Pero no esperaria demasiado. Ya habia desperdiciado bastante tiempo negandose a si mismo la mujer que queria y necesitaba en su vida. Cenar cada noche a las seis y tener los calcetines emparejados no iba a hacerle feliz, pero Gabrielle si le haria feliz. Ahora comprendia lo que le habia dicho esa noche en el porche. Ella era su alma gemela. El era su alma gemela. El la amaba y ella lo amaba. Algo asi no desaparecia, y menos en un mes.

Joe no era un hombre paciente, pero lo que le faltaba de paciencia lo suplia con tenacidad. Mientras esperaba, la cortejaria. Bueno, no tenia demasiada experiencia en ese campo, pero a las mujeres les encantaban ese tipo de cosas. Estaba seguro de que sabria como hacerlo.

Estaba seguro de que podria cortejar a Gabrielle Breedlove hasta en el infierno.

Capitulo 18

A las nueve en punto del dia siguiente llego la primera docena de rosas. Eran preciosas, puras y blancas, y eran de Joe. Habia garabateado su nombre en una tarjeta, por eso sabia que eran de el. Solo su nombre. Gabrielle no sabia que significaban, pero no estaba por la labor de leer entre lineas. Ya lo habia hecho una vez. Habia imaginado demasiadas cosas por la forma en que la habia besado y por como le habia hecho el amor, y habia terminado pagandolo.

La segunda docena eran rojas. La tercera, rosas. Su fragancia llenaba la casa. Aun asi, se negaba en redondo a imaginarse que querian decir. Pero cuando se percato de que de nuevo esperaba su llamada como el dia del arresto de Kevin, se puso una camiseta y unos pantalones cortos y salio a correr.

No iba a esperar. Necesitaba aclarar las ideas. Necesitaba decidir que iba a hacer porque creia que no podria pasar otra noche como la anterior. Verlo le dolia demasiado. Habia creido ser lo suficientemente fuerte para enfrentarse a la otra mitad de su alma, pero no lo era. No podia mirar a los ojos al hombre que amaba sabiendo que el no la correspondia. Especialmente ahora que se habia enterado de que la manana que habia hecho el amor con ella, habia visitado antes a su novia. Saber que existia la mujer del bar habia sido una punalada mas en su corazon herido. A la propietaria de un bar le gustaria cocinar. Estaba segura de que no le importaria limpiar la casa y hacer de lavandera para Joe. Ese tipo de cosas que el habia dicho que eran tan importantes aquel dia en el almacen cuando la habia empujado contra la pared y la habia besado hasta que apenas pudo respirar.

Gabrielle paso por delante de St. John's, a algunas manzanas de su casa. Las puertas estaban abiertas y la musica de organo salia a traves de la entrada de madera de la vieja catedral. Gabrielle se pregunto si Joe era catolico, protestante o ateo. Luego se acordo de que habia dicho que habia asistido a una escuela parroquial, por lo que quiza fuera catolico. De todas maneras ya no tenia importancia.

Corrio despues por delante de uno de los institutos de Boise y dio cuatro vueltas alrededor de la pista de la escuela antes de regresar otra vez en direccion a casa. De vuelta a una casa repleta de las flores que Joe habia enviado. De regreso a la confusion que habia sentido desde el dia que lo conocio. En ese momento estaba mas confusa que nunca. El aire fresco no habia ayudado en absoluto a despejarle la cabeza, aunque si sabia una cosa con seguridad. Si Joe llamaba, le diria que tenia que dejarla en paz. Nada de llamadas, ni flores. No queria verle.

Creia que las posibilidades de que se encontraran accidentalmente eran escasas. Era un detective que investigaba robos, y no preveia que le fueran a robar en el futuro. Pensaba abrir una tienda de aceites esenciales y no se imaginaba a Joe como cliente potencial. No habia ninguna posibilidad de que se encontraran otra vez.

Pero el la estaba esperando en el porche sentado en las escaleras con los pies plantados un escalon mas abajo que el cuerpo y los brazos apoyados en los muslos, balanceando las gafas de sol con la mano que coleaba entre sus rodillas. La vio acercarse y se levanto lentamente. No importaba lo que se dijera a si misma, ese corazon tan traidor que tenia se empapo de su imagen. Luego, como si creyese que ella iba a decir algo que no queria oir, levanto una mano para detenerla. Pero en realidad Gabrielle no sabia que decir, aun no habia pensado nada coherente.

