que asomas por todas partes. De entrada, tropece con tu articulo acerca de los diarios de Hugo Ball. Un articulo excelente, pense, habil y bien argumentado, una respuesta admirable a los temas en cuestion. No estaba de acuerdo con todas tus opiniones, pero las defendias bien y respete la seriedad de tu posicion. Este tipo cree demasiado en el arte, me dije, pero por lo menos sabe donde esta y tiene la inteligencia de reconocer que hay otras opiniones posibles. Luego, tres o cuatro dias despues, me llego una revista por correo y lo primero que vi fue un cuento firmado por ti. “El alfabeto secreto”, el que trata sobre un estudiante que constantemente encuentra mensajes escritos en las paredes de los edificios. Me encanto. Me gusto tanto que lo lei tres veces. ?Quien es este Peter Aaron?, me pregunte, ?y donde ha estado escondido? Cuando Kathy como-se-llame me telefoneo para decirme que Palmer habia escurrido el bulto, le sugeri que se pusiese en contacto contigo.
– Asi que tu eres el responsable de que me encuentre aqui -dije, demasiado aturdido por sus prodigos elogios como para que se me ocurriera algo mas que esta debil respuesta.
– Bueno, reconozco que no ha salido como esperabamos.
– Puede que no sea tan mala cosa -dije-. Por lo menos no tendre que permanecer de pie en la oscuridad notando como me flojean las piernas. No deja de ser una ventaja.
– La madre naturaleza ha acudido en tu ayuda.
– Exactamente. La suerte me ha salvado el pellejo.
– Me alegro de que te hayas ahorrado ese tormento. No quisiera vivir con eso en mi conciencia.
– Pero gracias por hacer que me invitasen. Fue una satisfaccion para mi, y la verdad es que te estoy muy agradecido.
– No lo hice para que me lo agradecieses. Sentia curiosidad, y antes o despues me habria puesto en contacto contigo yo mismo. Pero se presento esta oportunidad y pense que seria una forma mas elegante de hacerlo.
– Y aqui estoy, sentado en el Polo Norte con el almirante Peary en persona. Lo menos que puedo hacer es invitarte a una copa.
– Acepto tu invitacion, pero con una condicion. Tienes que responder primero a mi pregunta.
– Encantado, siempre y cuando me digas cual es la pregunta. No recuerdo que me hayas hecho ninguna.
– Claro que si. Te he preguntado donde has estado escondido. Puede que me equivoque, pero mi suposicion es que no llevas mucho tiempo en Nueva York.
– Antes vivia aqui, pero luego me marche. Hace solo cinco o seis meses que he vuelto.
– ?Y donde has estado?
– En Francia. He vivido alli cerca de cinco anos.
– Eso lo explica. Pero ?por que diablos quisiste vivir en Francia?
– Por ninguna razon especial. Sencillamente, queria estar en algun sitio que no fuese aqui.
– ?No fuiste a estudiar? ?No trabajabas para la UNESCO o para algun importante bufete internacional?
– No, nada de eso. Mas o menos vivia al dia.
– La vieja aventura del expatriado, ?no es eso? Joven escritor norteamericano se va a Paris para descubrir la cultura y a las mujeres hermosas, para experimentar los placeres de sentarse en los cafes y fumar cigarrillos negros.
– No creo que fuese eso tampoco. Senti que necesitaba aire para respirar, eso es todo. Elegi Francia porque hablo frances. Si hubiese hablado serbo-croata, probablemente me hubiese ido a Yugoslavia.
– Asi que te fuiste. Sin ninguna razon especial, segun dices. ?Hubo alguna razon especial para que volvieses?
– Me desperte una manana el verano pasado y me dije que ya era hora de volver a casa. Asi, por las buenas. De repente senti que ya habia estado alli suficiente tiempo. Demasiados anos sin beisbol, supongo. Si no recibes tu racion de partidos, se te puede empezar a secar el espiritu.
– ?Y no piensas volver a marcharte?
– No, no creo. Fuera lo que fuera lo que estaba intentando demostrar al irme alli, ya no me parece importante.
– Puede que ya lo hayas demostrado.
– Es posible. O puede que la cuestion haya que plantearla en otros terminos. Puede que utilizara los terminos equivocados desde el principio.
– De acuerdo -dijo Sachs, dando de pronto una palmada sobre la barra-. Ahora tomare esa copa. Estoy empezando a sentirme satisfecho, y eso siempre me da sed.
– ?Que quieres tomar?
– Lo mismo que tu -dijo, sin molestarse en preguntar que estaba tomando yo-. Y puesto que el camarero tiene que venir hasta aqui de todas formas, dile que te sirva otro. Se impone un brindis. Es tu vuelta al hogar, despues de todo, y tenemos que celebrar con clase tu regreso a los Estados Unidos.
