dano.

– Y yo no quiero decepcionarte.

La miro de arriba abajo. Eso no era muy probable. Ofrecia un aspecto maravilloso e increiblemente dulce. Y tan inocente… y atractiva. Ademas, su atuendo era de lo mas provocativo. Su mirada se perdio en su pronunciado escote y vio la rosada parte superior de sus pezones que asomaban por el borde. Su sexo se hincho inmediatamente, y el tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no soltar un quejido.

– Tienes el ceno fruncido -observo ella, apartandose intranquila-. ?Te preocupa algo? Con gusto hablare contigo de tus problemas.

– ?En serio?

– Por supuesto. Es obligacion de una esposa aliviar las preocupaciones de su marido, ?no es cierto?

Dios todopoderoso, se moria de ganas de que ella aliviase sus preocupaciones.

– En ese caso, te dire en que estoy pensando. -«Y te lo mostrare», dijo para sus adentros.

La atrajo delicadamente hacia si hasta que solo los separaban unos centimetros. Ella alzo la barbilla y lo miro con ojos inquisitivos.

– Estaba pensando -empezo a decir el- que me gustaria que te soltaras el pelo.

Alargo el brazo y le desabrocho el prendedor incrustado de perlas que le sujetaba el cabello en lo alto de la cabeza. Cientos de rizos largos y suaves se desparramaron cayendole a Elizabeth por la espalda, hasta que las puntas le rozaron las caderas. Austin hundio los dedos entre los sedosos mechones y se los llevo a la cara.

– Tienes un cabello increible -susurro, aspirando la fragancia floral de sus bucles color castano rojizo-. He deseado tocarlo, deslizar las manos por el, desde la primera vez que te vi.

Ella lo miraba fijamente, inmovil, con los ojos muy abiertos.

– Tambien estaba pensando en el aspecto tan suave que tiene tu piel -prosiguio el, siguiendo con los dedos la linea que descendia desde las mejillas hasta el cuello, y de ahi hasta el hoyuelo situado entre las claviculas.

Un debil gemido escapo de los labios de ella cuando sus dedos descendieron aun mas y rozaron la turgencia de sus senos casi desnudos.

Austin coloco las manos sobre los hombros de ella y deslizo con suavidad la bata hacia abajo a lo largo de sus brazos caidos, hasta que la prenda se arrebujo a sus pies. Austin se quedo sin palabras, incapaz de apartar la vista de su sobria belleza, del brillo de deseo que empezaba a asomar en sus ojos.

– ?En que estas pensando ahora? -pregunto ella en un susurro al ver que el continuaba contemplandola en silencio.

– Prefiero ensenartelo.

Le tomo el rostro entre las manos y noto que a Elizabeth el pulso le latia a gran velocidad en la base de la garganta, casi tan deprisa como a el. Bajo la cabeza y la beso, moviendo los labios con delicadeza al principio, y despues con presion creciente. Cuando su lengua busco el camino al interior de su boca, ella la recibio con la suya. El solto un gemido y la abrazo con fuerza, deslizando las manos por la espalda que el atrevido camison dejaba al descubierto.

Bajo las manos hasta sus nalgas y la levanto, apretando el muslo de ella con su miembro excitado. Ella emitio un jadeo que se convirtio en un grunido gutural cuando el se froto suavemente contra ella.

– Dios, tocarte es delicioso -le susurro Austin al oido. Ella se estremecio entre sus brazos… Era un estremecimiento de placer que la recorrio de la cabeza a los pies-. Tan increiblemente delicioso…

Sus manos se apartaron de las tentadoras nalgas y subieron, explorando sus curvas, su tronco, hasta apretar entre sus palmas los lados de sus generosos pechos. Ella pronuncio su nombre con un suspiro cuando el comenzo a mover lentamente los pulgares en circulo en torno a sus pezones cubiertos de seda.

Tomo los pechos en sus manos, acariciando suavemente sus puntas excitadas a traves de la vaporosa tela de su vestido, sin apartar la mirada de su rostro. A Elizabeth la sangre le subio a las mejillas y los ojos se le cerraron cuando el introdujo los dedos en el escote de su camison y le toco la sensible piel.

– Mirame, Elizabeth -le ordeno en voz baja mientras sus dedos jugueteaban con sus pezones-. Quiero verte los ojos.

