– Supongo que no.

– Entonces, vamonos.

Dudo un instante.

– ?Crees que enviaran a alguien a hablar a la multitud? Seguro que tarde o temprano saldra alguien… -Me vio tiritando-. Si, vamonos.

– Tu no tienes por que irte.

– No puedo permitir que vuelvas solo a casa, papa. No una noche como esta.

– Entonces, que me acompanen tus guardaespaldas.

– No soy tan idiota como para quedarme solo entre esta gente.

– Podriamos repartirnoslos, dos para ti y dos para mi.

– No, no pienso dar ninguna oportunidad a nadie. Te acompanare a casa y luego regresare si aun me quedan ganas.

Podriamos haber seguido discutiendo tales cuestiones logisticas un poco mas de no ser porque, cuando levanto la vista, Eco vio a alguien detras de mi. Los guardaespaldas se pusieron tensos.

– Busco a un hombre llamado Gordiano -dijo una voz cavernosa por encima de mi cabeza. Me gire para ver mi nariz incrustada en un pecho exageradamente ancho. Arriba, en alguna parte, habia una cara rubicunda coronada por un flequillo de rizos rojos. El latin del individuo era horrendo.

– Yo soy Gordiano -dije.

Bien. Ven conmigo.

– Que vaya contigo ?adonde?

Estiro la cabeza.

– A la casa, claro esta.

?Por invitacion de quien? -pregunte sabiendo ya la respuesta.

– Por orden de mi senora Clodia.

Asi que, despues de todo, me habia visto desde la litera.

Capitulo 2

Incluso con el pelirrojo gigante de guia, dudaba de la posibilidad de atravesar la concurrida entrada y el antepatio. De hecho, el se encamino en otra direccion. Lo seguimos calle abajo, bordeamos la muchedumbre y llegamos a una estrecha escalera de caracol incrustada en la ladera del monte, al otro lado del circulo exterior de terrazas de marmol. La escalera estaba flanqueada por higueras cuyas densas ramas formaban un baldaquino sobre nosotros.

– ?Estas seguro de que este camino nos lleva a la casa? -pregunto Eco con suspicacia.

– Vosotros seguidme -dijo el gigante con voz ronca mientras senalaba la distante lampara en la parte superior de las escaleras. Sin una antorcha que nos guiara, el camino era oscuro y los escalones se perdian entre las sombras. Los subimos con precaucion detras del gigante, hasta que llegamos a un estrecho descansillo. La lampara colgaba sobre una puerta de madera. Junto a la puerta habia apostado otro gladiador que nos ordeno que dejaramos fuera a nuestra escolta y que sacaramos las armas. Eco saco un punal y se lo entrego a uno de sus guardaespaldas. Cuando yo proteste aduciendo que no llevaba ninguna, el gigante pelirrojo insistio en registrarme. Satisfecho por fin, abrio la puerta y nos condujo al interior.

Proseguimos por un pasillo largo y oscuro, descendimos unos escalones y finalmente llegamos a una habitacion estrecha. Estabamos en el vestibulo de la casa, exactamente al otro lado de las altas puertas de bronce, que estaban atrancadas por dentro con una fuerte viga de madera. A traves de las puertas, podia oir el tumulto de la inquieta multitud que habia en el patio.

– Esperad aqui -dijo el gigante y desaparecio tras unas cortinas.

El vestibulo estaba iluminado por una lampara colgante, cuyas llamas se reflejaban en los muros y en el suelo de marmol pulido. Me acerque a las tremulas cortinas rojas, fascinado por ellas.

Eco, ?sabes lo que son? Deben de ser las celebres telas atalicas. Llevan hebras de oro autentico. Si las vieras a la luz de una hoguera, te parecerian tejidas por las llamas.

Deberia explicar que la casa de Publio Clodio y su mobiliario tienen una breve pero notable historia. El primer propietario habia sido Marco Escauro, que comenzo a construir la casa seis anos antes. Fue el mismo ano en que Escauro fue elegido edil y, como consecuencia, se sintio obligado a entretener a las masas con producciones teatrales durante las fiestas de otono, corriendo los gastos de su cuenta. Siguiendo la antigua tradicion, Escauro construyo un teatro provisional en el Campo de Marte, fuera de las murallas. Dos anos despues, Pompeyo construyo el primer teatro permanente de Roma (los ninos romanos crecerian sin idea de que existiera tal decadencia griega entre ellos), pero el teatro de Escauro se construyo unicamente para una temporada.