No creo que nadie me haya desarmado nunca tan totalmente como lo hizo Sachs aquella tarde. Entro a saco desde el principio, asaltando mis mazmorras y escondites mas secretos, abriendo una puerta cerrada tras otra. Segun descubri mas tarde, era una actuacion tipica de el, casi un ejemplo clasico de su forma de moverse por el mundo. Nada de andarse por las ramas, nada de guardar distancias; arremangate y empieza a hablar. No le costaba ningun esfuerzo entablar conversacion con absolutos desconocidos, lanzarse a hacer preguntas que nadie mas se habria atrevido a hacer y, con mucha frecuencia, salirse con la suya. Uno tenia la impresion de que no habia aprendido nunca las reglas, que, puesto que carecia por completo de inhibiciones, esperaba que todo el mundo fuese tan franco como el. Y sin embargo habia siempre algo impersonal en su interrogatorio, como si no estuviese intentando establecer un contacto humano contigo sino mas bien intentando resolver para si algun problema intelectual. Esto daba a sus comentarios cierto matiz abstracto, lo cual inspiraba confianza, te predisponia a contarle cosas que en algunos casos ni siquiera te habias dicho a ti mismo. Nunca juzgaba a nadie cuando le conocia, nunca trataba a nadie como a un inferior, nunca hacia distinciones entre las personas por su condicion social. Un camarero le interesaba tanto como un escritor, y si yo no me hubiese presentado ese dia, probablemente habria pasado dos horas hablando con el mismo hombre con el cual yo no me habia molestado en cruzar ni diez palabras. Sachs le presuponia automaticamente una gran inteligencia a la persona con la que hablaba, confiriendole asi una sensacion de dignidad e importancia. Creo que esa era la cualidad que mas admiraba en el, esa habilidad innata para sacar lo mejor de los demas. A veces parecia un tipo raro, un excentrico con la cabeza en las nubes, permanentemente distraido por oscuros pensamientos y preocupaciones, y sin embargo me sorprendia una y otra vez con cien pequenas muestras de su atencion. Como todo el mundo, solo que quizas mas que otros, conseguia combinar una multitud de contradicciones en una unica y compacta presencia. Estuviera donde estuviera, siempre parecia sentirse a gusto en su entorno, a pesar de que raras veces he conocido a nadie que fuese tan torpe, tan inepto fisicamente, tan inutil para realizar las acciones mas sencillas. Durante toda nuestra conversacion de aquella tarde no paro de tirar su abrigo del taburete. Debio de suceder seis o siete veces, y una de ellas, cuando se agacho para recogerlo, incluso se dio con la cabeza en la barra. No obstante, segun descubri mas tarde, Sachs era un excelente atleta. Habia sido el principal anotador del equipo de baloncesto de su colegio, y en todos los partidos de uno contra uno que jugamos a lo largo de los anos, no creo que le ganara mas de una o dos veces. Era locuaz y a menudo descuidado al hablar, pero su literatura se caracterizaba por una gran precision y concision, un autentico don para la frase adecuada. El hecho de que escribiera, por otra parte, me parecia muchas veces un enigma. Estaba demasiado volcado hacia fuera, demasiado fascinado por los demas, demasiado contento entre las multitudes, para dedicarse a una ocupacion tan solitaria. Pero la soledad apenas le perturbaba y siempre trabajaba con tremenda disciplina y fervor, encerrandose a veces durante varias semanas seguidas para terminar un proyecto. Dado su caracter y su particular modo de mantener vivas todas las facetas de su personalidad, uno suponia que Sachs no estaba casado. Parecia demasiado desarraigado para la vida domestica, demasiado democratico en sus afectos para ser capaz de mantener relaciones intimas con una sola persona. Pero Sachs se caso joven, mucho mas joven que nadie que yo conociese, y mantuvo vivo ese matrimonio durante cerca de veinte anos. Tampoco era Fanny la clase de esposa que parecia especialmente adecuada para el. En caso de necesidad, yo podria haberle imaginado con una mujer docil y maternal, una de esas esposas que permanece contenta a la sombra de su marido, dedicada a proteger a su hombre-nino de los aspectos practicos del mundo cotidiano. Pero Fanny no era ni remotamente asi. La companera de Sachs era en todo su igual, una mujer compleja y sumamente inteligente que tenia una vida propia e independiente, y si el consiguio conservarla durante esos veinte anos fue unicamente porque se lo gano a pulso, porque tenia un enorme talento para entenderla y mantenerla en equilibrio consigo misma. El talante dulce de Sachs sin duda ayudo al matrimonio, pero no quisiera poner demasiado enfasis en ese aspecto de su caracter. A pesar de su dulzura, Sachs podia ser rigidamente dogmatico en su manera de pensar, y habia veces