excitacion gritaba:
– ?Dos
Nunca supo quien habia comenzado la pelea, ni por que razon. El ruido de las maldiciones, los golpes y las pisadas se mezclaban confusamente en su cabeza y, cuando se puso de pie, las mesas de juego habian desaparecido, igual que los jugadores. Varias zonas del cuerpo le dolian como si hubiera sido golpeado y pateado, y algunas personas le observaban con asombro. Sintiendo que algo iba mal, se marcho al Templo Tutelar y, cuando recupero la calma, se dio cuenta de que su monton de
?Un monton tan blanco y refulgente de dinero! Todo habia sido suyo… Pero ahora habia desaparecido. Considerar esto como equivalente a ser robado por su propio hijo, no era consuelo para el; tomarse por un animal, tampoco le consolaba; de modo que esta vez si que sintio alguna amargura de derrota.
Pero pronto transformo su derrota en triunfo. Alzando su mano derecha, se golpeo el rostro dos veces, hasta que enrojecio de dolor. Su corazon se sintio mas liviano, porque creia que quien habia dado los golpes era el mismo, en tanto que el castigado era el otro yo, y no tardo en tener la sensacion de haberle pegado a otra persona, pese a que el rostro todavia le dolia. Se acosto satisfecho de haber obtenido la victoria.
Se durmio enseguida.
III. Noticias mas amplias sobre las victorias de A Q
Si bien A Q siempre obtenia victorias de esa clase, solo se hizo famoso cuando el senor Chao le favorecio con una bofetada en plena cara.
Una vez hubo pagado al alcalde un soborno de doscientas sapecas, se tendio en el suelo, enfadado. Despues penso: «Que mundo el de hoy, en que el hijo golpea a su padre…»
De pronto recordo el prestigio del senor Chao y como ahora era nada menos que su hijo, lo cual le sentirse satisfecho; se levanto y se fue a la tasa, cantando
Tras este incidente, aunque resulte sorprendente, todo el mundo parecio rendirle desusado respeto. Probablemente A Q lo atribuyera al hecho de ser el padre del senor Chao, pero en realidad no era ese el caso. Por lo general, en Weichuang, el que Fulano septimo golpeara a Fulano octavo, o el que el cuarto Li golpeara al tercer Chang, no era cosa que se tomara en cuenta. Para que los aldeanos consideraran una paliza digna de sus comentarios, tenia que estar relacionada con algun personaje importante como el senor Chao; pero si la clasificacion era de primer orden, si el que pegaba era famoso, el que recibia los golpes gozaba tambien de los ecos de su fama. En cuanto a que la culpa fuese de A Q, se daba por descontado. Ello era debido a que el senor Chao no podia dejar de tener razon. Pero si A Q no tenia ni un adarme de razon, ?por que todo el mundo parecia tratarlo con tan inusitado respeto? Esto es dificil de explicar. Podemos adelantar la hipotesis de que tal vez se debiera al hecho de que A Q habia dicho pertenecer a la misma familia que el senor Chao, de modo que, aunque hubiese sido castigado, la gente todavia presumiese que debia de haber alguna verdad en lo que habia dicho y entonces era mas seguro tratarlo con cierto respeto. O bien, el caso podia ser como el del buey del sacrificio en el templo de Confucio: es decir que, aunque el buey estaba en la misma categoria que el cerdo y la oveja del sacrificio -puesto que todos eran animales-, ya que el sabio lo habia probado, los confucianos no se atrevian, naturalmente, a tocarlo.
Despues de aquello A Q vivio varios anos de triunfal satisfaccion.
Una vez, en primavera, caminando, ebrio, vio
Bigotes Wang sentado, desnudo hasta la cintura, despiojandose al pie de una muralla, a pleno sol, y ante el espectaculo comenzo a sentir comezon en el cuerpo. El tal Bigotes Wang tenia costras de sarna en el cuerpo y patillas en la cara y todo el mundo le llamaba «Sarnoso Bigotes Wang». A Q omitia la palabra «sarnoso», pero sentia el mas profundo desprecio por el. A Q pensaba que, si bien las costras no eran nada excepcional, las patillas eran realmente extraordinarias y la gente no podia sino despreciar a un tipo asi. De modo que A Q se sento a su lado. Si hubiera sido cualquier otro holgazan, A Q jamas se hubiera atrevido a sentarse con tal despreocupacion; pero, ?que podia temer de Bigotes Wang? A decir verdad, el que el deseara sentarse alli era un honor para Wang.
