—Si.

—Si, lo oigo.

Imagino las masas de neutronio y antineutronio, o lo que fueran, encontrandose en el centro del planeta; quiza ya lo habian hecho, hacia minutos o tal vez incluso una hora, y el frente en expansion de ardiente plasma estaba empezando a dejar sentir sus efectos sobre el manto de la Tierra y su delgada corteza.

En la escuela secundaria, Edward habia intentado en una ocasion dibujar un mapa a escala de las capas en seccion de la Tierra, con los nucleos interno y externo, el manto y la corteza senalados en su proporcion correspondiente. Habia descubierto muy pronto que la corteza no podia ser reflejada mas que como la mas delgada de las lineas a lapiz, ni aunque ampliara su dibujo a una hoja de papel de embalar de dos metros y medio. Utilizando su calculadora para deducir lo grande que tendria que ser el dibujo, habia averiguado que el suelo del gimnasio de la escuela seria suficiente para contener un dibujo que diera a la corteza una anchura igual a un tercio de su dedo menique.

De nuevo volumenes y superficies ocultos.

Insignificancia.

Los geologos trataban todo el tiempo con insignificancias, pero ?cuantos las aplicaban directamente a sus vidas personales?

—… za por miii… Deeeja que me acoooja en tu seeeno…

—El aire es mas caliente —dijo Minelli. El cuello de su camiseta negra estaba empapado y su pelo colgaba en chorreantes mechones negros. Ines estaba sentada un poco mas lejos, en la terraza superior, sollozando suavemente para si misma.

—Ve con ella —indico Edward, haciendo un gesto con la cabeza en su direccion.

Minelli le lanzo una mirada impotente, luego subio los peldanos.

—La gente es todo lo que importa —le dijo suavemente a Betsy—. Ninguna otra cosa importa. No al principio, no al final.

—Mira —dijo Betsy, senalando hacia el este. Las nubes se alzaban en el cielo, no hinchandose sino simplemente formandose en estrias a gran altitud. El aire tenia un olor electrico y era opresivo, tangible, denso y caliente. El sol parecia estar mas lejos que nunca, perdido en medio de una clara sopa lechosa.

Edward bajo la vista de las nubes, mareado, e intento orientarse en el valle. Busco algun punto de referencia familiar, algo que le diera una perspectiva fija.

Los Arcos Reales, en lento movimiento, se deslizaron en enormes fragmentos curvados por la gris cara de granito sobre el hotel incendiado. Diminutos arboles danzaron freneticamente y luego cayeron sobre sus aislados fragmentos de roca, las ramas alzadas por la resistencia del aire. El rugir, incluso a traves del valle, fue ensordecedor. Los fragmentos en forma de cimitarras, de docenas de metros de anchura, se desmoronaban como yeso viejo sobre el suelo del valle, extinguiendo el Ahwanee y sepultando los coches contra incendios, los bomberos y las pequenas multitudes de espectadores en una nube de polvo y restos que se abria como una flor. Penascos del tamano de casas rodaron por el bosque hasta el rio Merced. Nuevos taludes reptaron por el suelo del valle como los seudopodos de una ameba, vivos, agitantes, buscando una nueva estabilidad.

Betsy no dijo nada. Edward miro aprensivamente la cercana grieta en la terraza.

Minelli habia desistido de intentar sujetar a Ines. La muchacha habia huido del borde, sus pechos y brazos y caderas agitandose mientras saltaba los escalones y las barandillas. Dirigio una sonrisa a Edward y alzo impotente las manos, luego bajo a sentarse a su lado.

—Algunas personas no consiguen superarlo —dijo sobre el menguante retumbar de la caida de las rocas. Miro admirado a Betsy—. Se necesita valor —dijo—. Autentico valor. ?Habeis visto esas concentricas desmoronarse? Exactamente igual que en la escuela. Centenares de anos en un segundo.

—Sooomos niiinos en tuuus maaanos… —Los que cantaban himnos estaban ahora absortos en ellos mismos, sin prestar atencion a nada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Como en trance.

A cada cual lo suyo.

—Asi es como se forman los domos, ese tipo de aglomeraciones concentricas —explico Minelli—. El agua penetra en las junturas y se congela, se expande, y abre las rocas.

Betsy le ignoro, con la mirada fija en el valle, la mano aun cerrada sobre la de Edward.

—Las cascadas —dijo—. Las cascadas Yosemite.

