es mejor que te vayas.

– ?Que me vaya?

Aquello no tenia sentido, pero ella no parecia confusa; solo abatida.

– Esta relacion ha sido demasiado facil, y tengo la sensacion de que tu estas contando con que soy alguien… alguien que no soy en realidad. Alguien que nunca puedo llegar a ser. Yo cometo errores, Gautier. Si piensas que nunca podria hacerte dano, que nunca podria hacer determinadas cosas… siempre he sabido que terminaria por desilusionarte. No soy la mujer buena que tu piensas que soy. Nunca lo he sido.

Andy no estaba seguro de como habia terminado saliendo por la puerta de atras de su casa, pero al parecer le habian dado una patada en el trasero.

Increible. ?Mags estaba furiosa con el? ?Pero si el no habia hecho nada malo!

A grandes zancadas, camino hasta su coche, metio la marcha atras y se alejo de su casa, pero en lugar de irse a la suya, tomo la direccion de la oficina del sheriff. Era el unico lugar en el que tenia garantizado absoluto silencio. Sus ayudantes estaban de guardia aquella noche, y estando tan cerca de Navidad, la oficina estaria desierta y tan silenciosa como la morgue.

Se sento en su silla de despacho, saco la caja del anillo del bolsillo, la dejo sobre la mesa y la abrio.

Todo se habia ido al garete. Esa condenada mujer lo habia echado de su vida porque ella habia cometido un error.

Andy se levanto de pronto de la silla, recorrio el perimetro de la oficina y volvio a dejarse caer en la silla. Todo el mundo tenia sus momentos de locura. Hombres. Mujeres. Maggie. Se empenaba en no deber nada a nadie, y era una leona protegiendo a su familia, y una cabeza loca por subirse a un tejado para arreglar una gotera en pleno invierno. Tenia algunas faltas, si, pero eran faltas que el adoraba junto con el resto de su persona.

Volvio a levantarse de la silla, recorrio de nuevo la oficina y se sento una vez mas en su silla para contemplar el maldito anillo. La tonteria mas grande que habia oido nunca: enfadarse con el cuando precisamente el no habia hecho nada. Ella habia cometido el error.

Pero aquella expresion suya llena de tristeza seguia persiguiendolo, y recordo todas las bromas que le habia gastado sobre los siete pecados capitales, los robos de bancos… quizas por eso se habia hecho la idea de que esperaba que fuese perfecta.

Recordo entonces como ese recuerdo habia permanecido bloqueado durante semanas… demonios, apenas podria nombrar a una persona que perdiese una sola noche de sueno por un problema asi. Pero Maggie era diferente. Algo asi jamas la dejaria vivir. Nunca comprometia su etica.

Y el le habia gritado.

La habia juzgado.

Se quedo mirando por la ventana, viendo como caian los copos de nieve, como bailaban iluminados por las luces de Navidad de Main Street… pero no era en la magia de los copos en lo que estaba pensando. Maggie esperaba ser capaz de solventar todos los problemas que se le presentasen; no se apoyaba en nadie… ni siquiera en el. Esa condenada mujer era lo bastante fuerte como para dirigir un pais ella solita, pero su gran corazon era su talon de Aquiles. Lo habia visto cada vez que habia hablado de su hermana. Con la familia repartia amor a raudales, ciegamente, por encima del bien y del mal, sin tener en cuenta el riesgo que pudiera correr.

Y esa era la misma clase de amor que le habia dado a el. Le habia abierto las puertas de su corazon y de su vida, a pesar de que el la habia presionado, a pesar de que amenazase su independencia. Ella no habia contado con que el la apoyase, con que estuviera a su lado, y cuando por fin ocurria algo que ponia a prueba lo que de verdad significaba su amor, le habia fallado.

Podia conseguirlo. Un sandwich yacia olvidado sobre la mesa, sin probar. Arriba, la ropa que se habia quitado seguia en el suelo, y el largo y reparador bano de espuma que pretendia darse, habia durado apenas cinco minutos.

Acurrucada con su vieja bata verde, tenia la mirada clavada en el monitor de su ordenador. Se habia traido a casa un maletin lleno de trabajo de Boulder, y concentrandose en el quizas pudiera pasar las cuatro o cinco horas siguientes. Y si era capaz de concentrarse durante unas pocas horas, quizas fuese capaz de encontrar como pasar las siguientes.

Pero es que sus dedos se negaban a quedarse sobre el teclado. Solo sentia ganas de frotarse la cara, de cubrirse los ojos. Le dolia el cuerpo entero, como si tuviese la gripe. Los ojos le quemaban. Tenia la sensacion de que una mano enorme y poderosa le apretaba el corazon.

