son normales.

Catherine levanto la mirada deseando creer las palabras que oia, creer en la sinceridad que veia en aquellos ojos marrones detras de las gafas con montura al aire.

El medico la cogio resueltamente por el brazo y la condujo al cubiculo que habia detras del control.

– Catherine, no quiero presionarte, pero me gustaria que comprendieras que Tom tiene bastantes probabilidades de salir adelante. Muy buenas probabilidades. Hay pacientes que llevan una vida satisfactoria y plena con leucemia. Existen diferentes tratamientos para controlarla. A Tom pienso darle Interferon, que ha hecho milagros con algunos pacientes mios. Al principio, eso supondra varias inyecciones diarias, pero una vez que ajustemos la dosis, se las aplicara el solo. Cuando se recupere por completo de la operacion, volvera al trabajo. Te juro que es la verdad. Pero hay un problema -anadio en voz baja-. Esta tarde, cuando has estado con Tom en la UVI -dijo con severidad-, parecias bastante alterada.

– Si -respondio ella.

Aunque se habia prometido no llorar, no pudo evitarlo. Habia estado tan preocupada, que, al enterarse de que la operacion habia salido bien, sintio un alivio tan grande que le resulto imposible contenerse.

– Catherine, Tom acaba de pedirme que le sea franco. El piensa que te he dicho que no hay esperanzas. Empieza a preguntarse si no estare ocultandole algo, sospecha que quiza las cosas sean peores de cuanto le digo. Pero no es asi, y tu tarea es convencerlo de que esperas tener una larga vida a su lado. Quitale de la cabeza la idea de que sus expectativas de vida son muy limitadas, no solo porque resulta perjudicial para el, sino porque no creo que sea verdad. Para ponerse bien, Tom necesita tener fe en que va a mejorar, y buena parte de ella debe recibirla de ti.

– Spence, tendria que haberme dado cuenta de que estaba enfermo.

El medico le puso las manos en los hombros y le dio un ligero abrazo.

– Escucha -dijo-, hay un viejo proverbio: 'Medico, curate a ti mismo'. Cuando Tom se encuentre mejor, le dare un buen rapapolvo por ignorar los avisos que su cuerpo le daba. Pero ahora entra tranquila y con una son- risa. Se que puedes hacerlo.

Catherine se obligo a sonreir.

– ?Asi?

– Mucho mejor -asintio Spence-. Sigue sonriendo.

Recuerda que es Navidad. Pensaba que vendrias con los ninos.

Era incapaz de hablar de la desaparicion de Brian. No en aquel momento. En cambio practico que le diria a Tom.

– Brian ha estado estornudando, y quiero asegurarme que no haya pillado un resfriado.

– Bien hecho. De acuerdo. Manana nos vemos. Y ahora recuerda, no dejes de sonreir. Estas preciosa cuando lo haces…

Catherine asintio y se dirigio por el pasillo rumbo a la habitacion 530. Abrio la puerta con cuidado. Tom dormia con una bolsa de suero puesta. Tenia sendos tubos de oxigeno en los orificios de la nariz. Estaba palido como la funda de la almohada, con los labios color ceniza.

La enfermera de guardia privada se puso de pie.

– Ha preguntado por usted, senora Dornan. Esperare fuera.

Catherine acerco una silla a la cama. Se sento y cogio la mano que Tom tenia sobre la colcha. Estudio el rostro de su marido. La frente alta; el cabello castano rojizo, que Brian habia heredado; unas cejas espesas que siempre parecian un poco despeinadas; la nariz, bien formada, y los labios, que, por lo general, tenia separados en una sonrisa. Penso en sus ojos, mas azules que grises, y en el calor y comprension de su mirada. El daba confianza a sus pacientes. 'Ay, Tom, quisiera contarte que nuestro pequeno ha desaparecido. Ojala estuvieras bien, y conmigo, para que lo buscaramos juntos.'

