abajo.

—?Que espera usted que encuentre la humanidad en el espacio, senor Hicks? —pregunto el director del noticiario, un joven de denso pelo que rozaba la treintena. El microfono que sostenia en la mano se metio debajo de la nariz de Hicks, obligandole a alzar ligeramente la barbilla para hablar. Hicks no se atrevio a ajustar su movimiento; era en directo. La entrevista estaba siendo grabada ademas en un antiguo magnetoscopio negro y gris en una consola detras del director del noticiario.

—La guerra por la obtencion de recursos se esta caldeando —dijo Hicks. Un poco mas de romanticismo, quiza—: El cielo esta lleno de metales, hierro y niquel e incluso platino y oro… Montanas volantes llamadas asteroides. Podemos traer esas montanas a la Tierra y explotar sus minerales en orbita. Algunas de ellas son casi metal puro.

—?Pero que convencera, digamos, a un muchacho o muchacha quinceanero a estudiar una carrera abocada al espacio?

—El tener una oportunidad —dijo Hicks, aun frio al microfono y al entrevistador, con la mente en otra parte. Llamalo instinto de periodista, pero llevaba varios dias sintiendose intranquilo—. Pueden elegir quedarse en la Tierra y vivir una existencia, una vida, muy poco distinta de las vidas que llevaron sus padres, o pueden intentar abrir sus alas hacia las altas fronteras. No necesito convencer a los jovenes que el futuro, dentro de diez o veinte anos, esta realmente en el espacio. Ellos ya lo saben.

—?Predicando para el coro? —pregunto amablemente el director del noticiario.

—Mas bien si —dijo Hicks. El espacio ya no era controvertido. No era el tipo de tema que ocupara mucho tiempo de antena en las emisoras de rock y surf.

—?Tal vez el temor de estar «predicando para el coro» le impulso a escribir su novela, quiza con la esperanza de encontrar una audiencia mas amplia?

—?Perdon?

—Una audiencia mas alla de los libros cientificos. Una incursion en la ciencia ficcion.

—Nada de incursion. Leo ciencia ficcion desde que era un chico en Somerset. Arthur Clarke nacio en Somerset, ?sabe? Pero respondiendo a su pregunta: no. Mi novela no esta escrita para las masas, esa es la lastima. Cualquiera a quien le guste la literatura solida le ha de gustar mi novela, pero debo advertirle —oh, Dios, penso Hicks; no solo frio; malditamente helado— que es tecnica. No se admiten ignorantes. La sobrecubierta se estremece ante su aproximacion.

El director rio educadamente.

—A mi me gusto —dijo—, y supongo que eso significa que no soy un ignorante.

—Por supuesto que no —concedio Hicks.

—Naturalmente, ha oido hablar usted de los informes australianos…

—No. Lo siento.

—Han estado llegando durante todo el dia.

—Si, bueno, solo son las diez de la manana, y he dormido hasta tarde. —Se dio cuenta de que sentia un ligero hormigueo en la nuca. Miro firmemente al director del noticiario, con ojos ligeramente saltones.

—Esperaba poder conseguir algun comentario de usted, un experto en fenomenos extraterrestres.

—Cuentemelo, y yo lo comentare.

—Los detalles todavia son embrionarios, pero al parecer el gobierno australiano esta solicitando asesoramiento para enfrentarse a la presencia de una nave espacial alienigena en su suelo.

—Ahora una de indios —dijo Hicks reflexivamente.

—Eso es lo que han informado.

—Suena estupido.

El rostro del director enrojecio.

—Yo solo transmito las noticias, no las fabrico.

—Toda mi vida he aguardado la posibilidad de informar de un autentico encuentro con extraterrestres. Llameme romantico si quiere, pero siempre he mantenido la esperanza de la posibilidad de un encuentro asi. Y siempre me he sentido decepcionado.

—?Cree que el informe es un fraude?

—No creo nada.

—Pero, si hubiera visitantes alienigenas, ?se apuntaria usted entre los primeros a hablar con ellos?

—Les invitaria a casa a que conocieran a mami. A mi madre.

—?Les daria la bienvenida a su casa?

—Por supuesto —dijo Hicks, sintiendo un calorcillo interior. Ahora podia mostrar su autentico ingenio y estilo.

—Gracias, senor Hicks. —El director acerco de nuevo el microfono a su boca, dejando a Hicks fuera—. Trevor Hicks es un cientifico y un periodista cientifico cuyo mas reciente libro es una novela, Hogar estelar, que trata del siempre fascinante tema de la colonizacion del espacio y el primer contacto con seres extraterrestres. Y a continuacion podran escuchar, en las Noticias de las Nueve: otro intento de capturar la arena arrebatada por el mar en Pacific Beach, y el nacimiento de una ballena gris en Sea World.

—?Puedo ver esos informes australianos? —pregunto Hicks cuando el director del noticiario hubo terminado. Reviso los telex del pequeno monton del servicio de agencias. Lo mejor que se podia decir de ellos era que eran laconicos. Un nuevo Ayers Rock en medio del Gran Desierto Victoria. Geologos investigando. Formacion anomala.

—Notable —dijo, devolviendo las hojas al director del noticiario—. Gracias.

—A su disposicion —dijo el director, abriendo la puerta.

Un brillante taxi amarillo le aguardaba en el aparcamiento de la emisora. Hicks subio al asiento de atras, sintiendo todavia el hormigueo en la nuca.

—?Puede encontrar un puesto de periodicos? —pregunto al taxista.

—?Un puesto de periodicos? No en Clairemont Mesa.

—Necesito un periodico. Un buen periodico. Edicion de la manana.

—Se un lugar en la avenida Adams que vende el New York Times, pero sera el de ayer.

Hicks parpadeo y nego con la cabeza. Sus reflejos tecnologicos eran lentos.

—Al Inter-Continental, entonces —dijo. Grandes partes de su cerebro vivian todavia veinte anos en el pasado. Sobre la mesa, en su habitacion del hotel, tenia un dispositivo que podria proporcionarle todas las noticias que necesitaba: su ordenador. Con su modem incorporado, podia conseguir el acceso a una docena de las principales redes de datos dentro del plazo de una hora. Tambien podia echar un vistazo a unos cuantos esotericos boletines sobre temas del espacio en busca de la informacion que los periodicos no consideraban suficientemente de confianza como para publicar. Y siempre estaba el enigmatico Regulus. Hicks no habia accedido al Regulus durante sus periodicos vagabundeos a traves de las redes y boletines, pero habia conseguido su numero y su codigo de identificacion a traves de un amigo, Chris Riley, en el Cal Tech.

Regulus, le habia dicho Riley, conocia todas las cosas profanas acerca del espacio y la tecnologia.

Al infierno con promocionar el libro. Hicks no se habia sentido tan energico desde 1969, cuando habia cubierto el alunizaje para el New Scientist.

4

Arthur permanecia tendido en la cama, con los brazos doblados tras su cabeza. Francine estaba sentada sobre un monton de almohadones a su lado. Ella y Martin habian regresado el dia antes, para hallarle preocupado con profundos secretos. Un bloc con su proyecto de planear y reunir un equipo operativo estaba abierto sobre sus rodillas, sin leer.

Estaba pensando en como enfrentarse a una vida sin Harry. Parecia triste, aunque estuviera cargada de

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