Ella levanto despacio los parpados y clavo en el una mirada vidriosa y sonadora. El deslizo los dedos bajo los tirantes de su camison y lo hizo bajar muy despacio por su cuerpo.

Centimetro a centimetro, ella se revelo ante el, en una tortura lenta y sensual que aumentaba junto con su deseo. Sus pechos turgentes y voluptuosos, con los pezones erectos, parecian suplicarle que los tocara. Su estrecha cintura daba paso a unas caderas sutilmente redondeadas. El camison resbalo de entre los dedos de Austin y cayo a los pies de Elizabeth, dejando al descubierto una tentadora mata de rizos castanos entre sus muslos y unas piernas largas y esbeltas. De inmediato el se imagino esas piernas alrededor de su cintura y sintio una explosion de deseo en su interior.

– Elizabeth…, eres preciosa…, perfecta.

Sabia que desnuda seria muy bella, pero literalmente lo dejaba sin aliento. Se agacho, la levanto en brazos, la llevo a la cama y la deposito con cuidado sobre la colcha. Se quito la ropa tan rapidamente como se lo permitieron sus manos tremulas y se acosto a su lado.

Ella se acodo de inmediato sobre el lecho, recorriendo el cuerpo de Austin avidamente con la mirada. El se obligo a permanecer quieto, dejando que ella lo contemplara hasta hartarse.

– Nunca antes habia visto a un hombre desnudo -reconocio ella, posando la vista en todos los rincones de su cuerpo, abrasandole la piel.

– Me alegro de oirlo.

Elizabeth se quedo observando su miembro, tan erecto que incluso la mirada de ella le dolia.

– Dime una cosa: ?son todos los hombres tan… impresionantes como tu?

– Me temo que no lo se -solto el, aunque no creia que ningun otro hombre hubiera estado nunca tan excitado como el en ese momento. Y ella ni siquiera lo habia tocado aun.

Necesitaba sentirla, saborearla. Entre sus brazos, en su boca, ahora mismo.

Empujandole suavemente la parte superior del cuerpo para que la apoyara de nuevo en la cama, bajo la cabeza y rodeo uno de sus pezones endurecidos con sus labios. Ella profirio un quejido y enredo sus dedos en su pelo, arqueando la espalda, ofreciendose mas todavia a su boca. El atendio a su ruego silencioso, dedicando generosamente su atencion a un pecho y luego al otro, con sus labios y su lengua.

– Madre mia -resoplo ella-. Me siento tan… -Su voz se perdio en un suspiro etereo.

El alzo la cabeza.

– Tan… ?que?

La vision de ella, con su magnifica cabellera dispersa alrededor, los pezones humedos y erectos por la accion de su lengua, sus ojos llenos de pasion, casi lo dejo sin sentido.

– Tan caliente. Tan temblorosa. Y… llena de deseo.

Comenzo a moverse sin parar, y Austin apreto los dientes cuando su suave vientre le rozo la virilidad.

Dios, si, entendia perfectamente esas sensaciones, pero el estaba quemandose vivo. Estremecido. Desesperado. Nunca habia deseado tanto a una mujer, hasta el extremo de que le temblasen las manos, de que no pudiese pensar con claridad.

Le acaricio el abdomen y ella exhalo un suspiro largo.

– Abre las piernas para mi -le susurro Austin al oido. Ella obedecio, separando los muslos para darle acceso a la parte mas intima de su cuerpo.

En el instante en que la toco, los dos gimieron. Con infinito cuidado, la estimulo con un movimiento suave y circular hasta que las caderas de ella empezaron a moverse en circulos bajo su mano. Austin se sentia tan inflamado de deseo que estaba a punto de abandonar su determinacion de avanzar poco a poco.

Le introdujo un dedo con suma delicadeza, y de inmediato sintio una presion calida y aterciopelada. Estaba tan apretada…, tan caliente y tan humeda… Su miembro excitado se tenso, y una fina capa de sudor aparecio en su frente.

Sus miradas se encontraron. Ella alzo la mano y le toco la cara con ternura.

– Austin…

El habia imaginado que oirla pronunciar su nombre con una voz susurrante y llena de pasion aumentaria su deseo, pero la realidad le hizo perder el control por completo. Se coloco entre sus muslos y, despacio y con reverencia, la penetro hasta que llego al himen. Intento traspasar la barrera sin causarle dolor, pero era imposible. Consciente de lo que habia que hacer e incapaz de esperar un segundo mas, aferro sus caderas con las

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