– Antes de que me eches -comenzo-, tengo algo que decirte.

El se habia puesto unos pantalones caquis y una camisa de algodon que habia remangado hasta los codos. Estaba tan bueno que quiso extender la mano para tocarlo, pero por supuesto no lo hizo.

– Ya oi anoche lo que tenias que decir -dijo ella.

– No se que paso anoche, pero definitivamente no dije todo lo que tenia que decirte. -Cambio el peso de un pie a otro-. ?Vas a invitarme a entrar?

– No.

El clavo los ojos en ella durante un momento.

– ?Recibiste las rosas?

– Si.

– Ah… Bien… Er… -El abrio la boca, la cerro, luego volvio a intentarlo-. No se por donde empezar. Supongo que metiendo la pata de nuevo. -Hizo una pausa y luego anadio-: Siento haberte lastimado.

Ella no fue capaz de mirarlo y bajo la vista a los pies.

– ?Por eso me mandaste las flores?

– Si.

En cuanto escucho su respuesta se dio cuenta de que no deberia haber preguntado. Tambien se percato de que una diminuta parte de su masoquista corazon tenia la esperanza de que el hubiera enviado las flores porque la amaba de la misma manera que ella lo amaba.

– Se acabo. No quiero saber nada mas.

– No te creo.

– Cree lo que quieras. -Paso por su lado para alcanzar la seguridad de su casa antes de echarse a llorar. Lo ultimo que queria era que Joe la viera llorar.

El extendio la mano y la cogio del brazo.

– Por favor, no te alejes de mi otra vez. Se que te hice dano cuando me marche la noche que me dijiste que me amabas, pero Gabrielle, con esta son ya dos veces las que te has alejado de mi.

Ella se detuvo. No porque la sujetara del brazo sino porque algo en su voz capto su atencion y la obligo a detenerse. Algo que nunca antes habia percibido. Algo en la manera en que el habia dicho su nombre.

– ?Cuando me aleje de ti?

– Anoche, y cada paso que te distanciaba de mi me hizo sentir como un perro. Como ya te dije, se que te hice dano, ?pero no crees que podemos hacer una tregua? ?No crees que aun estamos a tiempo? -Le deslizo la palma de la mano bajo el brazo y la cogio de la mano-. ?No crees que va siendo hora de que me dejes resarcirte? -Saco algo del bolsillo y le apreto un disco de metal contra la palma de la mano-. Soy la mitad de tu alma -dijo-. Y tu eres la mitad de la mia. Juntos estamos completos.

Gabrielle abrio la mano y miro al colgante blanco y negro que colgaba de una cadena de plata. Ying y yang. Joe lo habia comprendido.

– Tenemos un futuro juntos -la beso en la coronilla-. Te amo.

Ella lo oyo, pero no pudo hablar por las emociones que se expandian como un globo en su pecho. Se quedo mirando el collar y lo que representaba. Si lo creia, si confiaba en el, tendria todo lo que su corazon deseaba.

– Y en el caso de que pienses decirme que salga de tu vida otra vez, hay otra cosa que deberias considerar. Simplemente piensa en todo el buen karma que puedes conseguirte cuando me reformes.

Lo miro a la cara con la vista empanada por las lagrimas.

– ?Que quieres decir?

– Bien, puedes reformarme. Quiero decir que puedes intentarlo.

Ella sacudio la cabeza mientras una lagrima se deslizaba por su mejilla.

– Quiero decir, ?me amas de verdad, Joe?

– Con toda mi alma -dijo sin titubear-. Quiero pasar el resto de mi vida haciendote feliz. -Le limpio las mejillas mojadas con el dorso de la mano y pregunto-: ?Me amas todavia, Gabrielle?

Sonaba tan inseguro y su mirada era tan ansiosa que ella no pudo evitar sonreir.

– Si, todavia te amo. -Un alivio absoluto suavizo sus ojos y ella anadio-: Aunque no creo que lo

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