de St. Declan, donde solian alojarse antes de subir a bordo de la embarcacion que los conduciria a sus respectivos destinos. Segun el caracter, habia quienes preferian dormir en la posada de Colla. La noche pasada habia alojado a algunos, que ya estarian a bordo del Barnacla Cariblanca. Entre ellos se contaba una religiosa que habia llegado bien entrada la noche y que estaba ansiosa por embarcar al alba. Por otra parte Menma, un sobrino que le ayudaba en la posada, le habia dicho que un hombre y una mujer habian cogido una habitacion algo antes, y viajarian asimismo en el barco de peregrinos.

El Barnacla Cariblanca surcaba a buen ritmo las aguas con la ayuda del viento a favor y la marea. En cierto modo Colla envidiaba a Murchad y el hermoso navio con el que se aventuraba hacia el horizonte, proa a tierras ignotas. Pero el posadero tambien sabia que no estaba hecho para aquella vida. El no era marinero y preferia que sus dias fueran algo mas predecibles.

De ser por el, se habria detenido el dia entero a contemplar el mar y los navios desde el cabo, pero tenia quehaceres pendientes y una posada que llevar. Asi, volvio a concentrarse en el camino; sacudio las riendas y chasqueo la lengua para acuciar a los borricos, que movieron las orejas y, obedientes, tiraron con mas fuerza. La bajada en carro requeria toda su concentracion, pues era mas dificil que el ascenso.

En cuanto llego al patio de la posada, paro el carro. A aquella hora el pueblo era un hervidero de actividad: los pescadores acudian a sus barcas; los marineros, reponiendose de la noche de borrachera y juerga en tierra, se desperezaban de camino a sus respectivos barcos, mientras los jornaleros partian a labrar los campos.

Cuando el rechoncho posadero entro en la posada, Menma, su ayudante, un muchacho de rasgos adustos, estaba barriendo la sala principal. Colla miro a su alrededor con aprobacion al ver que Menma ya habia limpiado las mesas donde habian desayunado los huespedes antes de partir.

– ?Has hecho ya las habitaciones? -le pregunto mientras se disponia a servirse una jarra de aguamiel para refrescarse del trayecto.

Con resquemor, Menma respondio con una negativa moviendo la cabeza.

– Acabo de recoger los platos del desayuno. Ah, y ha pasado ese mercader galo preguntando por vos. Ha dicho que regresara hacia mediodia con un par de hombres para estibar la carga en el barco.

Colla asintio distraidamente, tomandose a sorbos el aguamiel. Acto seguido dejo la jarra sobre la mesa con un suspiro de fastidio.

– Entonces sera mejor que me ponga con las habitaciones antes de que lleguen huespedes. ?Los peregrinos se han marchado sin ningun percance?

Menma penso antes de responder:

– ?Los peregrinos? Creo que si.

– ?Solo crees que si? -repitio Colla con sorna-. Buen posadero estas hecho, si no sabes si tus huespedes se han marchado.

El joven hizo oidos sordos al sarcasmo de su patron.

– Habia otros muchos huespedes exigiendo comida, y solo estaba yo para servirles -protesto con resentimiento, pero anadio-: El monje y la monja que llegaron anoche despues de la comida… esos dos han partido antes de las primeras luces. Yo ni siquiera estaba levantado. Han dejado dinero ahi, sobre la mesa. Vos, que habeis salido pronto, los habreis visto.

Colla movio la cabeza.

– Solo me he cruzado en el camino con un grupo de peregrinos que se dirigian al muelle; venian de la abadia. Bueno, al poco rato me he cruzado con una monja que venia de la misma direccion. Quiza les hacia ilusion llegar pronto al muelle. -Se encogio de hombros con indiferencia-. Mientras hayan pagado. De una docena de huespedes, solo habia otro mas aparte de esos dos que han embarcado en el Barnacla Cariblanca esta manana… esa joven religiosa que llego tan tarde. ?Sabes si se ha levantado para partir con la marea?

– No la recuerdo. Pero si no esta en la posada, se habra ido con el barco o a otro lugar -dijo con indiferencia-. No tengo mas que dos ojos y dos manos.

Colla apreto los labios con enfado. Si Menma no hubiera sido el hijo de su hermana, le habria calentado las orejas. Se estaba convirtiendo en un muchacho perezoso y proteston. Colla tenia la impresion de que para Menma el trabajo en la posada era una labor indigna.

