minimo.

Tambien otro ninito ingles de la misma edad que el espanol se ha colgado de la corbata del uniforme en el colegio donde estudiaba. Alguien vio colgado a un nino de la corbata y creyo que un nino no podia estar colgado de la corbata. Creyo que no era un nino sino un muneco vestido de nino.

?Hay tanta diferencia?

No creyo que se trataba de un verdadero nino verdaderamente ahorcado. Creyo que solamente era un uniforme colgado de una percha.

En parte tenia razon al creer eso.

Un uniforme colgado de una percha. Un nino dentro del uniforme con la lengua extendida sobre el nudo de la tradicional corbata a rayas.

Tarjeta postal de Inglaterra.

Otros ninos matan a ninos en lugar de matarse a si mismos. Lo encuentran mas apetecible. Y mas facil. Tenemos que acostumbrarnos a todas estas historias.

Pero en Viena escasean los ninos. Los perros no asesinan. Ni se suicidan. En el cafe Hawelka hay viejos vieneses con los brazos en cruz sujetando los periodicos aunque lo normal es que esten prendidos por el clasico manubrio de los periodicos. A primera vista parece que vayan a tocar el organillo.

No existe gran diferencia entre el carnicero de Milwaukee acusado de 17 asesinatos seguidos de antropofagia y los centenares de victimas mortales del sida que fueron infectadas por Tio Ed en Filadelfia. No existe gran diferencia entre el carnicero de Rostov culpable de 52 asesinatos tambien seguidos de antropofagia en Rusia y las matanzas carniceras de la banda terrorista ETA que desmiembra a un nino de dos anos por ser hijo de un guardia civil. Tampoco hay diferencia entre todos estos y la pareja de ninos de 11 anos Venables y Thompson de Liverpool que torturaron y liquidaron a pedradas a otro nino de dos anos para divertirse un rato. La diferencia no esta ni en la edad ni en el sexo ni en la raza ni en el pais del asesino en cuestion. No existe apenas diferencia entre las personas ni sus metodos de matar. Ni siquiera entre la pena que les sera impuesta cuando sean juzgados.

El carnicero de Milwaukee no morira ejecutado en la silla electrica. Le aplastara la cabeza otro recluso en la carcel de Wisconsin. Tio Ed morira en una cama de una prision federal devorado por el sida y sin intervencion del verdugo.

El carnicero de Rostov ya fue eliminado de un tiro en la nuca.

En cuanto a los ninos de Liverpool seguiran vivos quien sabe por cuanto tiempo aunque ya estan mas muertos y podridos que su desdichada victima.

Vuelvo al hotel cuando oscurece y hoy la prensa dice que han muerto mas de un millar de peregrinos en La Meca aplastados por otros peregrinos que tiraban piedras en un tunel contra Satanas. Lo hacen todos los anos. Y siempre mueren centenares de personas. Sin embargo los verdugos de Jomeini todavia no mataron al blasfemo Salman Rushdie aunque apunalaron a su traductor japones y a un irani que cantaba sus versos satanicos en Alemania.

El reloj de St. Stephan toca las horas.

?Cuantas campanadas?

No las cuento.

No me interesa saber la hora.

Ya quedaran grabadas.

Berta no va a venir. Estoy convencido de que no vendra.

Subo a la habitacion 108. Subo a pie. Al fin y al cabo es el primer piso. Todavia puedo subir unos cuantos mas.

Enciendo la luz. Ningun mensaje. Los dos bombones Amadeus en las almohadas. Asquerosa dulzura.

Sonaba con ella.

Sonaba que un dia nos casabamos en Viena. Teniamos dos ninos. Los queriamos mucho. Los operaban de amigdalas. Los llevabamos a un buen colegio. Los llenabamos de besos y babas de amor. Crecieron con nosotros. Se casaron. Ellos tambien tuvieron hijos. Nos hicimos viejos. Criabamos lorzas de grasa en la cintura. Aparecian las arrugas. Alguna enfermedad. Mas de una vez nos peleabamos. Tu gritabas mucho.

