el siguiente buzon que encontrara. No, no podia arriesgarse. Durante las vacaciones habia demasiados policias de paisano por el centro. ?Y si uno la veia y le preguntaba que hacia? No, se iria a casa corriendo. Aika, que cuidaba a Gigi y a su nieto cuando cerraban la guarderia, le llevaria la nina de un momento a otro. Se le estaba haciendo tarde.

Metere el monedero en un sobre, con la direccion que encuentre dentro, y mas tarde lo echare en un buzon -decidio al fin-. Es lo unico que puedo hacer.

Llego a la estacion Grand Central. Tal como se imaginaba, la encontro llena de gente que se apresuraba de un lado a otro para coger el tren o el metro y llegar pronto a casa para celebrar la Nochebuena. Se abrio paso a codazos hasta la terminal principal, y logro bajar la escalera hasta la entrada de la avenida Lexington.

Mientras metia la ficha en la ranura y se apresuraba para coger el metro hasta la calle Catorce, no advirtio al chiquillo que se colaba por debajo del molinete y le seguia los pasos.

Y los angeles velando estan… Esas palabras familiares parecian burlarse de Catherine, recordandole las fuerzas negativas que amenazaban la complaciente vida feliz que ella habia supuesto que tendria siempre. Su marido estaba en el hospital con leucemia. Esa manana le habian extirpado el bazo, inflamado, como prevencion contra una rotura.

Y aunque era pronto para decirlo con certeza, parecia que se recuperaba bien. Sin embargo, Catherine no podia evitar el miedo a perderlo, y la idea de vivir sin el le resultaba casi paralizadora.

'?Por que no me di cuenta de que Tom estaba enfermo?', Se pregunto desesperada. Recordo que tan solo dos semanas antes, cuando ella le pidio que sacara del coche las bolsas de la compra, Tom dudo ante la bolsa mas pesada, y luego, con una mueca de dolor, la cogio. Catherine se burlo de el.

'Ayer jugaste al golf y hoy te portas como un viejo. ?Menudo atleta!'

– ?Y Brian? -pregunto Michael despues de echar el dolar en la cesta de la cantante.

Catherine, arrancada de sus pensamientos, miro hacia abajo, a su hijo.

– ?Brian? -pregunto distraida-. Estaba aqui. -Miro a su lado y despues recorrio el lugar con la mirada-. Tenia un dolar. ?No ha ido contigo a echarlo en la cesta?

– No -dijo Michael cortante-. Quiza se lo haya guardado. Es un gilipollas.

– No hables asi -lo corrigio Catherine mientras miraba a su alrededor, con subita alarma-.

?Brian, Brian! -llamo. El villancico habia terminado y la gente se dispersaba. ?Donde estaba Brian? No se habria ido asi, sin mas.

– ?Brian! -repitio. Aunque ya en voz bastante alta, claramente alarmada. Algunas personas se volvieron hacia ella y la miraron con curiosidad.

– Un nino pequeno -explico asustada-. Lleva un anorak azul marino y un gorro rojo. ?Alguien ha visto hacia donde ha ido? -pregunto con dificultad.

– ?No habra ido junto al arbol? Quiza ha cruzado la calle para verlo de cerca -sugirio una mujer. -O tal vez se haya dirigido hacia la catedral -se le ocurrio a otra.

– No, no, Brian no hace esas cosas. Ibamos a visitar a su padre y estaba loco por verlo. Mientras lo explicaba, Catherine supo que algo muy grave habia pasado. Sintio que las lagrimas le brotaban y rodaban por sus mejillas. Rebusco en el bolso un panuelo y se dio cuenta de que faltaba algo: el conocido bulto del monedero.

– ?Dios mio! ?No tengo el monedero! -exclamo.

– ?Mama! -Michael habia perdido aquel aire de seguridad que se habia convertido en su forma de ocultar la preocupacion que sentia por su padre. De pronto era un chico de diez anos asustado-. Mama, ?crees que lo han secuestrado?

– ?Como van a secuestrarlo! Nadie ha podido llevarselo a rastras. Es imposible. -Catherine sintio que se le aflojaban las piernas-. ?Avisen a la policia! -exclamo-. ?Mi pequeno ha desaparecido!

La estacion estaba repleta. Cientos de personas iban de un lado a otro. Habia adornos navidenos por todas partes, y un bullicio terrible. Ruidos de todo tipo retumbaban por el enorme vestibulo y rebotaban contra el techo. Un hombre con un monton de paquetes dio un codazo a Brian en el oido. -Perdona, chico.

Le costaba seguir a la mujer que habia cogido el monedero de su madre. La perdia constantemente de vista. Se esforzo por esquivar a una familia con ninos que le bloqueaban el paso. Al fin lo consiguio, pero choco contra una anciana que lo miro de arriba abajo.