Lo habia hecho todo fatal con Andy, con su hermana, con Colin… Con su familia sabia lo que tenia que hacer, y habia empezado ese proceso contandole el episodio de la cazadora a su hermana delante de Colin. El chico parecia haberse sentido aliviado de que su culpabilidad saliese por fin a la superficie, y su hermana se habia mostrado dispuesta a perdonar, pero Maggie sabia que no iba a ser tan facil. Los cambios reales necesitan trabajo, al igual que ella lo iba a necesitar para cambiar sus patrones de comportamiento, pero al menos, habia encontrado respuesta. Sabia lo que tenia que hacer para arreglar las cosas.

Andy era distinto, porque no sabia como hacer para arreglar las cosas con el. Tenia el corazon partido en dos: la mitad que le faltaba le pertenecia irrevocablemente a el, y ella lo habia desilusionado… el unico hombre del mundo al que por nada del mundo hubiera querido decepcionar. Su condena la habia cortado con la agudeza de una maquina de afeitar, aunque evidentemente ella ya habia anticipado que no iba a encantarle su participacion en la historia del robo. Pero Andy era una de las personas con las que se podia ser muy sincera, y no tenian nada que mereciera la pena conservar si no podian confiar el uno en el otro sin una sombra de duda.

Cuando oyo sonar el timbre de la puerta de atras, se sobresalto. El timbre volvio a sonar, pero ella no se movio. Eran casi las diez, tarde para una visita normal, asi que no era dificil imaginarse que debia tratarse de Andy. Siempre se habia enorgullecido de ser fuerte, pero en aquel momento tenia los ojos enrojecidos, el estomago revuelto y se sentia mas agitada que la hoja de un alamo temblon. Necesitaba tiempo. No podia asimilar mas dano, no aquella noche.

Una mano se habia apoyado en el timbre sin receso.

Su coche estaba aparcado delante de la casa, asi que aquella visita tenia que darse cuenta de que no queria abrir la puerta, pero parecia dispuesto a quedarse apoyado en el timbre toda la noche, asi que trago saliva, se levanto de la silla y, descalza, entro en la cocina y abrio la puerta.

El timbre dejo inmediatamente de chillar. Habia esperado encontrarse con una persona de pelo tan negro como el ebano y hombros increiblemente anchos, pero lo que habia bloqueando la puerta era un arbol.

– Hazte a un lado y dejame meter esto. Pesa como el plomo y no…

– Andy, yo…

– Lo se. No quieres hablar conmigo, y tampoco quieres yerme, pero dejame colocar esto en tu salon, ?quieres? No esta cortado, sino que viene con raiz, asi que podras plantarlo fuera mas tarde. Precisamente por eso pesa tanto. En cuanto lo coloque, me marchare.

Sin esperar a que le dijese que si, entro con el abeto, que olia tan fresco como la propia Navidad. Era un arbol precioso, decorado ya con guirnaldas de luces y de por lo menos un metro veinte de altura, de modo que se manejaba bastante mal, y Andy tropezo en una de las alfombras.

No tenia mas remedio que ayudarle, pero no queria mirar al arbol, porque solo con verlo en la puerta, los ojos habian empezado a escocerle con las lagrimas, pero no tenia mas remedio que mover una silla para hacer sitio.

En cuanto aparto la silla, el dejo el arbol junto a la puerta de cristal. Tecnicamente el trabajo estaba hecho, pero el no parecia opinar asi. Primero tenia que encontrar un sitio en el que enchufar las luces, y despues salio al coche para buscar una tela de fieltro rojo con que arropar la base del arbol. Entre los pliegues de la tela, Maggie creyo ver un pequeno paquete con un lazo plateado, pero no quiso acercarse a comprobarlo. Se limito a quedarse a un lado, cruzada de brazos, sin hacer nada e intentando no parecer lo agitada que se sentia.

Andy se levanto despues de pelearse con el enchufe de las luces e intento arreglar las guirnaldas en lo que a el le debio parecer una forma artistica, lo cual solo consiguio dejarlas peor de lo que estaban, y por alguna razon desconocida, eso volvio a llenarle los ojos de lagrimas a Maggie.

– Es que tenia que traerte un arbol, Mags -dijo el de pronto, con la voz tan suave como mantequilla derretida-. No era justo que me hubieras estado ayudando a poner uno en mi casa y que tu no tuvieras. Y tu y yo somos la mitad de una misma naranja en ese sentido, ya lo sabes. No podemos quedarnos de brazos cruzados cuando algo esta mal.

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