– No me importa, si a usted tampoco.
Ella apreto los labios, y el reparo en los hoyuelos que se le formaron en las mejillas. Aunque estaba renuente, podia ver claramente que no queria ofender a su anfitrion. Por Dios, el dibujo debia de ser malisimo. Bien, le echaria un vistazo rapido, le soltaria algun cumplido cortes, y luego se excusaria. No cabia duda de que el habia cumplido con su deber de conversar, y que ahora sabia ya bastantes cosas sobre ella. No tenia ganas de despertar sus sospechas prolongando su charla demasiado tiempo.
Ella le tendio el bloc con extrema cautela, como si el fuera a morderle, pero en lugar de ofenderle, le divirtio. Por lo general, las mujeres solian estar deseosas de complacerle. Estaba claro que no era el caso de la senorita Sarah Moorehouse.
El cogio el bloc y bajo la vista. Luego parpadeo. Lo giro un poco para captar mejor la luz suave del amanecer.
– Esto es muy bueno -dijo, incapaz de ocultar su tono sorprendido.
– Gracias. -Ella sono tan sorprendida como el.
– Si esto es lo que usted llama «simple», me gustaria ver que considera un dibujo acabado. Los detalles que ha captado, especialmente aqui… -se acerco un poco mas, hasta detenerse a su lado, luego sujeto el bloc con una mano mientras senalaba la cara de Flora con la otra- y aqui, en la expresion, es algo asombroso. Puedo imaginarme la sonrisa que esta a punto de aparecer. Casi puedo ver como cobra vida.
Volvio la cabeza para mirarla, y desplazo los ojos por su perfil, percibiendo la nariz pequena y recta, casi demasiado pequena para soportar la montura metalica de las gafas. Y la curva de la mejilla, con la suave piel manchada de carboncillo.
Como si ella hubiera sentido el peso de su mirada, se giro para mirarle, y el se sintio sorprendido porque ella era realmente alta. La mayoria de las mujeres apenas le llegaba a los hombros, pero los ojos de ella estaban casi a la misma altura de los de el.
Ella parpadeo tras las gafas, como si la sorprendiera encontrarle alli. El grosor de las lentes hacia que sus ojos parecieran mas grandes, y el sintio el repentino deseo de que hubiera mas luz para saber de que color eran. No parecian oscuros, probablemente fueran azules.
– Usted es muy alto -dijo ella con demasiada rapidez. Tan pronto como pronuncio las palabras, apreto los labios como si se le hubieran escapado sin querer. Incluso a la tenue luz pudo ver el el rubor que le tenia las mejillas.
Una sonrisa tiro de las comisuras de los labios de Matthew.
– Eso mismo pensaba yo de usted. Es un alivio no tener que encorvarme para conversar.
Una risita se escapo de los labios de Sarah y esbozo una sonrisa.
– Es justo lo que estaba pensando.
La mirada de el fue de la sonrisa a los hoyuelos profundos e intrigantes que, segun pudo observar, enmarcaban un par de labios exuberantes.
– Ha captado la expresion de Flora a la perfeccion -dijo el-. El aire de felicidad y serenidad que emana.
– Su cara refleja amor y satisfaccion profundos -dijo ella con suavidad-. Algo comprensible, ya que esta en su lugar favorito, el jardin, rodeada de todo lo que ama. -Miro su boceto y en su voz se percibio un deje de tristeza-. Pasa su vida siendo amada, rodeada de todo lo que ama, es decir…
– ?Envidia su posicion? -sugirio el, observando su perfil. Ella se volvio hacia el y lo estudio durante varios segundos, con la misma atencion con que la observaba el. Aunque era la hermana de lady Wingate, no pudo observar parecido alguno entre esa mujer y la hermosa vizcondesa. Nadie podria decir que la senorita Moorehouse fuera una belleza. Sus rasgos parecian… poco armonicos. Los ojos, agrandados por las gafas, eran demasiado grandes, la nariz demasiado pequena. La barbilla demasiado decidida y los labios exuberantes. Incluso su altura no estaba a la moda. Su pelo de color raton era, por lo que podia ver en ese momento, indomable. Trato de recordar algo, cualquier cosa que pudiera haber oido sobre ella, pero solo sabia que era la dama de compania de lady Wingate y que era solterona. Con esos datos, se la habria imaginado como a una matrona de mediana edad, severa y de rostro demacrado. Pero aunque no era hermosa, no era ni vieja ni severa ni demacrada. No, esa mujer era joven. Y saludable. Y estaba claro que ademas era inteligente. Poseia una sonrisa fascinante que le iluminaba el semblante. Una sonrisa que ofrecia un intrigante contraste con la tristeza que el habia detectado en su voz. Y unos enormes ojos rasgados tan inocentes que resultaba dificil apartar la mirada de ella.