Tom Dornan abrio los ojos.

– Hola, carino -dijo con voz debil.

– Hola. -Se inclino y lo beso-. Siento haberme comportado como una tonta esta tarde. Llamalo sindrome premenstrual, o el viejo alivio de siempre. Sabes que soy una boba sentimental; lloro hasta con los finales felices.

– Se irguio y lo miro a los ojos-. Estas muy bien, de veras.

Vio que Tom no la creia. 'Todavia no, pero lo hare', penso con determinacion.

– Crei que traerias a los ninos.

Su voz era debil y entrecortada.

Catherine se dio cuenta de que seria incapaz de pronunciar el nombre de Brian sin que su voz se quebrara.

– No queria que corretearan a tu alrededor-respondio-. Me parecio mejor que esperaran a manana.

– Tu madre ha llamado -comento el, adormilado-. La enfermera ha cogido el recado. Dice que te ha dado un regalo especial para mi. ?Que es?

– Sin los ninos no. Quieren dartelo ellos.

– De acuerdo, pero traelos manana. Tengo tantas ganas de verlos.

– Claro. Pero puesto que estamos solos, podria aprovechar la ocasion y meterme en la cama contigo.

Tom abrio los ojos de nuevo.

– Asi se habla.

Esbozo una sonrisa antes de quedarse dormido.

Catherine reposo la cabeza en la cama por un buen rato, y la levanto cuando la enfermera regreso de puntillas a la habitacion.

– ?Verdad que tiene un aspecto estupendo? -pregunto Catherine con tono alegre mientras la mujer tomaba el pulso a Tom.

Sabia que aunque se hubiese dormido, el la escucharia. Luego, echandole una ultima mirada, abandono deprisa la habitacion y se dirigio al ascensor. Cruzo el vestibulo y se acerco al coche de policia que la aguardaba.

El agente de paisano respondio a su pregunta no formulada.

– Hasta ahora no hay noticias, senora Dornan.

– ?Te he dicho que me lo des! -exclamo Jimmy Siddons con tono aspero.

Cally trato de desafiarlo.

– No se de que habla este nino, Jimmy.

– Si que lo sabe -intervino Brian-. La he visto coger el monedero de mi mama, y la he seguido hasta aqui porque necesito recuperarlo.

– Que chico tan listo -se burlo Siddons-. Siempre tras el dinero. -Su expresion fue torva cuando miro a su hermana-. Cally, no me obligues a quitartelo.

Era inutil fingir que no lo tenia. Jimmy sabia que el nino decia la verdad. Cally seguia con el abrigo puesto. Se metio la mano en el bolsillo y saco el bonito monedero de piel. Se lo tendio a su hermano en silencio.

– Es de mi mama -dijo Brian, desafiante.

La mirada que el hombre le echo hizo que se estremeciera. Habia estado a punto de coger el monedero; pero en aquel momento, asustado, se metio las manos en el bolsillo.

Jimmy Siddons lo abrio.

– Vaya, vaya… -exclamo con tono de admiracion-. Cally, me sorprendes. Superas a algunos carteristas que conozco.

– No lo he robado -protesto ella-. Alguien lo habia perdido y yo lo he encontrado. Pensaba depositarlo en un buzon.

– Muy bien, pues olvidate de eso, porque ahora es mio y lo necesito -replico Jimmy.

Saco un grueso fajo de billetes y empezo a contarlos.

– Tres billetes de cien, cuatro de cincuenta, seis de veinte, cuatro de diez, cinco de cinco y tres de uno. Seiscientos ochenta y ocho dolares. No esta mal… en realidad esta muy bien.

Se metio el dinero en la chaqueta de ante que habia sacado del armario ropero y empezo a registrar el monedero.

– Tarjetas de credito, ?por que no? Carne de conducir… No, dos carnes: Catherine Dornan y doctor Thomas Dornan. ?Quien es el doctor Dornan, muchacho?

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