La cinta superior de blanca agua habia quedado bloqueada, permitiendo que las cascadas inferiores agotaran el agua que ya habia caido y se secaran. A la derecha de donde habia estado la Yosemite superior, la columna autoestable de la Flecha Perdida se inclino lentamente unos centenares de metros por encima de la cara del farallon, se rompio en varios fragmentos a mitad de su caida, y reboto contra las laderas cubiertas de arboles y arbustos de abajo. Mas rocas cayeron sobre el valle procedentes de las paredes nor-orientales de granito, oscureciendo el suelo con penascos en desintegracion y nubes de polvo marron y blanco.

—?Por que no nosotros? —dijo Minelli—. Ocurre todo en ese lado.

Un supersticioso algo en Edward deseaba que se callara. Imagina que no esta aqui. No le hagas caso.

La roca bajo ellos se estremecio. Los arboles mas alla de los cantantes de himnos oscilaron y gimieron y se astillaron, agitando sus ramas hacia uno y otro lado. Edward oyo el horrible crujir de grandes lascas de granito desprendiendose al pie de la punta. Mil metros mas abajo —no necesitaba mirar para saberlo—, Camp Curry y Curry Village estaban siendo sepultados bajo millones de toneladas de rocas desprendidas. Los cantantes de himnos se interrumpieron y se abrazaron los unos a los otros para mantener el equilibrio.

—Ya es hora de que nos vayamos —dijo Edward a Betsy. Ella permanecia tendida de espaldas, mirando directamente al retorcido y maligno cielo cubierto como por brochazos de pintura. El aire parecia mas ligero; grandes oleadas de altas y bajas presiones barrian la superficie, propulsadas por el ligero movimiento de los continentes.

Edward la cogio por los sobacos y la arrastro de la terraza inferior, escaleras arriba. Ahora el juego consistia en permanecer con vida tanto tiempo como fuera posible, para ver tanto como pudieran ver…, para experimentar todo el espectaculo hasta su ultimo aliento, que podia ser en cualquier momento.

Minelli se arrastro tras ellos, el rostro envuelto en una sonrisa maniaca.

—?Podeis creer eso? —repetia una y otra vez.

El valle estaba vivo con los ecos de los trozos caidos de granito. Edward apenas podia oir sus propias palabras a Betsy mientras avanzaban torpemente y corrian descendiendo el camino de asfalto, alejandose del borde.

A un metro escaso detras de Minelli, la roca se hendio. La terraza y todo lo que estaba bajo ella se inclino alejandose, y la brecha se ensancho con una majestuosa lentitud. Minelli se arrastro freneticamente, su sonrisa transformada en un rictus de terror.

Al este, como la gran cabeza de un gigante dormido, el Semidomo se inclino varios grados y se hundio en un abismo abierto en el suelo del valle. Se desmenuzo en fragmentos en forma de medio arco. El Liberty Cap y el monte Broderick, en el lado sur del valle, se inclinaron hacia el norte, pero permanecieron de una pieza, rodando y deslizandose como guijarros gigantes por entre la masa de fragmentos del Semidomo, desviandose y haciendose finalmente pedazos y enviando sus fragmentos por todo el valle a distancias de kilometros. En algun lugar en la oscuridad de polvo estaban los restos del Sendero de las Brumas, la cascada Vernal, la cascada Nevada y el lago Esmeralda.

El lodo del fondo del valle se licuo bajo la vibracion, engullendo torrentes y caminos y absorbiendo el Merced en toda su longitud. Los nuevos taludes dejaron caer sus inclinados bordes en culebreantes fracturas y empezaron a extenderse de nuevo; detras de ellos cayeron nuevos fragmentos de granito.

El aire era sofocante. Los cantantes de himnos, de rodillas, llorando y cantando a la vez, no podian ser oidos, solo vistos. El sonido de muerte del Yosemite estaba mas alla de toda comprension, habia cruzado la frontera al dolor, convertido en un rugiente aullido de amplio espectro.

Edward y Betsy no podian mantener el equilibrio ni siquiera sobre manos y rodillas; rodaron por el suelo, sujetandose como podian el uno al otro. Betsy habia cerrado los ojos, y sus labios se agitaban contra el cuello de el; estaba rezando. Edward, curiosamente, no sentia la necesidad de rezar; se sentia exultante. Miro al este, mas alla del valle, mas alla de los arboles que caian, y vio algo oscuro y enorme en el horizonte. No nubes, no un frente de tormenta, sino…

Estaba mas alla de cualquier expresion de sorpresa o maravilla. Lo que estaba viendo solo podia ser una

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