— Tarod...
Tarod se volvio rapidamente de espaldas, torturado el semblante.
—Yandros, no puedes... Esta muerta; ?yo la vi morir!
—Tranquilizate. —Yandros seguia mirando a Cyllan, pero alargo una mano para tocar el brazo de Tarod—. No la he reanimado. No es solamente un cuerpo sin alma que se mueve y habla. Vive.
Tarod se detuvo, volvio la cabeza para mirar al Senor del Caos, impresionado y confuso. El poder de desafiar a la muerte, de invertir el golpe de su mano, era uno de los que sabia que solamente poseia Yandros en el reino del Caos..., pero era un poder que Yandros no habia querido ejercitar durante miles de anos.
Yandros tomo la mano de Cyllan y la hizo ponerse en pie, aunque ella solo podia mirarle en hipnotica confusion. El sonrio y llevo una mano a la cara manchada de sangre y, despues, a la fea herida entre sus senos. A su contacto, la sangre y la herida abierta desaparecieron.
—Tengo una deuda personal con Cyllan —dijo Yandros, amablemente regocijado—. Si pagandola puedo tambien aliviar la afliccion de mi hermano, tanto mejor.
Cyllan empezaba a recobrarse de la inercia de la inconsciencia; se llevo una mano a la cara, trato de hablar, pero no encontro palabras para expresar lo que sentia. Sus ojos subitamente enloquecieron, se fijaron en Tarod, e hizo un violento movimiento para librarse de las manos de Yandros. Este las solto y ella corrio hacia el senor de negros cabellos, deteniendose solamente cuando estuvieron cara a cara, como si al fin careciese de valor para tocarle. El no dijo nada, pero le tendio las manos; Cyllan avanzo con paso vacilante y sus hombros empezaron a temblar mientras las lagrimas surcaban sus mejillas.
Yandros se acerco a ellos.
—Despidete, Cyllan —dijo—. Tarod y yo debemos marcharnos de este mundo, y tu tienes que quedarte. — Hizo una pausa, sonrio—. Es decir, a menos que estes dispuesta a hacer el sacrificio que te permita venir con nosotros.
Ella se volvio lentamente a mirarle, sin comprender. En cambio, Tarod se dio cuenta de lo que queria decir Yandros, pero el Senor del Caos se le adelanto cuando se disponia a hablar.
—El Caos esta en deuda contigo —dijo a la pasmada joven—. Y yo puedo hacerte un regalo que, si lo aceptas, te permitira quedarte con Tarod. —Sus ojos adquirieron de pronto un ardiente brillo carmesi—. Para siempre.
Cyllan empezo a comprender y se estremecio al resurgir una esperanza que apenas se atrevia a reconocer. Tenia la boca seca como el polvoriento suelo del crater, pero murmuro:
—?Quieres decir que yo... podria...?
Yandros sonrio de nuevo, esta vez con un matiz de humor ironico.
—?Es tan terrible la perspectiva de vivir en nuestro reino, Callan? Sospecho que tu sabes mas del Caos que cualquier otro mortal de tu mundo. —Alargo una mano y toco ligeramente su brazo, resiguiendo la cicatriz que le habia causado en el Castillo de la Peninsula de la Estrella—. Y no experimentarias nuestro mundo a la manera vulnerable de un ser humano. Te convertirias en parte del Caos, serias inmortal por derecho propio. Te ofrezco esto en reconocimiento a tu valor y a tu fidelidad a mi hermano. Aquella vida puede ser tuya, si asi lo deseas.
Dejar atras su existencia, dejar atras la humanidad y entrar en el reino inconcebible del propio Caos..., ser inmortal, desligada de la cosas terrenas, indemne al tiempo y a la perspectiva de la muerte... Cyllan no podia asimilar lo que le ofrecia Yandros; no podia comprenderlo, ni siquiera imaginarlo. Pero un hecho se destacaba como una clara joya en el miasma de sus confusas reacciones. Si aceptaba lo que le ofrecia el Caos, ella y Tarod estarian juntos por toda la eternidad, si no lo aceptaba, nunca volveria a verle.
Se volvio, desesperada, a la oscura figura que tenia al lado. Hombre, demonio, dios, fuese de lo que fuera, le amaba mas que al mundo, y ahora necesitaba mas que nunca su guia.
—Tarod, ?que debo hacer? —dijo, con voz entrecortada.
Tarod sacudio la cabeza.
—No puedo ayudarte, amor mio. No tengo derecho a tratar de influir en ti, no en esto. Pero Yandros ha dicho la verdad.
Sus ojos verdes, que nada tenian ahora de humanos, estaban fijos en su cara. Ella conocia bien aquella mirada, y le estaba diciendo lo que habia esperado mas que nada en el mundo. Sin el, nada valia la pena.
Dejo que sus dedos se cerraran con fuerza sobre los de el y cerro los ojos ambarinos.
