El cuerpo del senador Arthur Clay Jellison era una especie de mole, mas musculoso que grueso. Era voluminoso, alegre y tenia espesos cabellos blancos. Resultaba muy fotogenico, y la mitad de la poblacion del pais le hubiera reconocido. Su voz sonaba exactamente como en la television, resonante, envolvente, de modo que cualquier cosa que dijera adquiria una misteriosa importancia.

Maureen Jellison, la hija del senador, tenia largos cabellos rojizos y la piel muy blanca. Su belleza habria intimidado a Tim en cualquier otra velada. Pero aquella noche no.

Por fin Julia Sutter se dirigio de nuevo a el.

—?Que me decias acerca de un...?

—?El cometa Hamner-Brown! —exclamo Tim mostrando el telegrama—. ?El observatorio de Kitt Peak ha confirmado mi observacion! ?Es un cometa autentico, mi cometa, y van a ponerle mi nombre!

Maureen Jellison enarco ligeramente las cejas. George Sutter vacio su vaso antes de hacer la pregunta elemental:

—?Quien es ese Brown?

Hamner se encogio de hombros. Un poco del liquido de su vaso, todavia sin probar, se derramo sobre la alfombra, y Julia fruncio el ceno.

—Nadie ha oido jamas hablar de el —explico Tim—, pero la Union Astronomica Internacional afirma que su observacion del cometa ha sido simultanea.

—En ese caso, lo que posees es la mitad de un cometa —dijo George Sutter.

Tim se echo a reir con toda naturalidad.

—El dia que poseas medio cometa, George, te comprare todos esos bonos que tanto te empenas en venderme. Y te pagare todo lo que bebas por la noche.

Termino su whisky de un par de tragos, en el mismo momento que perdia a su audiencia. George volvia al bar. Julia tomaba al senador Jellison del brazo y le conducia al encuentro de nuevos invitados, seguidos de cerca por los ayudantes administrativos del politico.

—Medio cometa es mucho —dijo Maureen Jellison, la unica que no se habia movido. Tim Hamner se volvio hacia ella—. Dime, ?como puedes ver algo a traves de esa atmosfera tan contaminada?

Por el tono de su voz y la expresion de su rostro parecia interesada. Podria haberse marchado con su padre, pero alli estaba. Tim sentia el calorcillo del licor en la garganta y el estomago. Empezo a hablar a la muchacha de su observatorio en la montana, que estaba a muchos kilometros despues del monte Wilson, pero lo bastante alejado, en las montanas de Los Angeles, para que las luces de Pasadena no estropearan la vision. Alli tenia viveres y un ayudante, y pasaba las noches de meses enteros observando el cielo, siguiendo la trayectoria de asteroides conocidos y de las lunas exteriores, haciendo que su vista y su memoria se familiarizasen con el territorio estelar, buscando siempre el punto luminoso que no deberia estar alli, la anomalia que...

Maureen Jellison tenia la mirada inequivocamente vidriosa, y Tim se interrumpio.

—Oye, ?no te estoy aburriendo? —le pregunto.

—No, no —se apresuro ella a responder—. Perdona. Ha sido solo... una idea que me ha pasado por la cabeza.

—Se que a veces me entusiasmo demasiado.

Ella sonrio y meneo la cabeza, haciendo ondear su magnifica cabellera rojiza.

—No, de veras me interesa lo que dices. Papa es miembro del subcomite financiero para la ciencia y la astronautica. Le gusta la ciencia pura, y me ha contagiado sus preferencias. Estaba pensando que... Eres un hombre que sabe lo que quiere y lo ha encontrado. —De subito se puso muy seria y anadio—: No son muchos los que pueden decir lo mismo.

Tim se rio, azorado. Todavia no estaba acostumbrado al exito.

—?Que puedo hacer para que se repita ese elogio?

—Eso es, exactamente —replico ella—. ?Que ocurre cuando uno se ha paseado por la luna y luego, de repente, cancelan el programa espacial?

—Pues... no lo se. Creo que a veces tienen problemas...

—No te preocupes por eso —dijo Maureen—. Ahora estas en la luna. Disfrutalo.

El viento calido y seco conocido como Santa Ana barrio las colinas de Los Angeles, limpiando a la ciudad de humo y niebla. Al caer la tarde, las luces titilaron con una brillantez desusada. Los ocupantes del Coronado verde que corria con las ventanillas abiertas disfrutaban del agradable clima veraniego en pleno enero. Eran Harvey Randall y su esposa Loretta. Cuando llegaron a la casa de Sutter, Harvey entrego el coche al sirviente de chaqueta roja y aguardo, mientras Loretta componia su sonrisa, antes de cruzar las grandes puertas de entrada.