A Q se quito la ruinosa chaqueta forrada y la volvio del reves, pero, fuese porque acababa de lavarla, o porque fue demasiado torpe en su busqueda, hurgo largo rato y solo encontro tres o cuatro piojos. Por otra parte, vio a Bigotes Wang pescar uno tras otro, en rapida sucesion, y echarselos a la boca produciendo un estallido.
Al principio, A Q se sintio desesperado; luego, resentido: el despreciable Bigotes Wang pescaba tantos, y el habia encontrado tan pocos; ?que perdida de prestigio! Estaba ansioso por pillar uno o dos grandes, pero no habia ninguno y solo tras considerables dificultades pudo coger uno mediano, que se echo con energia a su gruesa boca y que mordisqueo con toda su fuerza, sin producir mas que un pequeno estallido, inferior en mucho a los ruidos que Bigotes Wang hacia en aquel momento.
Todas sus cicatrices de sarna se pusieron escarlata. Arrojo la chaqueta al suelo, escupio y dijo:
– ?Gusano!
– Perro sarnoso, ?a quien insultas? -pregunto Bigotes Wang, mirandolo con desprecio.
Aunque en los ultimos tiempos A Q gozaba de relativamente mayor respeto y se habia vuelto, por tanto, mucho mas engreido, cuando se enfrentaba con gente acostumbrada a pelear, se sentia timido; pero en aquella ocasion se mostro excepcionalmente combativo. ?Como se atrevia a decir impertinencias un tipo con las mejillas peludas?
Al que le caiga el sayo, que se lo ponga -dijo A Q, poniendose de pie, con las manos en las caderas.
– ?Te pican los huesos? -pregunto Bigotes Wang, levantandose a su vez y poniendose la chaqueta.
A Q creyo que intentaba huir, de modo que dio un paso adelante y trato de golpearlo con el puno.
Pero antes de que su mano tocara a Bigotes Wang, este se la habia cogido, tirando de ella con tanta violencia que le hizo caer tambaleando contra el. Bigotes Wang le cogio de la trenza y comenzo a arrastrarlo hacia la muralla, para golpearle la cabeza a la manera tradicional.
– «?Un caballero emplea su lengua, pero no las manos!» -protesto A Q, ladeando la cabeza.
Al parecer Bigotes Wang no era un caballero, porque sin prestar la menor atencion a lo que A Q decia, le golpeo la cabeza contra la muralla cinco veces seguidas y luego le propino un empujon que lo envio trastabillando a dos metros de distancia. Solamente entonces Bigotes Wang se sintio satisfecho y se marcho.
Hasta donde era capaz de recordar, aquella era la primera humillacion de su vida, porque el siempre habia despreciado a Bigotes Wang a causa de sus mejillas peludas, pero nunca habia sido despreciado por este ni mucho menos golpeado. Y ahora, en contra de todo lo que cabria esperar, Bigotes Wang le habia pegado. Tal vez lo que decian en el mercado fuese verdad: «El emperador ha abolido los examenes oficiales, de modo que los letrados que los han rendido ya no son necesarios». De resultas de ello, la familia Chao debe de haber perdido prestigio. ?Seria por eso que la gente la trataba con desprecio?
Alli estaba A Q, irresoluto.
A lo lejos, se veia venir a un hombre, que resulto ser otro de los enemigos de A Q. Era una de las personas de las que este mas abominaba: el hijo mayor del senor Chian. Habia ido a la ciudad a estudiar en un colegio extranjero y despues se habia arreglado de alguna forma para viajar al Japon. Cuando regreso a casa, medio ano despues, tenia las piernas rectas y su coleta habia desaparecido. Su madre lloro amargamente una docena de veces, su mujer trato de arrojarse al pozo tres veces. Mas tarde la madre dijo a todo el mundo: «Un bribon le corto la trenza cuando estaba borracho. Pudo ser funcionario, pero ahora tiene que esperar hasta que le vuelva a crecer».
Sin embargo, A Q no creia en aquella historia e insistia en llamarlo «Falso Demonio Extranjero» y «traidor a sueldo extranjero». Tan pronto como lo vio, comenzo a insultarlo por lo bajo.
Lo que mas despreciaba y detestaba en el era su coleta falsa. Cuando un hombre llegaba a tener una trenza artificial casi no se le podia considerar un ser humano; y el hecho de que su mujer no se hubiera lanzado a la noria por cuarta vez demostraba que tampoco ella era una mujer buena.