La muchacha lloro y les insulto.
—?Sucios rostros palidos! ?Estupidos, asquerosos blancos! ?Soy una india! ?Es que no lo ven? Mi piel no es blanca… ?Es oscura, oscura!
Siguieron cabalgando.
Asbury Park estaba lleno de confusion y de refugiados. Habia refugiados del Norte, de Perth Amboy, de Newark… Habia refugiados de Princeton, en el Oeste, que habian huido ante la invasion Sioux. Y refugiados del Sur, de Atlantic City —incluso del lejano Camden—, y otros refugiados que hablaban de un repentino ataque Seminola, de una tentativa para copar los ejercitos de Tres Bombas de Hidrogeno.
Los tres caballos fueron objeto de miradas envidiosas, a pesar de su estado de agotamiento. Representaban alimento para los hambrientos y el medio de transporte mas rapido posible para los miedosos. Jerry descubrio que el sable era muy util. Y la pistola lo era todavia mas: solo necesitaba exhibirla. Pocas de aquellas personas habian visto una pistola en accion: tenian un supersticioso temor a las armas de fuego…
Una vez descubierto este hecho, Jerry mantuvo la pistola muy visible en su mano derecha cuando se dirigio a la Base Naval de los Estados Unidos en la playa de Asbury Park. Sam Rutherford iba a su lado; Sarah Calvin andaba detras de ellos sollozando.
Se hizo anunciar al almirante Milton Chester. El hijo del Subsecretario de Estado. La hija del Presidente del Tribunal Supremo. El primogenito del Senador de Idaho.
El almirante les recibio inmediatamente.
—?Reconoce usted la autoridad de este documento?
El almirante Chester leyo atentamente la arrugada credencial, deletreando en voz alta las palabras mas dificiles. Al terminar la lectura movio la cabeza respetuosamente, mirando primero el sello de los Estados Unidos en el documento que tenia ante sus ojos. Y luego la brillante pistola que Jerry sostenia en su mano.
—Si —dijo finalmente—. Reconozco su autoridad. ?Es una pistola de verdad?
Jerry asintio.
—Una Caballo Loco del cuarenta y cinco. El ultimo modelo. ?Hasta que punto reconoce la autoridad del documento?
El almirante se froto nerviosamente las manos.
—Las cosas esta muy confusas —dijo—. Las ultimas noticias que me han llegado afirman que hay guerreros Objiways en Manhattan… y que no existe el gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, esto —se inclino sobre el documento una vez mas—, esto es una credencial firmada por el propio Presidente, nombrandole a usted plenipotenciario. Ante los Seminolas, desde luego. Pero plenipotenciario. El ultimo nombramiento oficial, si no estoy mal informado, del presidente de los Estados Unido de America.
Dio un paso hacia delante y toco la pistola que empunaba Jerry Franklin, con un gesto de curiosidad y de interrogacion al mismo tiempo. Inclino afirmativamente la cabeza, como si acabara de llegar a una conclusion. Irguiendose, saludo militarmente a Jerry.
—A partir de este momento, le reconozco a usted como ultima autoridad legal del gobierno de los Estados Unidos Y pongo mi flota a su disposicion.
—Bien —Jerry se coloco la pistola en el cinto. Senalo con el sable—. ?Tiene usted provisiones y agua suficientes para un largo viaje?
—No, senor —dijo el almirante Chester—. Pero esto puede quedar arreglado en unas horas. ?Le acompano a bordo, senor?
Senalo orgullosamente hacia la playa donde, mas alla del promontorio, estaban ancladas las tres goletas de cuarenta y cinco pies de eslora.
—La Decima Flota de los Estados Unidos, senor. Esperando sus ordenes.
Horas mas tarde, cuando los tres veleros se habian hecho a la mar, el almirante se presento en el camarote donde descansaba Jerry Franklin. Sam Rutherford y Sarah Calvin estaban durmiendo en las literas superiores.
—?Sus ordenes, senor?
Jerry Franklin se asomo a la puerta del camarote y contemplo las remendadas velas, completamente desplegadas.
—Rumbo Este —dijo.
—?Este, senor? ?Ha dicho usted Este?
—Si, he dicho rumbo Este. Hacia las fabulosas tierras de Europa. Hacia un lugar donde un hombre blanco pueda mantenerse en pie sobre sus propias piernas. Donde no tenga que temer ninguna clase de persecucion. Donde no corra peligro de caer en la esclavitud. ?Rumbo al Este, almirante, hasta que descubramos un nuevo mundo… un mundo de libertad!