«Si, pero tambien era curiosa y la noche anterior estaba haciendo algo que no tenia intencion de confesar.»
– Es un lugar envidiable -repitio ella con suavidad-. Si, eso lo describe a la perfeccion. ?Quien podria pedir mas?
«Yo.» El queria algo mas. Algo que le frustraba no tener, algo que queria desde hacia casi un ano. Algo que anhelaba, pero que le desesperaba no encontrar. Queria paz.
Una palabra muy simple para algo tan condenadamente dificil de alcanzar.
Se dio cuenta de que la estaba mirando con fijeza y se aclaro la garganta.
– ?Tiene mas dibujos en su bloc?
– Si, pero…
Sarah se interrumpio cuando el abrio una pagina al azar y observo el bello boceto de una flor a acuarela. Debajo de el, escrito con una letra pequena y meticulosa ponia
– Un narciso -dijo el-. Muy bonito. Tiene usted tanto talento con las acuarelas como con el carboncillo.
– Gracias. -De nuevo ella parecio asombrarse por el cumplido, y el se pregunto por que. Estaba claro que cualquiera que viera los dibujos se daria cuenta de que eran excelentes-. He hecho bocetos de centenares de especies.
– ?Otra de sus pasiones?
Ella sonrio.
– Mucho me temo que si.
– ?Y que hace con ellos? ?Los enmarca para colgarlos en su casa?
– Oh, no. Los dejo en los blocs de dibujo y los voy anadiendo a mi coleccion. Tengo intencion de organizados en algun momento y publicar un libro de jardineria con ellos.
– ?De verdad? Un fin encomiable.
– No puedo aspirar a ninguna otra cosa.
Matthew dejo de observar el boceto y sus miradas se cruzaron. En ese momento habia bastante mas luz y podia percibir que sus ojos no eran azules en absoluto, sino mas bien de un castano calido y dorado. Ademas de inteligencia, detecto un leve reto en su mirada directa, como si lo estuviera desafiando a poner en duda su objetivo. No pensaba hacerlo, por supuesto. Porque ademas de curiosa, la senorita Moorehouse era una de esas eficientes y aterradoras solteronas que intentaba siempre conseguir sus propositos sin importar los obstaculos que encontrara en el camino.
– ?Por que conformarse con la luna si se puede alcanzar las estrellas? -anadio el.
Ella parpadeo, luego volvio a sonreir.
– Exactamente -convino ella.
Consciente de que estaba mirandola fijamente otra vez, centro su atencion en el bloc de dibujo. Paso algunas paginas mas, estudiando bocetos de plantas poco familiares con impronunciables nombres latinos, y de flores de las que no recordaba los nombres, pero que le sonaban por las horas que habia pasado cavando alrededor de ellas. Una de las flores que reconocio fue una rosa, y contuvo un estremecimiento. Por alguna misteriosa razon esas malditas flores lo hacian estornudar. Las evitaba siempre que podia.
Paso otra pagina. Y se quedo mirando fijamente. Era el detallado dibujo de un hombre. De un hombre muy desnudo. Un hombre que estaba generosamente… dotado. Un hombre que, por lo que decian las letras mayusculas que habia al pie de la pagina, se llamaba Franklin N. St…
Sarah contuvo el aliento y le arrebato el bloc de dibujo de las manos para cerrarlo. El chasquido de las paginas al cerrarse parecio resonar entre ellos.
Matthew no podia decidir si se encontraba divertido, asombrado o intrigado. Lo cierto era que no lo habria sospechado de esa mujer tan anodina. Pero estaba claro que habia mas en ella de lo que parecia. ?Podria ser que se hubiera pasado la noche anterior haciendo dibujos eroticos? Maldicion, ?podia ser que ese tal Franklin fuera uno de sus propios sirvientes? Habia un joven llamado Frank entre los jardineros…