– Muy bien -respondio Colla reprimiendo el enfado-. Empezare a limpiar las habitaciones. Avisame cuando regrese el mercader galo.

Subio por la escalera de madera que llevaba a la planta superior, donde estaban las habitaciones. Eran muy completas: habia una grande en la que podian alojarse a un precio reducido una docena de huespedes o mas, y otras seis para quienes pudieran corresponder con mayor generosidad al posadero. La noche anterior habia llenado la habitacion comun, en buena parte de marineros galos borrachos que no habian podido volver a su barco mercante en los botes a causa del exceso de comida y alcohol. Cinco de los cuartos restantes se habian ocupado: tres huespedes habian estado tratando con mercaderes y, por otra parte, estaban los religiosos que, por el motivo que fuere, habian declinado la hospitalidad de la abadia, cosa nada inusual.

Colla no habia visto al joven monje y la joven hermana que, segun le habia dicho Menma, habian llegado sin equipaje, tras la comida principal. No habian pedido siquiera algo de comer y habian cogido una habitacion individual. En cambio recordaba al tercer huesped de la noche -una joven religiosa- por la hora avanzada que era y por lo agitada que parecia. Habia estado un rato por fuera, como aguardando a alguien; al final se habia decidido a inquirir a Colla si alguien habia preguntado por ella. En vano trato de recordar el nombre de la joven. Le sugirio que acaso estaria mas comoda en el claustro de la abadia, pero insistio en tomar una habitacion alegando que era ya noche cerrada para aventurarse colina arriba y dormir en la abadia. Tambien habia dicho a Colla que debia levantarse temprano para reunirse con otros religiosos y embarcarse en un barco de peregrinos. Puesto que el Barnacla Cariblanca de Murchad era el unico que zarparia con la marea matutina, supuso que la joven no podia referirse a otro. Por tanto, habia ordenado a Menma que despertara a la muchacha con tiempo. Y es que el posadero se tomaba muy en serio la responsabilidad de mirar por el bienestar de los huespedes.

Colla se detuvo un momento en el rellano al final de la escalera para reunir el animo necesario para emprender la tarea. Detestaba limpiar. Era lo peor de llevar una posada. Al no estar casado y no tener hijos, habia acogido al hijo de su hermana pensando que lo aligeraria de trabajo, pero el chico empezaba a ser una carga.

Escoba en mano, abrio la puerta de la habitacion comun con una mueca de asco al golpearle la vaharada de vino rancio, sudor agrio y demas hedores que flotaban entre el desorden y la confusion de las camas deshechas. Ahuyentado, tomo la opcion mas facil de arreglar los cuartos individuales. Seria mas sencillo limpiarlos primero, y ya volveria luego para organizar aquel caos general.

Todas las puertas de las habitaciones estaban abiertas de par en par, salvo una, al final, la misma en la que habia instalado a la muchacha que llego a ultima hora del dia anterior. Colla se consideraba buen conocedor del caracter humano. Supuso que aquella joven seria una persona maniatica, de las que ordenan la habitacion y dejan la puerta cerrada al marcharse. Sonrio de satisfaccion ante su perspicacia y se prometio regalarse una bebida si acertaba. Solia jugar a aquello, como si necesitara una excusa para consumir sus propias existencias. Luego, a falta de mas distracciones, mal que le pesara se puso manos a la obra.

Cuando se dio cuenta, estaba limpiando las habitaciones con agilidad, pero con un esmero que discordaba con los rapidos movimientos con que ordenaba. Pensaba en lo mucho que estaba adelantando, cuando llego a la quinta habitacion, la que habia ocupado la joven pareja de religiosos. Al entrar la encontro en un estado casi pristino, con la cama hecha de manera impecable. Habria deseado que todos los huespedes fueran igual de limpios y ordenados. Se estaba congratulando por el poco trabajo que alli tenia cuando se fijo en algo en el suelo. Era una mancha oscura, como si hubieran pisado algo, pero no desprendia el mal olor de excrementos. Con cuidado, Colla se inclino y le dio unos toquecitos con el dedo. Todavia estaba humedo, pero no se le pego nada en la mano.

Para asegurarse miro alrededor de la habitacion. Confirmo la primera impresion: estaba bastante limpia y ordenada. Volvio a bajar la vista sobre la unica mancha que habia, extranado.

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