He estado en muchas ciudades y he visto muchos edificios notables, pero ninguno como el teatro de Escauro. Tenia asientos para ochenta mil personas. El inmenso escenario tenia tres plantas de altura y lo sostenian trescientas sesenta columnas de marmol. Entre tales columnas, e incrustadas en diversas hornacinas a lo largo del edificio, habia un total de tres mil estatuas de bronce. Se hablo de semejantes cifras exorbitantes hasta que todo el mundo se las supo de memoria, y no eran ninguna exageracion; en momentos de poca actividad, durante las representaciones teatrales, los chiflados contaban las columnas y las estatuas en voz alta mientras los pobres actores se esforzaban inutilmente, relegados por la decoracion.

La planta baja del escenario estaba decorada con marmol, el piso superior con madera barnizada y el del centro con sorprendentes vidrieras de colores (no simples ventanucos, sino paredes enteras de vidrio, un despilfarro que no se habia visto nunca y que seguramente no volvera a repetirse). Para el decorado del escenario, habia enormes telones de fondo pintados por algunos de los mejores artistas del mundo, enmarcados por lujosas telas atalicas de fibras rojas y anaranjadas, entretejidas con hilo dorado, como los legendarios ropajes dorados del rey Atalo de Asia. Bajo la luz del mediodia parecian tejidos con rayos del mismo sol.

Cuando terminaron los festivales y el teatro se desmonto, Escauro vendio algunos de los adornos y otros los convirtio en lujosos regalos. Pero conservo para si la mayoria, con objeto de decorar su nueva casa del Palatino. Las planchas y columnas de marmol se convirtieron en terrazas y porticos; las vidrieras murales, en claraboyas. Enormes cajas llenas de estatuas y magnificas telas y cuadros se amontonaron en el patio de la casa y fueron llevados al interior paulatinamente. En el atrio, que habia sido vuelto a disenar, Escauro decidio instalar las columnas mas grandes del teatro, hechas de marmol negro de Luculo, cada una de ellas ocho veces superior a la estatura de un hombre. Las columnas eran tan pesadas y tan dificiles de remolcar que un constructor de alcantarillas obligo a Escauro a establecer un seguro contra posibles danos en el alcantarillado de la ciudad cuando se pasara por ella para transportar las columnas al Palatino.

La casa de Escauro provoco casi tantos comentarios como el teatro. La gente que habia mirado tontamente el teatro iba para mirar tontamente la casa. Sus vecinos mas conservadores (y menos acaudalados) consideraban el recinto un insulto al buen gusto, una monstruosidad de despilfarro y exceso, una injuria a la austera virtud romana. Los que se quejaban deberian haber recordado el viejo proverbio troyano: por muy mal que estes, siempre puedes estar peor; como ocurrio cuando se propalo el rumor de que Escauro se mudaba de casa y habia vendido el terreno a Clodio, el agitador de multitudes; Clodio, el patricio de elevada alcurnia que renuncio a su apellido para convertirse en plebeyo; Clodio, la perdicion de los Optimates; Clodio, el Senor de la Plebe.

Clodio habia pagado casi quince millones de sestercios por la casa y los muebles. Si el rumor era cierto (que Clodio estaba muerto), entonces habia tenido poco tiempo de disfrutar del recinto. Jamas veria florecer los rosales en las terrazas de marmol al llegar la primavera.

Asome la cabeza por entre los tapices atalicos para ver el atrio que habia al otro lado, en donde el techo se disparaba bruscamente a la altura de tres pisos.

?Las columnas de marmol de Luculo! -susurre al tiempo que me colaba por las cortinas y hacia una senal a Eco para que me siguiera, porque alli estaban, elevandose vertiginosamente hasta el techo a una altura de trece metros, con un resplandor negro como el azabache.

En el centro del atrio habia un estanque decorado con relucientes mosaicos azules y plateados que representaban el cielo nocturno y sus constelaciones. En el tejado, encima del estanque, habian recortado un cuadrado que mas que abrirse al cielo parecia un cristal situado mas alla de la luz, a traves del cual ondeaban las

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