que bebia demasiado. Ademas, se la habia acusado de hurto y habia sido despedida por negligencia de uno de esos trabajos.

El acusado era, en muchos aspectos, su opuesto. Trabajaba como agente inmobiliario especializado en locales comerciales y su reputacion era buena. Estaba soltero, tenia un buen salario y no aparecia en ningun registro policial. No obstante, Birgitta Roslin tenia la sensacion de estar viendolo tal como era, pese a su costoso e impecable traje. En efecto, a ella no le cabia la menor duda de que habia violado a la joven mientras esta dormia en el sofa. De hecho, mediante el analisis de ADN habia comprobado que habia mantenido relaciones sexuales con ella. Sin embargo, el negaba que hubiese recurrido a ningun tipo de violencia o agresion. Ella habia consentido en todo momento, sostenian tanto el como su abogado de Malmo, del que Birgitta Roslin sabia de sobra que era capaz de defender a un cliente con todo tipo de cinismos imaginables. Aquello era como un callejon sin salida. La palabra de uno contra la del otro, un agente inmobiliario intachable contra una cajera ebria que, de hecho, le habia permitido entrar en su apartamento a medianoche.

La indignaba no poder condenarlo. Por mas que ella defendiese el principio basico de que, en caso de duda, era preferible declarar inocente que condenar, no podia por menos de pensar que, en ese caso en concreto, el culpable quedaria absuelto de una de las peores agresiones que un individuo podia cometer contra otra persona. Como no existia ningun espacio legal al que pudiese recurrir, ningun modo de interpretar la acusacion y aportacion de pruebas del fiscal, el hombre debia ser declarado inocente.

?Que habria podido hacer el razonable juez Anker? ?Que consejos habria podido ofrecerle? «El habria estado de acuerdo conmigo», se dijo Birgitta Roslin. «Un culpable sale libre. El viejo Anker estaria tan indignado como yo. Y habria guardado silencio, igual que yo. Es la maldicion de los jueces, hemos de obedecer la ley, aunque sepamos que un criminal queda libre sin castigo.» La mujer, que tal vez no fuese la mas inocente criatura de Dios, tendria que vivir el resto de sus dias con aquella humillante injusticia.

Se levanto de la silla y fue a sentarse en el sofa que tenia en su despacho. Lo habia pagado de su bolsillo y lo habia sustituido por el incomodo sillon que ofrecia la Direccion Nacional de Administracion de Justicia. Del viejo juez habia aprendido a reflexionar con un llavero en la mano y descabezar un suenecito. Cuando se le caia el llavero, era hora de despertarse. Necesitaba descansar un rato, por poco que fuese. Despues terminaria la sentencia, se iria a casa a dormir y la pasaria a limpio al dia siguiente. Habia revisado cuanto podia revisar y no cabia otra resolucion que la declaracion de inocencia.

Se durmio y sono con su padre, del que no tenia practicamente ningun recuerdo. Habia sido maquinista de barcos. El vapor Runskar se hundio durante una terrible tormenta a mediados de enero de 1949, con toda la tripulacion, en el golfo de Gavle. Jamas encontraron su cadaver. Birgitta Roslin no habia nacido cuando sucedio la tragedia y la imagen que tenia de su padre procedia de las fotografias que habia en su casa. Ante todo, de la instantanea en que se lo veia junto a la falca de un buque, con el cabello revuelto y la camisa arremangada. Esta sonriendole a alguien que se encuentra en el muelle, un segundo de a bordo que hace de fotografo, segun le habia contado su madre. Sin embargo, Birgitta Roslin siempre se habia imaginado que era a ella a quien miraba, pese a que la fotografia habia sido tomada antes de que ella hubiera nacido siquiera. En sus suenos solia evocar aquella imagen. Asi, su padre le sonreia ahora exactamente igual que en la foto, pero desaparecio enseguida, como si una nube de bruma se lo hubiese llevado envolviendolo de tal manera que no se viera.

Se desperto sobresaltada y supo enseguida que habia estado durmiendo demasiado tiempo. El truco del llavero no habia funcionado. Se le habia escapado de las manos, pero no se habia percatado de ello. Birgitta Roslin se incorporo y miro el reloj. Ya eran mas de las seis de la manana. Llevaba durmiendo mas de cinco horas. «Estoy agotada», constato. «No duermo lo suficiente, como la mayoria de la gente. Hay demasiadas cosas que me preocupan. Aunque en estos momentos se trata ante todo de esta sentencia injusta, que me tiene insatisfecha y abatida.»

Birgitta Roslin llamo a su marido, que estaria preguntandose que habia sido de ella. Cierto que no pocas veces, si habian discutido, se quedaba a dormir en el sofa del despacho, pero no habia sido el caso.

Su marido respondio enseguida.

– ?Donde estas?

– Me dormi en el sofa del despacho.

