definicion de la palabra “raza”. Sabian solo que Braunstein se debia a su patria adoptiva y que cada paso de su investigacion llevaba a esa patria un paso mas adelante sobre el nivel del progreso de los demas paises. Eso era lo que importaba, lo que hacia del profesor Braunstein un intocable, a pesar de todo cuanto Lebeau sospechase que podia haber hecho.
Sin embargo, no oso dar un solo paso hasta que, diez dias despues de haber sido hallado el ultimo cadaver, aparecio otro, en el mismo lugar y en las mismas circunstancias que los anteriores. El hallazgo se efectuo a plena luz del dia y, si con los anteriores logro la policia que la prensa se mantuviera absolutamente ignorante de los hechos, de tal modo que ningun periodico habia dado la menor noticia de los anteriores hallazgos, esta vez los grandes titulares rompieron ruidosamente el secreto y pusieron en entredicho la eficacia de la policia nacional. La amenaza se cernia sobre todos sus componentes y las razones que saco a relucir la prensa no permitian la menor excusa: seis cadaveres en dos semanas; ninguno de ellos identificado; la policia no logra saber ni siquiera quienes eran esos hombres, ni de donde venian. Se dudaba de que algun dia se llegase a averiguar la identidad de su asesino. Atencion: el pueblo esta en peligro, en manos de un peligroso sadico asesino que la misma policia se declara incapaz de identificar.
– ?Pero por que diran eso, Dios?… -Kraut arrojo desesperado el periodico sobre su mesa-. ?Si creeran que asi facilitan las cosas!…
– En cualquier caso, solo los hombres rubios de treinta anos pueden sentirse en peligro, ?no cree usted? - pregunto Lebeau.
– Ni aun esos… ?Que ocurrio con nuestros cebos?… ?Nada! ?Absolutamente nada! Se metieron desarmados en la misma boca del lobo, se codearon con todo el mundo a todas horas del dia y de la noche… ?y no corrieron el menor peligro, se lo aseguro a usted, Lebeau!… ?Si lograramos saber de donde han salido los muertos!…
El siguiente paso de aquella policia desorientada fue el control total de todos los puestos fronterizos. Se trasmitieron ordenes tendientes a localizar y seguir a todos los extranjeros que entrasen en el pais y que reuniesen las caracteristicas fisicas requeridas. En diez dias mas, mientras la prensa desataba su bilis contra las instituciones, veintinueve extranjeros fueron localizados, seguidos dia y noche y controlados en cualquier movimiento. Aquellos hombres, ignorantes de la persecucion de que eran objeto, hicieron turismo o se dedicaron impunemente a sus negocios. Y ninguno de ellos corrio el menor peligro durante su estancia en el pais. Ninguno de los que les siguieron advirtieron nunca que les amenazase nada ni nadie.
Fue entonces cuando Lebeau decidio actuar por su cuenta.
Una cosa era cierta, ante todo: el, Lebeau, un medico forense sin amigos influyentes no podia ser tomado en cuenta si formulaba una acusacion que, por lo demas -el mismo lo reconocia- era totalmente gratuita y sin mas base que unas palabras cabalisticas sin apariencia de sentido. Jugaba su baza sobre una sospecha sin fundamento y sobre su corazonada. No habia siquiera pensado en circunstancias, motivos, ocasiones, agravantes o atenuantes. Simplemente, se dejaba guiar por su instinto. Y el mismo sabia que su instinto nunca habia sido nada especial en lo que pudiera confiar ni siquiera para una sospecha. Mucho menos para una acusacion. Pero la vision de los cadaveres destrozados que el mismo habia tenido que diseccionar estaba clavada en su mente. Y el hecho horrendo de aquellas muertes espantosas le llevaba directamente a sospechar de la ineficacia de la misma policia para la que estaba trabajando y, por aquel camino, al convencimiento de que aquella misma policia se veria con las manos atadas para actuar con libertad si llegaba a comprobarse que Braunstein tenia algo que ver con la muerte de seis hombres rubios de treinta anos. Sabia tambien que, si llegaba a dar un paso en falso, no solamente pondria en peligro su reputacion, sino su puesto y aun -le gustaba regodearse con el autosentimiento del martirio- su propia vida. Porque, si se hallaba sobre una pista cierta, el mismo podria ser la siguiente victima. Todo esto le produjo una sensacion de lastima por si mismo y se sintio a gusto con ella, una vez que tomo media botella de ginebra pura para darse animos.
Estaba decidido y, con esa decision, logro conciliar el sueno despues de quince noches de insomnio.
