cosa: al este de la sierra Nevada, a lo largo de la linea de fractura trazada entre las montanas formadas por eras de plegante presion y el desierto mas alla, todo el continente se estaba hendiendo, y alzaba su dentado borde decenas de kilometros hacia la atmosfera.

Edward no necesito hacer calculos para saber que aquello significaba el fin. Una tal energia —aunque cesara toda otra actividad— era suficiente para aplastar cualquier cosa viva a lo largo del borde occidental del continente, suficiente para cambiar toda la faz de Norteamerica.

Sintio una aceleracion en la boca de su estomago. Nos alzamos. Su piel parecio hervir. Nos alzamos. Los vientos soplaron con tal fuerza que amenazaron con arrastrarles. Se sujeto a Betsy con sus ultimas fuerzas. Por un momento no pudo ver a Minelli, y luego abrio sus escocidos ojos y lo vio contra un lodoso cielo azul lleno de estrellas —la atmosfera apartandose velozmente sobre ellos—, vio a Minelli de pie, sonriendo beatificamente, los brazos alzados, cerca del nuevo borde de la punta. Retrocedio a traves de muros de polvo sobre una enorme y recien cortada lasca de granito, la boca abierta, gritando sin ser oido sobre el abrumadoramente ensordecedor sonido.

El Yosemite ha desaparecido. Puede que toda la Tierra haya desaparecido. Aun sigo pensando. La unica sensacion que podia sentir Edward, aparte la interminable aceleracion, era el cuerpo de Betsy contra el suyo. Apenas podia respirar.

Ya no estaban tendidos en el suelo, sino que caian. Edward vio muros de roca, enormes y nuevos volumenes blancos recien revelados por todos lados —de miles de metros de anchura—, y arboles girando y grandes masas de tierra desintegrandose e incluso una pequena mujer volando por los aires, a metros de distancia, con el rostro angelico, los ojos cerrados, los brazos abiertos en cruz.

Parecio transcurrir una eternidad antes de que se desvaneciera la luz.

Los volumenes de granito se cerraron sobre ellos.

74

A quince mil kilometros de distancia, la Tierra parecia tan natural y pacifica y hermosa como lo habia sido treinta anos antes, cuando Arthur la habia visto por primera vez en las fotos tomadas desde el espacio. Esa vision —una joya envuelta en nubes, opalina y azul, con intensos remolinos marmoreos de nubes— lo habia sumido en un trance, le habia hecho sentir mas que nunca parte de alguna totalidad cosmica. Habia cambiado su vida.

Los testigos se sentian deprimidos. Nadie dijo una palabra o emitio ningun sonido. Nunca habia experimentado una concentracion tan absorta en una multitud. Marty permanecia inmovil a su lado; habia soltado su mano, un muchacho que no alcanzaba el metro y medio de altura, de pie, solo. ?Cuanto de todo esto comprende?

Quiza tanto como yo.

Nada comparado con lo que esperaban ver. No el incendio de un hogar ancestral, o el hundimiento de un transatlantico; no el bombardeo de una ciudad, o el horror de anonimas tumbas masivas en tiempos de revolucion o guerra. El crimen que se estaba cometiendo contra la humanidad era virtualmente total. Excepto ellos —los ocupantes de las arcas, y los registros salvados para ser transportados en ellas —, la Tierra dejaria de existir.

No podia abarcar con sus pensamientos la totalidad de todo aquello. Tenia que tomar perdidas separadas y luego juntarlas. Eran perdidas altamente personales, cosas que lamentaria; pero su mente aislada no era la mente holografica de la humanidad.

Cosas esenciales que nunca habia conocido serian destruidas. Conexiones, evidencias, historias aun no hechas publicas, irrecuperables. Todo lo que las arcas podian salvar era lo que los humanos habian aprendido sobre si mismos hasta entonces. En adelante, serian refugiados sin esperanzas de volver nunca a su tierra natal, sin esperanzas de recobrar el hilo de los pasados que habian perdido.

Dependerian de la compasion, o cuales fueran sus motivaciones, de unas inteligencias extranas, no humanas, que hasta entonces habian mostrado muy pocas pruebas de estar dispuestas a revelarse; benefactores tan misteriosos como sus destructores.

