No vio mas que el cielo azul y el agua azul. Estuvo tanto tiempo mirando por los prismaticos que
No hacia ni veinticuatro horas que la habian secuestrado. Debia tener paciencia y fe. El problema era que Lola no era una persona muy paciente y solo tenia fe en sus propios recursos. Por supuesto, hubo momentos en su vida en que le habria gustado contar con un hombro en que apoyarse, momentos en que habria sido maravilloso poder descargar sus problemas sobre las espaldas de un hombre capaz de ocuparse de todo. Pero Lola no habia encontrado a ese hombre y, en cualquier caso, seguramente no se habria dejado cuidar por el.
Lola no sabia cuanto tiempo llevaba en el puente, pero cuando el cuerpo empezo a dolerle y el estomago a quejarse, abandono su puesto.
Encontro a Max en la cubierta de popa, sentado, con una cana de pescar sujeta al brazo de la silla y una cerveza en la mano. Parecia un hombre relajado, cuya ocupacion mas importante fuese dar cuenta de su cerveza. Su camiseta y sus tejanos estaban tendidos en la parte trasera del barco junto a unos calzoncillos largos de algodon, de un color gris marengo. Lola no queria fijarse en que llevaba puesto, o que no llevaba puesto, pues temia ver algo mas que una cana de pescar. A pesar de eso, se fijo.
Llevaba unos pantalones cortos de nailon de cintura elastica cenidos justo por debajo del ombligo. Se habia vuelto a colocar el vendaje alrededor de las costillas y del amplio pecho. Extrajo un trozo de salmon ahumado de la lata que sostenia sobre el muslo, lo coloco encima de una galletita salada y se lo llevo a la boca. Luego metio los dedos en la lata y saco un pequeno trozo de pescado para darselo al perrito, que estaba sentado al lado de su pie izquierdo.
– Creia que odiabas a mi perro.
Max se llevo la cerveza a los labios y bebio un largo trago.
– Asi es -contesto, sin mirarla-. Solo lo estoy cebando un poco por si mas adelante necesito comermelo.
Lola no supo si lo
– Vamos,
Sintiendose ligeramente traicionada, Lola fue a comprobar si sus bragas se habian secado. Estaban solo un poco humedas en la zona del elastico, de modo que se las puso. Escudrino la cocina en busca de algo para comer porque, aunque no tenia reloj, supuso que era la hora de la comida. En la nevera encontro un poco de queso Brie, asi como un platano y unas cuantas uvas. Ya que
Se sento entre los pantalones humedos y la camiseta de Max. Necesitaba un cuchillo para cortar el Brie y, de repente, como si Max le hubiese leido el pensamiento, le alargo el cuchillo de pescado metido en la funda.
– Te dejas esto por todos lados -le dijo.
Lola abrio la boca para darle las gracias, pero se contuvo. No necesitaria un cuchillo para nada si no fuera por el. Corto un trozo de queso y se lo comio acompanado de dos uvas. Max le acerco una caja de galletas y Lola eligio unas de centeno.
– Por favor, no le des mas pescado a
Max no contesto, pero se comio el resto de salmon el solo. No le ofrecio ni una loncha a Lola, lo cual le parecio bastante desconsiderado, aunque ella no esperaba la mas minima muestra de cortesia por parte de Max. Pelo el platano y dirigio la vista al oceano, para mirar a cualquier parte excepto a el. Detestaba tener que reconocerlo, pero ese hombre la ponia nerviosa, con su cara magullada y sus poderosos musculos. Mientras daba un mordisco al platano, se fijo en su cepillo de dientes, que sobresalia de un soporte para la cana de pescar, a popa.
– ?Que hace mi cepillo de dientes ahi?
– Lo he utilizado.
Entonces ella lo miro directamente a la cara magullada, a los ojos azules. Trago el bocado de platano.
– ?Para que? -le pregunto.
– Para lavarme los dientes.
– Dime que es una broma.
– No.
– ?Has robado mi cepillo de dientes?
Max nego con la cabeza.
– Lo he requisado.
– ?Que asco!
– Lo he empapado en ron para matar los germenes.
– ?Que germenes? -Lola, boquiabierta, se quedo mirandole, observando la ligera hinchazon bajo el ojo izquierdo, el pomulo ennegrecido y la venda fria sobre la frente-. Eso es absolutamente asqueroso… y… y… - Mientras tartamudeaba, se levanto, con el cuchillo en una mano y el platano en la otra. El queso cayo al suelo y
Max dirigio la mirada al cuchillo que ella empunaba.
– Bueno, tampoco me he cepillado el culo con el.
– ?Como si lo hubieses hecho!
– ?Por que te pones asi? -El tambien se levanto y senalo el cepillo con la botella-: Lo coloque ahi para que se esterilizara con el sol.
Lola no podia creer que hablara en serio.
– Me raptas, me retienes en medio del Atlantico, utilizas mi cepillo de dientes ?Y me preguntas por que me pongo asi! ?Que te pasa? ? Te comias la pintura de las paredes cuando eras nino o que?
Max no contesto a esa pregunta.
– Date un respiro -le aconsejo-. No te he raptado, y fuiste tu quien nos dejo inmovilizados en alta mar.
Pero Lola no estaba de humor para asumir ningun tipo de culpa.
– ?Que haras ahora? ?Me robaras la ropa interior?
Max paseo la mirada por la parte delantera del vestido, por encima de sus pechos y por el abdomen. Tomo un trago de la cerveza mientras contemplaba las cerezas estampadas en la zona de la entrepierna.
– No lo se – dijo, despacio-. ?La tienes todavia tendida en el bano, o voy a tener que arrancartela?
– No, ya no esta tendida en el bano -le informo Lola, apretando los labios.
Max la miro a la cara y sonrio, ensenando los dientes blancos; bien alineados y recien cepillados.
– Bueno, puedes quedarte con ella. El rosa no es mi color favorito.
Ahora, al darse cuenta de que el posiblemente habia tocado su ropa interior, Lola encontro la respuesta a aquello que se preguntaba la noche anterior: no, no era capaz de cortar el cuello a ningun hombre. Porque, de lo contrario, habria matado al «bueno de Max». Gustosamente.
– No se por que te pones tan rigida. Tampoco voy a contagiarte nada.
– ?Que? ?Se supone que tengo que fiarme de tu palabra? -Lola dio un paso atras y lo miro de arriba abajo-. Ni siquiera se quien eres.
– Ya te dije ayer por la noche quien soy.
