tendria por que aparecer nunca, si estamos bien informados. Pero nunca se sabe, podria llegar de un momento a otro. Y entonces, ?que papel hacemos nosotros, sin haberlo anunciado?

Fantasmas diversos. De feo aspecto, pero inofensivos. Son los espiritus de los hombres y de los osos muertos. Es dificil distinguir entre unos y otros. De hecho, cuando se transforman en espectros, los osos pierden el pelo y el hocico se les acorta; asi que poca es la diferencia con los humanos; los fantasmas de los osos son, no obstante, mas gorditos. En la historia saldra tambien, muy poquito, el espiritu de un antiguo reloj.

El Viejo de la Montana. Genio poderosisimo de los penascos y los glaciares. De temperamento propenso a la ira. Ninguno de nosotros lo ha visto y nadie sabe con exactitud donde esta, pero podemos estar seguros de que existe. Por eso, siempre es mejor tenerlo de buenas.

Un buho. Se oira su voz, unos momentos, en el capitulo segundo. Escondido en el fondo de la floresta, no lo podremos ver, sobre todo porque ya habra caido el crepusculo. El retrato aqui impreso es, por lo tanto, totalmente imaginario. El buho no hara mas que entonar una de sus melancolicas cancioncillas, como hemos dicho. Despues nada.

LOS ESCENARIOS

Al principio veremos las majestuosas montanas de Sicilia que, sin embargo, en Sicilia ahora ya no existen (?han pasado tantisimos anos!). Todas cubiertas de nieve.

Despues se descendera al verdeante valle, con aldeas, arroyuelos, bosques llenos de pajarillos y casitas esparcidas aqui y alla: un paisaje bellisimo.

Pero a los lados del valle se alzan siempre los montes, menos altos y escarpados que los que vimos al principio, pero tambien llenos de asechanzas; por ejemplo: castillos embrujados, grutas con dragones venenosos, otros castillos donde viven los ogros, y asi sucesivamente. Hay que estar, pues, siempre atentos, sobre todo de noche.

Poco a poco nos iremos acercando a la fabulosa capital de Sicilia, de la que hoy no queda ni el recuerdo (?han pasado tantos anos!). Esta circundada por montanas altisimas y provista de fortalezas. La fortaleza principal se llama Castillo del Cormoran. Y alli nos las vamos a ver buenas.

Entraremos por fin en la capital, famosa en todo el mundo por sus palacios de marmol oscuro, sus torres que llegan al cielo, sus iglesias recubiertas de oro, sus jardines siempre floridos, sus circos ecuestres, sus parques de atracciones, sus teatros. El Gran Teatro Excelsior es el mas hermoso de todos.

?Y las montanas de las que hemos salido? ?No volveremos nunca mas a nuestras viejas montanas?

***

CAPITULO PRIMERO

Oigamos ahora, sin mover ni un ojo,

la famosa invasion de Sicilia por los osos.

Sucedio en los tiempos de Maricastana

cuando las bestias son buenas y el hombre no engana.

En aquellos tiempos Sicilia no era

como ahora, sino de otra manera:

altas montanas se alzaban al cielo

con la cima cubierta de hielo,

y en medio de las montanas, los volcanes

que tenian la forma de panes.

Especialmente habia uno

que formaba una bandera con el humo

y de noche aullaba como un loco

(no ha dejado de aullar ni siquiera un poco).

En las oscuras cuevas de las montanas

vivian los osos comiendo castanas;

setas, trufas y brotes de enebro buscaban,

comian sin parar hasta que se hartaban.

Bien. Muchos anos antes, mientras el Rey de los osos, Leoncio, con su hijuelo Tonio, buscaba setas por sus montes, dos cazadores le habian robado al pequeno. El padre se habia alejado un momento por un despenadero y ellos habian sorprendido al osezno solo e indefenso, le habian atado como un paquete y le habian bajado por los precipicios hasta el fondo del valle.

Tonio, Tonio, llama fuerte

pero las horas pasan eternas.

Responde al eco de las cavernas

y alrededor un silencio de muerte.

Se pregunta ?donde estara?

?Le habran llevado a la ciudad?

Finalmente, el Rey volvio a su guarida y conto que su hijo habia muerto, despenado desde una roca. No habria tenido valor para decir la verdad; hubiera sido una verguenza para un oso, figuraos para el Rey. A fin de cuentas, se lo habia dejado capturar.

Desde aquel dia no habia vuelto a tener paz. Cuantas veces habia pensado en bajar entre los hombres a buscar a su hijito. Pero ?como hacerlo solo? ?Un oso en medio de los hombres? Lo matarian y encadenarian, y entonces adios. Asi pasaban los anos.

Y he aqui que llego el invierno mas terrible de todos los inviernos. Un frio tal que hacia castanetear los dientes a los mismos osos bajo sus espesas pieles. Una nieve que cubria todas las plantitas; y no habia nada que comer. Un hambre que hacia gemir noches enteras a los ositos mas jovenes y a los osos delicados de los nervios. No aguantaban mas. Hasta que uno dijo: «?Y por que no bajamos a la llanura?» Se veia, en las mananas claras, el fondo del valle limpio de nieve, con las casas de los hombres y los humos que salian de las chimeneas, senal de que se preparaba alguna cosa de comer. El paraiso estaba alli, parecia. Y los osos, desde las altas penas, se pasaban horas contemplandolo, exhalando profundos suspiros.

«Bajemos al llano. Mejor luchar contra los hombres que morir de hambre aqui arriba», decian los osos mas animosos. Y a su Rey, Leoncio, a decir verdad, no le disgustaba la idea: seria una buena ocasion para buscar a su hijito. El peligro, si todo el pueblo bajaba en masa, seria mucho menor. Los hombres se lo pensarian dos veces antes de afrontar un ejercito asi.

Ignoraban los osos, incluso el Rey Leoncio, como eran en realidad los hombres, cuan malos y astutos, que armas tan terribles poseian, que trampas sabian elegir para aprisionar a los animales. Los osos no lo sabian, los

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