cometas, extendidos en una delgada capa, cada uno tan alejado de su hermano mas proximo como la Tierra lo esta de Marte, navegan para siempre a traves del frio y negro vacio.

Ahi, su interminable sueno tranquilo podria durar miles de millones de anos... pero no eternamente.

Nada dura eternamente.

Primera parte

EL YUNQUE

Hasta los mismos dioses luchan en vano contra el aburrimiento.

Nietzsche

ENERO: EL PORTENTO

Se han marchitado los laureles de nuestro pais y los meteoros hacen que se oculten de espanto las estrellas fijas en el cielo. La Luna, de palido rostro, lanza resplandores sangrientos sobre la tierra, y los profetas de semblante escualido cuchichean anuncios de cambios terribles. Signos son estos que presagian la muerte o la caida de los reyes.

William Shakespeare, El rey Ricardo II

El Mercedes azul ingreso en el amplio camino circular de la mansion de Beverly Hills exactamente a las seis y cinco. Era muy comprensible que Julia Sutter se quedara sorprendida.

—?Dios mio, George, si es Tim! Y a la hora en punto.

George Sutter se aproximo a la ventana, donde estaba ella. Si, aquel era el coche de Tim. Solto un grunido y volvio al bar. Las fiestas de su mujer eran siempre acontecimientos importantes, y el no comprendia que, despues de varias semanas de cuidadosa preparacion, Julia temiera tanto que nadie se presentase. Era una psicosis tan familiar que deberia existir un nombre con que designarla.

Pero alli estaba Tim Hamner, y puntual. Aquello era extrano. La fortuna de Tim se remontaba a la tercera generacion. Una fortuna antigua, segun el criterio de Los Angeles, y una fortuna muy considerable. Tim solo acudia a las fiestas cuando le apetecia.

El arquitecto de los Sutter habia sido un entusiasta del hormigon. La casa tenia muros y angulos cuadrados, y en los jardines habia estanques de formas irregulares, suavemente curvadas. No era una arquitectura extrana para Beverly Hills, pero sorprendia a los visitantes del Este. A la derecha habia un chalet en el estilo tradicional de Monterrey, de estuco blanco y rojos tejados, y a la izquierda un castillo normando trasplantado a California como por arte de magia. La mansion de los Sutter estaba situada a una buena distancia de la calle, de modo que parecia divorciada de las altas palmeras que los prohombres municipales habian decretado para aquella zona de Beverly Hills. Un largo camino curvo conducia a la casa. En el porche, ocho diligentes jovenes, con chaquetas rojas, se ocupaban del aparcamiento.

Hamner dejo el motor en marcha y bajo del coche. Sono el dispositivo que advertia de que habia dejado puesta la llave de contacto. De ordinario, Tim habria soltado una maldicion, pero esta vez ni se dio cuenta. Sus ojos tenian una expresion sonadora. Dio unas palmaditas en el bolsillo de la chaqueta y luego deslizo la mano en su interior. El joven encargado del aparcamiento vacilo. Normalmente, la gente no daba propina hasta que se iba. Hamner echo a andar, con su expresion sonadora, y el muchacho se marcho con el vehiculo.

Hamner volvio la cabeza para mirar a los jovenes de las chaquetas rojas y se pregunto si alguno de ellos estaria interesado por la astronomia. Casi siempre eran estudiantes de la UCLA o la Universidad de Loyola. Tal vez... Decidio que no, aunque de mala gana, y entro en la casa, llevandose de vez en cuando la mano al bolsillo para hacer crujir el telegrama entre sus dedos.

Las grandes puertas dobles daban a una enorme area que abarcaba toda la casa. Amplios arcos, bordeados de ladrillo rojo, separaban la entrada del resto de la casa: una mera sugerencia de paredes entre estancias. El suelo, continuo en todo el amplio espacio, estaba compuesto por baldosas marrones con brillantes dibujos incrustados. De mas de doscientos invitados que se esperaban, menos de una docena se agrupaban cerca del bar. Su conversacion era animada y alegre, en un tono mas alto de lo necesario. Parecian aislados en aquel espacio vacio, solo ocupado por todas aquellas mesas con velas y manteles lujosos. Habia casi tantos sirvientes uniformados como invitados. Hamner no observo nada de esto. Estaba acostumbrado a ello desde nino.

Julia Sutter se aparto del pequeno grupo de invitados y se acerco rapidamente a el. La piel que rodeaba sus ojos estaba tensa, pues se habia sometido a una operacion de cirugia estetica y el rostro parecia mas joven que las manos. Hizo ademan de besar a Tim, pero apenas le rozo la mejilla.

—?Tim, cuanto me alegro de verte! —exclamo, y en seguida observo la radiante sonrisa de el. Retrocedio un poco y entorno los ojos—. Por Dios, Tim, ?que has estado fumando? —le pregunto en un tono de fingida inquietud que encubria una preocupacion real.

Tim Hamner era alto y huesudo. Apenas un indicio de barriga rompia la estilizacion de sus lineas. Su largo rostro parecia hecho a proposito para reflejar melancolia. La familia de su madre habia sido propietaria de un negocio muy rentable que ofrecia servicios de inhumacion y deposito de cadaveres, y aquello se notaba. Pero aquella noche su rostro ostentaba la mejor de sus sonrisas, y habia una extrana luz en sus ojos.

—?El cometa Hamner-Brown!

Julia le miro fijamente.

—?Como dices?

Aquello no tenia sentido. Los cometas no se fuman. Trato de descifrar las palabras de Tim mientras dirigia una mirada a su marido para ver si ya estaba tomando la segunda copa, y luego otra a la puerta. Se pregunto cuando llegarian los demas. Las invitaciones habian sido explicitas. Los invitados importantes solian llegar temprano y no podian quedarse hasta muy tarde...

Oyo el ruido de un potente vehiculo en el exterior y, a traves de las estrechas ventanas que enmarcaban la puerta, vio a media docena de personas que bajaban de una limosina negra. Tim tendria que cuidar de si mismo. Julia le dio unas palmaditas en el brazo al tiempo que decia:

—Eso esta muy bien, Timmy. ?Quieres perdonarme, por favor?

Le dirigio una sonrisa calida pero apresurada y se marcho.

Si aquello molesto a Tim, no hubo signo alguno que lo mostrara. Se dirigio al bar, lentamente, mientras Julia iba a recibir a su invitado mas importante, el senador Jellison, con todo su sequito. El senador siempre llevaba a alguien consigo, tanto familiares como ayudantes administrativos. Cuando Tim llego al bar, su sonrisa seguia siendo resplandeciente.

—Buenas noches, senor Hamner.

—Buenas son, en efecto. Esta noche ando sobre nubes rosas. Felicitame, Rodrigo. ?Van a darle mi nombre a un cometa!

Michael Rodriguez, que estaba colocando vasos detras de la barra, estuvo a punto de dejar caer uno.

—?Un cometa?

—Exactamente. El cometa Hamner-Brown. Se acerca, Rodrigo, puedes verlo... Sera alrededor de junio, semana mas o menos.

Hamner se saco el telegrama del bolsillo y lo abrio con un solo movimiento rapido de la mano.

—No lo veremos desde Los Angeles —dijo Rodriguez, riendo—. ?Que le sirvo esta noche?

—Whisky con hielo. Puede que lo veas. Podria ser tan grande como el cometa Halley.

Hamner cogio el vaso y miro a su alrededor. Habia un grupo alrededor de George Sutter. Aquella aglomeracion atrajo a Tim como un iman. Agarro el telegrama con una mano y el vaso con la otra, mientras Julia iba presentando a los recien llegados.

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