—Ire. Si Tarod quiere tenerme con el, ire... de buen grado. — Pestaneo y miro de nuevo a Yandros—. ?Como podre jamas darte las gracias?
Yandros hizo un ademan indiferente, con una expresion astuta en el semblante.
—No es mas que un antojo. El Caos no tiene logica, deberias saberlo. Simplemente me gusta complacer a Tarod.
Tarod rio por lo bajo.
—Si es esto lo que te gusta creer, Yandros, sea como tu dices.
Yandros inclino la cabeza, como burlandose ligeramente de si mismo.
—Y ahora —dijo—, hay una ultima cuestion...
Giro sobre los talones y se enfrento a Keridil.
Keridil habia escuchado la conversacion entre los tres con muda estupefaccion, incapaz de moverse o de reaccionar de cualquier modo. Comprendia, o creia comprender, lo que Yandros habia ofrecido a Cyllan, y este conocimiento reavivaba en su interior una herida dolorosa. Yandros habia demostrado ser mas compasivo que Aeoris, y si el mas grande de los Senores del Caos habia podido devolver la vida a un muerto, seguramente podria volver a hacerlo... La cara de Sashka, hermosa como antes de que Tarod descargase en ella su venganza, se materializo ante los ojos de su mente y aumento su dolor; desterro la imagen haciendo un gran esfuerzo y, cuando miro de nuevo a Yan-dros, comprendio que lo que habia esperado durante un breve instante era imposible. Y tal vez, penso, aunque no pudo reconocerlo, no habria querido que fuese posible.
Yandros y Tarod se movian ahora en direccion a el. Keridil todavia no podia aceptar del todo el hecho de que los dioses a quienes adoro durante toda su vida habian sido derrotados, y de que estos desaforados, veleidosos e imprevisibles entes habian ocupado su sitio. El Caos habia vuelto... ?Que futuro podia haber ahora para el?
Yandros leyo sus pensamientos, y el Senor del Caos de cabellos de oro sonrio:
—El futuro, Sumo Iniciado, sera como vosotros lo hagais —dijo, y su voz argentina parecio levantar chispas en lo mas profundo del ser de Keridil—. El mundo cambiara. El Orden ya no gobierna, pero nosotros seremos unos amos muy diferentes. Nos gustan los conflictos y, si tu deseas que el Orden represente aqui un papel, se levante contra el Caos, tienes derecho a luchar por ello. Vuelve a la Peninsula de la Estrella, Keridil Toln. Es el lugar que te corresponde por derecho. Aprovecha todo lo que puedas lo que te hemos dejado. Es mas de lo que te imaginas.
Keridil no pudo responderle. Contemplo un instante aquella cara cruelmente hermosa, aquellos ojos cambiantes, y tuvo que desviar la mirada. Tarod se adelanto.
—Donde hay conflicto puede haber verdadero desarrollo y vida —dijo—. Entiende esto y lo comprenderas todo. Creo... —Miro a Yandros y se establecio una comunicacion privada entre ellos—. Creo que tu, mas que todos los otros mortales, eres capaz de cumplir las tareas que te esperan, Keridil. —Para sorpresa y confusion del Sumo Iniciado, alargo la mano izquierda y tomo la derecha de Keridil con una fuerza que produjo en su brazo una descarga que le llego hasta el hombro—. Te deseo suerte, viejo amigo.
La mano aflojo su apreton y los largos y flacos dedos se encorvaron al retirarlos Tarod. Este sonrio y, por un instante, esta sonrisa reprodujo la del rapaz de doce anos que habia venido, como desconocido forastero, al Castillo y se habia hecho amigo del hijo del Sumo Iniciado. Reprodujo tambien la del rebelde Iniciado de cabellos negros que habia crecido y se habia desarrollado dentro del Circulo; el Adepto que, dejando atras al Circulo, habia ejercido un poder que habia destruido las barreras del Tiempo, el demonio que habia desafiado al ser supremo y le habia vencido. Era la sonrisa de un Senor del Caos. Keridil observo, incapaz de hablar, como atraia Tarod a Cyllan a su lado y se enfrentaban los tres a el. Creyo ver (despues no pudo nunca estar seguro, aunque la imagen acompanaria sus suenos durante el resto de su vida) un paisaje tan extrano, tan indescriptible, que su mente no pudo realmente registrarlo, superponiendose sobre la dura roca muerta del crater; un lugar donde el color y la forma y el sonido chocaban y se mezclaban en loca algarabia. El Caos... Keridil lo contemplo solo un instante; despues, con un ruido parecido al de una puerta grande cerrandose suavemente, desaparecieron las tres figuras que tenia delante.
Se quedo plantado, inmovil, durante mucho tiempo. Detras de el estaba el altar partido por la mitad donde habia reposado el cofre de Aeoris, pero el propio cofre se desvanecio. A su alrededor yacian sus companeros: Penar