Salimos del muelle de San Nicola, nos dirigimos hacia el norte y, a la hora, estabamos en el puerto antiguo de Giovinazzo. Era un lugar irreal, casi metafisico, el tiempo no habia dejado huella alguna de su paso desde hacia dos o tres siglos. No habia coches a la vista, ni antenas, ni lanchas a motor. Solo barcas a remo, viejos bastiones, chavales en calzoncillos que se tiraban de cabeza al agua, grandes gaviotas que trazaban circulos en el aire, solitarias y elegantes.
Comimos focaccia, nos bebimos unas cervezas, tomamos el sol y hablamos mucho rato. Como suele ocurrir, de los comentarios banales pasamos a cuestiones esenciales.
– ?Tu tienes reglas, Guerrieri? -me pregunto Tancredi en un momento determinado.
– ?Reglas? Nunca lo he pensado, al menos no explicitamente, pero si, creo que si. ?Y tu?
– Si, yo tambien.
– ?Cuales son tus reglas?
– Soy policia. La primera norma, para un policia, es no humillar a la gente con la que tienes que tratar por motivos de trabajo. Tener poder sobre otras personas es algo obsceno, y la unica forma de que sea tolerable es a traves del respeto. Es la regla mas importante, pero tambien la mas facil de violar. ?Y las tuyas?
– Adorno decia que la forma mas alta de moralidad consiste en no sentirte nunca como en tu casa, ni siquiera en tu propio hogar. Estoy de acuerdo. Nunca tienes que encontrarte demasiado a gusto. Es necesario sentirse siempre un poco fuera de lugar.
– Justo. Para mi, la otra regla de oro concierne a las mentiras. Hay que decirles las menos posibles a los demas. Y ninguna a uno mismo.
Y despues de haber reflexionado unos instantes:
– Algo imposible, por otro lado, pero al menos hay que intentarlo.
La vision del puerto inundado por la luz opaca de la prematura calima de mayo se esfumo lentamente, mientras reaparecian las luces de la ciudad y el caos del trafico vespertino. Las palabras de Tancredi fluctuaron desde aquel paisaje hasta mi coche, y alli se quedaron, suspendidas.
Te lo haces encima solo de pensar en ir a ver a los padres de la chica y darles la noticia. Por eso buscas excusas y cuentas mentiras. A ti mismo, algo que, como deciamos, no esta bien.
?No es tu responsabilidad hablar con los padres de la chica? ?Y de quien es, si no?
De nadie mas. Fin del discurso.
Deje de pensar y empece a actuar como en trance, con una extrana seguridad. Llame a Fornelli, le conte lo indispensable y le dije que me pasaria a buscarlo por su bufete para ir juntos a casa de los padres de Manuela. Quiza le hubiera gustado decirme algo o hacerme alguna objecion, pero no le di tiempo. Colgue el telefono y me puse en marcha por enesima vez. Lo peor de aquella historia estaba todavia por llegar.
Cuando llegamos a su casa los Ferraro nos estaban ya esperando. Fornelli les habia avisado y al mirarles a la cara supe que habian comprendido.
Por tercera vez en menos de dos horas conte todo lo que habia descubierto y que le habia ocurrido a Manuela.
Conte casi todo.
Algunas partes de la historia me las guarde para mi. No dije que Manuela habia sido una especie de traficante de coca, tampoco conte la forma en la que los novios se habian deshecho del cadaver. Pense que tenia derecho a ahorrarles, al menos, ese sufrimiento. Logicamente, antes o despues iban a enterarse de todo, hasta el ultimo y despiadado detalle. Pero no esa tarde y no por mi.
Cuando dije que Manuela estaba muerta, la senora Rosaria se cogio la cabeza con las manos; pense que iba a soltar un alarido, pero no fue asi. Solo emitio un sollozo sofocado y permanecio en esa postura durante mucho rato, con la cabeza entre las manos y la boca entreabierta, en una imagen congelada de muda, infinita, insoportable tristeza.
Antonio, mas conocido como Tonino, estaba sentado un poco mas atras, apoyado sobre una mesa. El si se puso a llorar, y luego a sollozar. Y yo estaba alli, mirando, escuchando, haciendo lo unico que podia hacer.
No duro mucho rato, por suerte. A los tres cuartos de hora de haber entrado en la casa de los Ferraro ya estaba de nuevo en mi coche. Deje a Fornelli despues de haber padecido, con absoluta impotencia, un largo monologo acerca de lo listo que yo habia sido descubriendo lo que habia descubierto y de que en los proximos dias tenia que contarle todos los detalles. Y, por supuesto, tenia que encargarme yo de la defensa, por el lado civil, de la familia, dijo mientras nos despediamos.
Por supuesto que no, respondi. Para eso tendrian que buscarse a otro abogado. Algo en mi tono de voz, o en la expresion de mi cara, o en ambas cosas a la vez, debio disuadirle y no hizo ningun intento para convencerme, ni siquiera me pidio explicaciones.
Entre en casa notando encima, y en mi interior, una sensacion de cansancio perfecta y pulsante.
Salude a Mister Saco y le dije que estaria con el en unos minutos. Fui a mi cuarto y me vende las manos con todo cuidado antes de ponerme los guantes de boxeo. Hay momentos en los que hay que hacer las cosas como es debido.
Boxee durante una media hora. Suelto y veloz, como si el cansancio y el resto de las cosas que habia en mi interior, peores que el cansancio, se hubiesen transformado en una energia fluida y misteriosa.
Luego fui a darme una larga ducha, con agua caliente y un gel al ambar que habia comprado unos cuantos anos atras y que aun no habia ni abierto porque me parecia que debia reservarlo para una ocasion especial. La ocasion especial nunca se habia presentado.
Cuando volvi al salon, en albornoz, dije en voz alta que no queria estar solo esa noche y que me iba a ver a Nadia y al viejo Baskerville.
– Perdona, Mister Saco, no es que no aprecie tu compania, todo lo contrario, pero a veces eres demasiado taciturno.
Una vez en la calle me di cuenta de que la ciudad ya estaba en silencio y de que el viento se habia calmado, dejando en el aire solo un ligero aroma a mar. La noche parecia de nuevo un lugar tranquilo y acogedor.
Me subi a la bicicleta y empece a pedalear rapidamente por la calle desierta.
Gianrico Carofiglio
* El trullo (plural trulli) es una vivienda popular, tipica de Puglia. (N. de la T.)
* Ingordo: 'gloton', 'avariento', 'codicioso', etcetera. (N. de la T.)