– ?Mira por donde andas! -exclamo ella.

– Disculpe -respondio Brian mirandola.

En aquel instante casi perdio a la mujer que seguia, pero volvio a alcanzarla mientras ella bajaba por la escalera y se apresuraba por el largo pasillo que llevaba a la estacion de metro. Cuando ella paso por el molinete, Brian se agacho, paso por debajo y la siguio hasta el tren.

El vagon iba tan lleno que apenas logro entrar. La mujer estaba de pie, cogida a la barra que recorria el vagon en sentido transversal a los asientos. Brian se situo cerca de ella, y se agarro a una barra. Recorrieron solo el largo trayecto hasta la siguiente estacion donde ella se abrio paso hacia las puertas que se abrian. Habia tanta gente que Brian casi se quedo en el tren. Despues tuvo que correr para alcanzarla. La siguio mientras la mujer subia por las escaleras que enlazaban con otra linea.

El otro vagon no iba tan lleno. Brian se quedo al lado de una anciana que le recordaba a su abuela. La mujer de gabardina oscura bajo en la segunda estacion y el siguio, con la vista fija en la coleta, mientras ella subia casi a la carrera por la escalera de salida a la calle. Emergieron en una esquina muy transitada. Los autobuses circulaban a toda velocidad en ambas direcciones cruzando una avenida antes de que el semaforo se pusiera rojo. Brian se volvio. Por lo que veia, solamente habia edificios de apartamentos con cientos de ventanas iluminadas.

La mujer del monedero espero que cambiara el semaforo para cruzar. Aparecio la luz verde y Brian siguio a su presa. Cuando llegaron a la otra acera, ella doblo a la izquierda y camino deprisa por la acera en pendiente. Brian, detras de ella, echo una rapida mirada al cartel de la calle. El verano anterior, mientras visitaban a la abuela, su madre habia inventado un juego para ensenarle a orientarse en Nueva York.

''La abuela vive en la calle Ochenta y siete. Estamos en la calle Cincuenta. ?Cuantas manzanas faltan hasta su apartamento?', Le habia preguntado. Brian leyo calle Catorce. Debia recordarlo, se recomendo sin perder de vista a la mujer que llevaba el monedero de su madre.

Sintio los copos de nieve sobre el rostro. Empezo a soplar un viento frio que le azotaba las mejillas. Ojala se encontrara con un policia, para pedirle ayuda, pero ninguno aparecio.

De todas formas, sabia lo que tenia que hacer: seguiria a la mujer hasta su casa. Todavia tenia el dolar que su madre le habia dado para el violinista. Conseguiria cambio, llamaria a su abuela desde una cabina, y ella mandaria un policia para recuperar el monedero de su madre. 'Es un buen plan', penso. De hecho, estaba seguro de que funcionaria. Tenia que recuperar el monedero, y la medalla que habia dentro. Se acordo de como su abuela habia puesto la medalla en manos de su madre, despues de que esta le hubiera dicho que no serviria para nada.

'Por favor, dasela a Tom y ten fe', dijo la abuela.

La expresion de su rostro era tan tranquila y segura que Brian supo que tenia razon. Cuando el recuperase la medalla y se la dieran a su padre, este se pondria bien. Brian lo sabia.

La mujer de la coleta empezo a andar mas deprisa. El la siguio mientras cruzaba una calle y caminaba hasta la otra esquina, donde doblo a la derecha.

En la calle en que entraron no habia escaparates adornados como en las otras. Algunas zonas estaban tapiadas, los edificios llenos de graffiti y muchas de las farolas, rotas. Cuando Brian paso, un hombre barbudo, sentado en el bordillo cogido a una botella, tendio la mano.

Por primera vez, Brian se sintio asustado, pero aun asi no aparto la mirada de la mujer. La nieve caia mas aprisa y la acera se ponia resbaladiza. Se escurrio una vez, pero se las arreglo para no caerse. Estaba sin aliento, tratando de no perder de vista a la mujer. ?Adonde iba?, Se pregunto. Al cabo de cuatro manzanas tuvo la respuesta. Entro en el sendero que llevaba a un viejo edificio, metio la llave en la cerradura y abrio. Brian corrio para llegar a tiempo antes de que la puerta se cerrara detras de ella, pero llego tarde. La puerta estaba cerrada. No sabia que hacer. En aquel momento, a traves del cristal vio un hombre que se dirigia hacia el. Mientras el individuo abria la puerta y salia deprisa, Brian se escurrio por la abertura y entro.

El vestibulo estaba oscuro y sucio, y un olor a comida rancia impregnaba el aire. Delante de el oyo unos pasos que subian por la escalera. Trago saliva para aguantarse el miedo y, tratando de no hacer ruido, subio hasta el primer rellano. Veria donde entraba la mujer; cuando lo supiera saldria y buscaria un telefono.

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