– ?A un hombre como yo?

– Si. Un hombre fuerte, capaz.

Genevieve lo habria definido como delicioso, bello y fisicamente perfecto, pero no podia ser tan directa.

– Como ya he dicho, depende de la otra persona. ?Se refiere a alguien en concreto? ?Tal vez a usted misma…?

La sangre de Genevieve se acelero en sus venas.

– ?Y si asi fuera? ?Que arma deberia llevar? ?Sable? ?O pistola?

Ella miro con humor.

– ?Tiene armas en casa?

– Naturalmente. Una mujer sola necesita proteccion.

– Pensaba que Baxter ya se encargaba de eso.

– Si, es verdad que mantiene a raya a los intrusos.

– Cuando no esta preparando bollitos…

Genevieve rio.

– En efecto.

– Bueno, en su caso no serian necesarios ni el sable ni la pistola. Durante siglos, las mujeres bellas no han necesitado de otra cosa para abrumar a los hombres que un simple contacto.

Genevieve cerro los dedos dentro de los guantes. Un simple contacto. No podia negar que era verdad; en otra epoca, se habia sentido capaz de hechizar a cualquier hombre con un roce. Pero su artritis habia empeorado con el tiempo, y aunque las aguas termales le sentaban bien, ya no era la mujer que habia sido.

Decidida a llevar la conversacion a aguas mas tranquilas, Genevieve abrio la boca. Sin embargo, Simon se le adelanto.

– Por supuesto, hay otras formas ademas del contacto.

– ?En serio? ?Cuales?

– Me sorprende que lo pregunte. La creia familiarizada con la Guia para damas de Brightmore -contesto.

Ella contuvo la respiracion.

– Tenga en cuenta que la lei hace varios meses. Mi memoria no esta tan fresca como la suya…

– Ah, comprendo. Entonces, permitame que se lo recuerde… En opinion de Brightmore, la mujer moderna debe insistir para conseguir lo que quiere, tanto si esta en un salon como si lo esta en el dormitorio. Aunque se vea obligada a atar a un hombre para conseguirlo.

El corazon de Genevieve se acelero. Nunca penso que llegaria el dia en que un hombre le citara su propio libro con tanta exactitud. Era evidente que aquel fragmento lo habia impresionado.

– ?Cree que una mujer puede someter a un hombre con cuerdas?

– No, salvo que el lo quiera asi. En cuanto a las cuerdas… considero que se deberia usar algo mas agradable, como cintas de saten. Algo mas… placentero.

Genevieve intento llevarle la contraria. Estaban en un lugar publico y aquella conversacion era indecorosa desde cualquier punto de vista; ademas, alguien podia darse cuenta de que Simon Cooper la miraba como si se la quisiera comer. Pero no fue capaz de hablar. Ni de apartar la vista de sus ojos.

– Pero si la dama en cuestion actuara con lentitud -continuo el-, correria el peligro de ser sometida por su amante en lugar de someterlo.

Genevieve se imagino atada en la cama, a merced de aquel hombre.

El deseo recorrio su cuerpo, le endurecio los pezones, aumento la tension entre sus muslos y le humedecio la ropa interior. Se ruborizo a su pesar, y supo que debia sentarse rapidamente si no queria que sus piernas la traicionaran.

Como si hubiera leido su pensamiento, el senalo un bosquecillo y dijo:

– Veo que alli hay un banco. ?Le apetece que nos sentemos?

Genevieve asintio y acelero el paso, resuelta a permanecer sentada lo justo para recobrar la compostura; despues, diria que sufria de jaqueca y se marcharia.

Ahora ya estaba segura de que la presencia de Simon Cooper en Little Longstone no guardaba ninguna relacion con Charles Brightmore. Habia descubierto lo que queria y ya no tenia motivos para permanecer a su lado; volveria a su casa, retomaria su rutina de visitar el manantial para aliviar el dolor de sus manos y lo olvidaria para siempre.

Desgraciadamente, una voz interior le susurro que olvidar al hombre que habia despertado sus necesidades y sus deseos, largamente enterrados, iba a ser todo un desafio.

Capitulo Siete

– Digame, senora Ralston, ?que le gusta hacer ademas de leer y de satisfacer su debilidad por las obras de arte?

Simon lo pregunto en cuanto se sentaron en el banco, y lo hizo para escapar de una situacion francamente problematica. Habia sugerido que se sentaran porque la conversacion que mantenian era tan sensual que se habia excitado en demasia; basto que imaginara a Genevieve Ralston atada de pies y manos a la cama de su dormitorio, para que sufriera una ereccion. Y ya llevaba demasiadas a su costa.

Parte de su problema consistia en el hecho de que no se habia acostado con una mujer en varios meses, lo cual le incomodaba especialmente porque no habia sido por falta de oportunidades. A pesar de la belleza y de la buena disposicion de las candidatas, ninguna habia despertado el deseo suficiente en el. Era como si ya no disfrutara de las relaciones puramente fisicas, sin lazos emocionales.

Pero Genevieve Ralston lo habia cambiado todo. Desde que la habia visto en su habitacion con aquella camisa mojada, no pensaba en otra cosa que no fuera una, exactamente, una relacion fisica y sin lazos emocionales.

Movio a la perrita para que estuviera mas comoda y sonrio. En realidad no tenia intencion de comprar un cachorro, pero le habia parecido una excusa perfecta para que la senora Ralston lo acompanara al festival. De otro modo, tal vez habria rechazado la invitacion. Aunque sospechaba que la atraccion fisica era mutua.

– Me gusta pasear por mi jardin -respondio ella.

Simon se sintio aliviado. El jardin. Una conversacion carente de peligros.

– Me di cuenta cuando fui a su casa. Esta precioso…

– Gracias. Es un lugar muy tranquilo.

– Y bien cuidado. Si tuviera la amabilidad de darme el nombre de su jardinero, se lo podria decir al doctor Oliver. Me temo que las malas hierbas se han extendido desde que se marcho de su propiedad.

– Me temo que yo tambien necesito un jardinero nuevo. Antes me ayudaba mi querida amiga Catherine, con quien pasaba horas entre las flores; pero se ha casado recientemente y se ha mudado a Londres. Baxter hace lo que puede, desde luego… sin embargo, pisa sin mirar y no distingue una flor de un hierbajo. Ya ha destrozado varias plantas.

Simon asintio.

– La jardineria necesita manos delicadas.

Genevieve se miro las manos con melancolia.

– Si, es cierto. Antes lo hacia yo misma, pero… en fin, el jardin es demasiado grande y ya no puedo encargarme de el sin ayuda.

Simon siguio la direccion de la mirada de Genevieve. Siempre llevaba guantes; incluso los llevaba puestos cuando paso a visitarla. Se acordo de su dolor cuando estaba escribiendo en el dormitorio, de la crema que se habia untado antes de meterse en la cama y de su mencion a las cualidades terapeuticas de las aguas termales. Al parecer, habia sufrido algun tipo de accidente.

Sintio la tentacion de interesarse al respecto, pero prefirio esperar. Si la presionaba demasiado, podia asustarla y perder la oportunidad de recuperar la carta del conde. Tenia que ganarse su confianza.

En ese momento aparecio un nino, de mas o menos ocho anos, que se quedo mirando a Belleza.

– Es un muy bonito, senor -dijo el pequeno-. ?Puedo acariciarlo?

Вы читаете Caricias de fuego
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×