Pero de pronto se nos aparecio la Virgen montada en un cerdo que parecia un querubin pero era un verdadero cerdo.

La Virgen dijo me envia el Creador para expulsaros del paraiso.

No mereceis hoteles de lujo.

No mereceis bombones Amadeus colocados en las almohadas.

No mereceis cuartos de bano limpios en una ciudad tan limpia.

Haced las maletas y marchaos de aqui a morir donde podais.

Al oir esto tu y yo nos miramos y vimos que despues de esta aparicion nuestros cuerpos estaban totalmente desnudos. Estaban muy deteriorados. Estaban tiritando.

Asi que llego el dia de nuestra muerte. Primero me toco a mi. Lo hice despacio. Me resistia a morirme. Nunca me intereso morir. Fue algo triste porque mientras yo me estaba muriendo te veia sentada a mi lado en la silla plegable de hierro.

Tu mano no pudo retenerme en este mundo. Te dije adios. Esto es el fin mi amor. Y tu cerraste mis parpados para que no te viera llorar.

Senti no estar a tu lado cuando el turno te llego a ti. Fue una canallada. Tuviste que valerte tu sola aunque los nietos estaban cerca. Uno de ellos se acercaba para ver si todavia respirabas. Otro te tocaba la pierna que yo habia visto tantas veces cuando eras nina con esa pequena quemadura en la pantorrilla izquierda. Siempre quise besar esa quemadura. Pero ya me habia muerto. Tampoco pude abrazarte. Al morir suspiraste mi nombre y en tu rostro aparecio una sonrisa de infinita hermosura. Tambien era una sonrisa un poco cachonda porque tu siempre fuiste un poco cachonda. No nos enganemos. Y todos los presentes advirtieron que de la debil sombra de inmensa belleza que habia sido tu cuerpo salia entonces una luz radiante. Esa luz iluminaba tus mejillas. Cego a todos. Cuando por fin abrieron los ojos ya no te encontraron en tu lecho de muerte. No estabas alli. Habias ascendido con las manos juntas sobre una luna menguante y los gusanos de seda empezaban a tejer el echarpe azul que una vez yo te habia enviado por Federal Express desde Nueva York. Alli estabas en lo alto del firmamento y yo te suplicaba que acudieras a nuestra cita de Viena. Pero tu no acudias. Y yo me impacientaba. Un dia vino a un congreso internacional de Ministros de Tribunales de Cuentas nuestro tercer nieto. Ya sabes quien digo. No lo esperaba. Vino a visitarme. Se detuvo ante la lapida. La miraba fijamente. Leia despacio mi nombre. Repitio varias veces abuelo Juan. Abuelo Juan. Luego dijo abuelo Juan no sufras por nada. Trata de ser feliz. Haz un pequeno esfuerzo y seras feliz. Todo el mundo es feliz si hace un pequeno esfuerzo. Golpea con los nudillos de tu mano derecha la pared de tu sepultura. Berta esta ahi. A tu lado. Al otro lado del tabique. Aqui leo su nombre en la otra lapida. Era muy alegre. La recuerdo muy bien. Mas alegre que tu. No te ofendas por eso.

?Quieres dar unos golpes en el tabique y veras como te oye?

Hice un esfuerzo y di los golpes. Varios golpes. Y entonces pude oir que tu dabas otros golpes parecidos. Tres o cuatro. No fueron mas. Pero era tanta mi felicidad que hubiera deseado tener ojos que ya me los habian comido los bichos para llorar amandote infinitamente el resto de la eternidad.

Me niego a seguir mas tiempo encerrado en esta habitacion de un hotel al que no has venido.

No voy a buscarte.

Voy a dejar aqui este chisme grabando el ruido de las herraduras cuando pasan los coches de caballos hacia la casa de Mozart. Hasta que se acabe la cinta.

Lo dejo todo encima de la mesa.

Tu foto.

Mi pasaporte.

La llave de nuestra habitacion.

Voy a dar una vuelta por las calles de Viena. Una vuelta muy larga. No tengo prisa.

Viena es mi ciudad.

Cruzare el Danubio.

O quiza ni siquiera lo cruce.

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