire a buscarte y te ayudare. Dime que tengo que hacer…
«No hay nada que puedas hacer. Solo sigue hablando. Es maravilloso oir tu voz. ?Te acuerdas de cuando nos conocimos? Nuestros dedos se rozaron cuando nos estrechamos la mano, y pense que ibamos a salir ardiendo, alli mismo, en la galeria, delante de todo el mundo.»
– ?No puedes hablar? -insistio Sally-. ?Hay alguien cerca?