Se levanto tarde a la manana siguiente y comenzo a elaborar su plan con todo detalle. Su primera sorpresa fue darse cuenta de que, despues de anos de trabajo rutinario, sin mirar mas alla de lo inmediato, era aun capaz de concentrarse en una cuestion que le fascinaba. Mas aun, se alegro dandose cuenta de que habia algo -siquiera fuese aquella busqueda de la que no saldria probablemente nada- que fuera capaz de despertar su entusiasmo hasta absorber totalmente su interes, por encima de la rutina diaria.
En primer lugar, los contactos entre el y Braunstein habian sido hasta entonces unicamente esporadicos y se habian limitado a una lejana presentacion en no recordaba que fiesta municipal y a algunos encuentros callejeros como el que le habia abierto el camino de la sospecha que ahora queria comprobar. Lebeau recurrio discretamente a unos amigos comunes, el matrimonio Lind, el profesor adjunto de biologia en la Universidad, ella encargada de un seminario de historia. La pareja, joven, habia constituido para Braunstein en los ultimos anos una especie de sucedaneo de la familia perdida tanto tiempo atras y el viejo profesor, segun los mismos Lind le habian contado a Lebeau alguna vez, se escapaba muy a menudo de su trabajo diario para tomar con ellos una taza de te o un ponche caliente en las noches de invierno.
Lebeau se las ingenio lo mejor que supo para fomentar la esporadica amistad que le unia con los Lind y les visito durante algunos dias en su viejo apartamento cercado a la Universidad. El recuerdo de pasados tiempos de escuela secundaria sirvio facilmente de pretexto y la soledad de Lebeau ayudo largamente a encontrarse a gusto entre sus amigos, hasta el dia en que, casualmente, en una de sus ahora frecuentes visitas, se encontro con Braunstein y tuvo ocasion de departir largamente con el. No era dificil esto, por otro lado, puesto que Braunstein, acostumbrado a la soledad de su laboratorio, agradecia -como habia agradecido ya en otra ocasion, al encontrarle en la calle- cualquier ocasion de hablar por los codos, con un humor que a Lebeau, de no tener tan arraigada su sospecha, le habria confirmado abiertamente la absoluta inocencia del profesor de fisica. En cualquier caso, le hizo pensar mas bien que, si alguna culpabilidad habia en Braunstein, se deberia mas al silencio por lo que pudiera saber que a una accion directa.
Lebeau, deseoso de escarbar en la vida anterior del profesor, habria querido que aquella conversacion hubiera girado en torno a la vida del anciano treinta anos antes, porque suponia que, si habia en el algun odio recondito, deberia proceder de aquellas lejanas fechas. Sin embargo, Archibald Lind, seguramente sabedor de que a Braunstein le desagradaban o le entristecian aquellos viejos recuerdos, desvio las sugerencias de Lebeau hacia sus actuales trabajos de investigacion fisica, en los que el viejo se sentia mas a sus anchas. Braunstein, entusiasmado, se explayo en terminos que a Lebeau le parecieron extranos e incomprensibles, muy lejanos de sus posibilidades de entendimiento y mas lejanos aun de sus intenciones respecto al viejo investigador.
Pero, de pronto, como si el mismo Braunstein se hubiera dado cuenta de que tenia que ponerse al nivel cientifico de sus interlocutores, se puso a hablar de algo que hizo levantar el interes de Lebeau:
– … Por eso he querido mantener el secreto ante el gobierno, al menos por ahora…
– ?Que quiere usted decir, profesor? Esa distorsion del tiempo de la que hablaba…
– Justamente… -vacilo subitamente Braunstein, como si se diera cuenta de que habia dicho algo mas de lo que el mismo habria querido.
– ?Se puede acaso trastocar el tiempo?
– En teoria, se pudo hacer ya hace muchos anos. En la realidad, es precisamente lo que he intentado ahora…
– Cambiar entonces el curso de la historia…
– ?No!… Esa es nuestra equivocacion de seres tridimensionales… La historia, el devenir del hombre no se puede distorsionar, ?esta ya distorsionado en cada segundo!… La historia que nosotros conocemos es una, pero la real es una serie infinita de posibilidades que se realizan en cada instante.
– Pero se realizan de un modo.
– Nosotros no conocemos mas que una de sus realizaciones, pero eso no quiere decir que no existan mas. De hecho, hay una sucesion infinita de mundos paralelos, dentro de nuestro mismo mundo, pero fuera de cualquier posibilidad fisica de entreverlos.
Braunstein comenzo a entusiasmarse, viendo el interes efectivo que ahora estaba despertando en sus