Les esperaba la habitual escena multitudinaria de una fiesta en Beverly Hills. Un centenar de personas diseminadas entre las mesitas y otro centenar dividido en grupos. En un angulo, unos mariachis tocaban una alegre musica de fondo, y el cantante, a pesar de que no tenia microfono, se desenvolvia bastante bien, informando a todo el mundo sobre el estado de su corazon. Los recien llegados saludaron a sus anfitriones y se separaron. Loretta encontro en seguida alguien con quien conversar, y Harvey localizo el bar buscando la mayor aglomeracion de gente. Recogio dos gintonics mientras fragmentos de conversacion rebotaban a su alrededor.

—Le tenemos prohibido que pise la alfombra blanca, y el obedece. El otro dia tenia al gato inmovilizado en medio de la alfombra y el recorria su perimetro una y otra vez, como un centinela...

—...una chica preciosa sentada delante de mi, en el avion. Un verdadero bombon, aunque todo lo que podia verle era la cabellera y la parte posterior de la cabeza. Estaba pensando en la manera de entrar en contacto con ella cuando se volvio y dijo: «?Tio Pete! ?Que estas haciendo aqui?»

—...?Ya lo creo que es una gran ayuda! Cuando llamo y digo que soy el concejal Robbins, todos los caminos se allanan. Ni uno de mis clientes ha perdido una buena opcion desde que el alcalde me nombro.

Aquellos retazos de conversacion se quedaban grabados en la mente de Harvey Randall. No podia evitar prestarles atencion, ni tampoco queria evitarlo: era una deformacion profesional, propia de su trabajo en una emisora de television. La gente le fascinaba. Le hubiera gustado saber las reacciones que aquellas frases despertaban en otras mentes.

Miro a su alrededor, en busca de Loretta, pero ella era demasiado baja para destacar entre aquella muchedumbre. En cambio vio la cabeza de Brenda Tey, inconfundible por su peinado alto y el color del pelo, de un rojo anaranjado poco convincente. Era la mujer que habia hablado con Loretta antes de que Harvey se dirigiera al bar, y el empezo a abrirse camino entre el mar de brazos que sostenian vasos con bebidas.

—?Veinte mil millones de dolares y todo lo que conseguimos es un monton de piedras! —oyo decir a alguien—. Esos cohetes inmensos no son mas que miles de millones tirados al agua. ?Por que gastar todo ese dinero en aventuras espaciales cuando podriamos ser...?

—No digas tonterias —le interrumpio Harvey.

George Sutter se volvio, sorprendido.

—Oh, hola, Harv. Ocurrira lo mismo con esa lanzadera espacial, ni mas ni menos. Dinero y mas dinero tirado por la ventana.

—Esta usted muy equivocado —tercio una voz clara, dulce y penetrante, que interrumpio la perorata de George, reclamando atencion. George se detuvo a mitad de la frase.

Harvey descubrio a una pelirroja espectacular, con un atrevido vestido de noche verde, que sostuvo su mirada e hizo que el la apartara primero.

—?Esta usted de acuerdo en que dice tonterias? —pregunto Harvey sonriente.

—He dicho, con un poco mas de tacto, que esta equivocado —replico ella, devolviendole la sonrisa. Entonces volvio al ataque—: Senor Sutter, la NASA no invirtio el dinero del Apolo en maquinaria, sino que pagamos la investigacion para construirla, y todavia tenemos los resultados. El conocimiento no se tira al agua. En cuanto a la lanzadera espacial, es el precio por llegar alli donde realmente podemos aprender cosas, y en este aspecto no puede considerarse un precio excesivo...

Un pecho y un hombro de mujer se restregaron juguetonamente contra el brazo de Harvey. No podia ser otra que Loretta, y lo era, en efecto. El le ofrecio la bebida. Su propio vaso estaba semivacio. Cuando Loretta empezo a hablar, Harvey le hizo un gesto para que se callara, un poco mas rudamente de lo que solia, e ignoro la expresion de protesta de la mujer.

La pelirroja conocia sus posibilidades. Si el razonamiento sutil y la logica bastaban para vencer en una discusion, ella vencia. Pero tenia muchos mas recursos: atraia las miradas de todos los hombres y tenia un lento

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