– ?Por que has de quedarte trabajando hasta tan tarde?

– El juicio que ahora tengo entre manos es bastante complicado.

– ?No dijiste que debias declarar inocente al acusado?

– Precisamente por eso es tan complicado.

– Anda, vuelve a casa y acuestate. Yo me voy ahora mismo, tengo prisa.

– ?Cuando regresas?

– Si no hay retrasos, hacia las nueve. Han dicho que iba a nevar en Halland.

Birgitta colgo el telefono y, de pronto, sintio un profundo carino hacia su marido. Se habian conocido cuando ambos eran muy jovenes y estudiaban derecho en Lund. Staffan Roslin era un ano mayor que ella. La primera vez que se vieron fue en una fiesta, como invitados de amigos comunes. A partir de ahi, Birgitta no podia imaginarse la vida con otro hombre. La subyugaron sus ojos, su estatura, sus grandes manos y su modo de sonrojarse, tan indefenso…

Staffan estudio derecho para ejercer como abogado, pero un dia llego a casa y le dijo a Birgitta que no lo soportaba, que queria llevar otro tipo de vida. Ella no se lo esperaba y se quedo perpleja, pues su marido ni siquiera habia insinuado que le costase cada dia mas acudir a su bufete de Malmo, ciudad en la que residian entonces. Al dia siguiente y para sorpresa de Birgitta, Staffan empezo a estudiar para ser maquinista de tren, y una manana se presento en la sala de estar enfundado en un uniforme de color azul y rojo para comunicarle que aquel mismo dia, a las 12:29, asumiria la responsabilidad del tren 212 que cubria el trayecto de Malmo a Alvesta, desde donde continuaba hacia Vaxjo y Kalmar.

Birgitta no tardo en comprobar que su marido se habia convertido en una persona mucho mas alegre. Para cuando Staffan decidio abandonar su existencia como letrado ya tenian cuatro hijos, el primero fue un nino, despues una nina y, finalmente, un par de gemelas. Los ninos se llevaban poco tiempo y Birgitta se admiraba al recordar la epoca en que los cuatro eran pequenos. ?Como tuvieron fuerzas? Cuatro hijos en un plazo de seis anos… Dejaron Malmo y se mudaron a Helsingborg cuando a ella la nombraron juez.

Ahora sus hijos eran adultos. El ano anterior las gemelas se habian emancipado del hogar familiar y trasladado a Lund, donde compartian apartamento, aunque a Birgitta la tranquilizaba el hecho de que ninguna de las dos estudiase lo mismo que ella ni hubiese mostrado el menor interes por dedicarse a la abogacia. Siv, que era diecinueve minutos mayor que Louise, habia decidido, despues de mucho dudar, estudiar veterinaria. Louise, que era mucho mas impetuosa que su hermana, habia ido dando bandazos por la vida, y trabajo como dependienta de una tienda de ropa de caballero antes de empezar a estudiar ciencias politicas e historia de las religiones en la universidad. Birgitta Roslin habia intentado en numerosas ocasiones orientar a su hija hacia lo que realmente queria dedicarse en la vida, pero Louise era la mas introvertida de sus cuatro hijos y nunca hablaba demasiado de si misma. Birgitta Roslin sospechaba que Louise era la que mas se parecia a ella, precisamente. Su hijo David, que trabajaba en una gran empresa farmaceutica, era igual que su padre en casi todo. La tercera de sus hijos, Anna, habia emprendido largos viajes por Asia sin que sus padres, presa de la mayor angustia, supiesen nunca a que se dedicaba exactamente.

«Mi familia», penso Birgitta Roslin. «Mi gran preocupacion y mi gran alegria. Sin ella, la mayor parte de mi vida no habria tenido sentido.»

En el pasillo al que daba su despacho habia un gran espejo. Observo en el su rostro y su cuerpo. Su corto y oscuro cabello habia empezado a encanecer a la altura de las sienes y esa mania suya de apretar los labios le otorgaba a su rostro una expresion reticente. Lo que mas le preocupaba, sin embargo, eran los kilos de mas que habia acumulado en los ultimos anos. Tres, cuatro kilos, poco mas. Lo suficiente, no obstante, para que se le notase.

No le gustaba lo que veia. Sabia que, en realidad, era una mujer atractiva, pero ya empezaba a perder su buen aspecto y no oponia resistencia.

Dejo una nota sobre la mesa de su secretaria en la que le avisaba de que aquel dia llegaria mas tarde. El tiempo era algo mas apacible y la nieve ya empezaba a derretirse. Se encamino a su coche, que tenia estacionado en una calleja perpendicular.

De repente cambio de idea. En realidad, lo que mas necesitaba no era dormir; era mas importante que se despejase y pensara en otra cosa. Birgitta Roslin dio media vuelta y dirigio sus pasos hacia el puerto. La mar estaba

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