Vidas. Miles de millones de seres humanos, de existencias siempre fragiles, compartiendo un olvido mutuo. No habia forma alguna de que Arthur pudiera abarcar todo aquello. Tenia que trabajar con abstracciones.

Las abstracciones eran suficientes para cauterizar su alma. Enfrentada a la idea de que lo que veia era real e inmediato, su alma ardia. Habia tenido meses para familiarizarse con aquellos hechos e implicaciones; aquellos meses no le habian hecho lo que la vision de la Tierra, completa y brillante, le estaba haciendo ahora.

No se produjo ninguna explicacion por parte de la red. Mas tarde, cuando cada uno de los testigos se enfrentara a sus dolores particulares, quiza los detalles del final se hicieran claros, y pudiera realizarse un postmortem planetario.

Extranas imagenes destellaron en su mente. Los anuncios de la television de su infancia, mujeres sonrientes con cuellos a la Peter Pan y cabellos elaboradamente peinados, imagenes de maternidad cuidando de familias perfectas. Rostros de soldados muriendo en Vietnam. Presidentes apareciendo uno a uno ante las camaras de television, terminando con Crockerman, una imagen realmente lamentable.

El telescopio de cinco metros de Monte Palomar. Nunca habia trabajado alli, pero habia visitado a menudo aquel lugar historico. El de quince metros de Mauna Kea. Su dormitorio en el Cal Tech. El rostro de la primera mujer con la que habia hecho el amor, aquel primer ano en la universidad. Los profesores dando clase. Su alegria al descubrir las propiedades de la cinta de Moebius; tenia entonces trece anos. La alegria tambien de captar los conceptos de los limites en calculo, y al leer los primeros articulos sobre los agujeros negros a finales de los anos sesenta.

Harry. Siempre Harry.

La primera vez que habia visto a Francine, con un sucinto traje de bano de una sola pieza, negro, tan voluptuosa como una diosa del mar, con su largo pelo negro mojado, la parte de atras de sus piernas y el interior de sus muslos sucios de arena, corriendo para quitarle la toalla a su amiga y cayendo de espaldas con una risa a menos de cinco metros de donde estaba sentado Arthur. No todo esta perdido.

Marty toco su brazo.

—Papa, ?que es eso?

El globo no parecia apreciablemente distinto. Pero Marty senalo, y otros entre los testigos estaban murmurando, y senalaban tambien.

Sobre el Pacifico, una masa blanco plateada crecia como moho en un plato sucio. Sobre la parte occidental de los Estados Unidos y lo que podia ver de Australia se expandian floraciones similares de humedad condensandose.

Al cabo de pocos minutos, la Tierra estaba envuelta en un impenetrable manto blanco y gris. La masa se veia agitada por una especie de oleaje, ondulaciones tan visibles como las de un estanque, pero moviendose con una lentitud de mecanismo de relojeria. Sobre el polo norte se agitaban freneticas cortinas de luz, temblando y reformandose como hileras de velas en medio de la brisa. Eran auroras. Algo estaba volviendose loco en la dinamo interior de la Tierra.

Arthur imagino la explosion expandiendose a traves del superar-diente, altamente radiactivo nucleo interno al nucleo externo, donde nacia el campo magnetico de la Tierra. El denso material fundido comprimiendose aun mas fuertemente al borde del estallido en expansion. Las ondas de choque mecanicas transmitiendo su empuje a la corteza, levantando el fondo de los oceanos —ya debilitados por las cadenas de explosiones termonucleares— y levantando los continentes, diez veces mas gruesos que las cuencas oceanicas, combandolo todo, alzandolo unos cuantos cientos de metros o unos cuantos kilometros. Los oceanos retrocediendo, derramandose sobre los continentes… Todo ello oculto ahora detras de las masas de nubes.

La superficie de la Tierra extremadamente caliente, la atmosfera agitandose como el agua en un cuenco. La mayor parte de la humanidad ya muerta, destruida por los terremotos, las horrendas tormentas atmosfericas o las inundaciones. Pronto las rocas de abajo cesarian en su compresion, y la Tierra…

—Jesus —dijo Reuben a sus espaldas. Arthur le miro; el rostro del joven expresaba fascinacion y horror.

Las nubes se aclararon. A traves de la alterada atmosfera pudieron atisbar una masa lodosa, agitada,

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