En nada se parecia a June.

Quiza era independiente y orgullosa, pero tambien era extravagante. Llevaba ropa del siglo diecinueve y llamaba la atencion por la calle con su pelo rojo. Y Ademas era apasionada.

Mick siempre habia deseado encontrar una mujer a la que el le importara. Quiza habia dejado de creerlo posible a causa de June, y con Kat… bien, quiza no era sensato enamorarse de una mujer a la que no entendia. Seria peor aun arriesgarse a lastimar a alguien que ya habia sufrido una decepcion.

Aunque en realidad no sabia si Kat habia sufrido una decepcion. Lo unico que sabia con certeza era que ella lo atraia y lo intrigaba sobremanera. Se acordaba de su perfume, de su cuerpo pequeno acoplado al de el, de sus pequenos senos puntiagudos, de su suave piel…

?Sabes cuanto trabajo tienes manana? No podras dormir si no dejas de pensar en ella, Mick Larson, se reprocho a si mismo.

Pero por primera vez en meses, quiza en anos, Mick no queria dormir.

Capitulo 3

– Asi que quiere usted una repisa. ?Pero de que estilo la quiere, barroca, gotica…? -sosteniendo el telefono entre la oreja y el hombro, Kat escribia el pedido. Cuando se abrio la puerta de su minuscula oficina, todavia estaba hablando.

Georgia, vestida al estilo siglo diecinueve modernizado igual que su jefa, solo balbuceo una palabra:

– Auxilio.

Kat sonrio, termino de hablar por telefono lo antes que pudo y luego fue a la tienda. El local estaba atestado de clientes. La ayudante de Kat, Georgia, tenia treinta y nueve anos y el pelo rizado color castano. Le encantaban las galletas de mermelada.

Dos de los clientes eran coleccionistas de munecas de porcelana. Kat los atendio primero, luego fue hacia las tres senoras de pelo cano que estaban delante del mostrador de joyas.

– ?Senorita Bryan! -exclamo una de las damas-. La semana pasada tenia usted una sortija de granate en este escaparate, una piedra rodeada por perlas pequenas. Tenia una inscripcion.

– Lo recuerdo. ?Quiere verla otra vez?

La senora de mejillas sonrosadas queria verla, pero no comprarla, y Kat no puso ninguna objecion. Mientras hablaba con ella sobre joyas antiguas, Kat recorrio la tienda con mirada posesiva.

Todo el lugar estaba lleno de aromas y preciosos objetos cuyo objetivo era cautivar a los amantes de las antiguedades. Kat era inteligente y sabia disponerlo todo de manera estrategica: a los clientes les gustaba explorar, sentir que descubrian 'un hallazgo'. Las repisas, los cajones abiertos e incluso el suelo estaban astutamente sembrados de 'hallazgos': un arpa del siglo diecinueve, un caballo mecedora, lamparas de cristal, botas altas estilo fin de siglo para dama, mantillas de encaje, cucharas de plata estilo 'art nouveau' y munecas victorianas.

Para los clientes que no sucumbian al ver esos objetos, Kat procuraba atraerlos por el olfato. Vendia sacos perfumados y jabon. Los aromas de naranja y canela, rosas y limon habian invadido desde hacia mucho tiempo la tienda. Si al oler esas delicias los clientes no compraban, Kat apelaba a un tercer sentido: el gusto.

Algunas tiendas servian cafe para los clientes. Kat ofrecia ponche o te. Cuando algun comprador se acomodaba en los sillones mullidos para descansar un poco mientras buscaba preciosos objetos, se le ofrecia un merengue, galletas de mermelada o, cuando Georgia tenia tiempo, un trozo de alguna deliciosa tarta. Por supuesto, al lado de la caja registradora habia a la venta galletas y pastelillos estilo siglo diecinueve.

Las tres senoras de pelo cano recorrian la tienda. Entraron otras dos clientas. Kat supo con solo mirarlas que ninguna de las dos era una derrochadora. Kat adoraba su tienda, pero antes de llevar ni un mes en el negocio fue consciente de que las ganancias que tendria no le permitirian nadar en la abundancia.

Georgia le ofrecio una taza de te y un panecillo. Kat se los tomo y habria vuelto a trabajar si la campanilla no hubiera sonado de nuevo.

Mick entro en la tienda con toda rapidez, pero en seguida se detuvo con una comica expresion de susto en la cara. Todas las mujeres que habia alli se volvieron para mirarlo. Kat supuso que se sentia abochornado. Pocos hombres entraban en la tienda con pantalones vaqueros viejos, botas de trabajo llenas de polvo y un casco en la cabeza. La camiseta blanca que llevaba estaba impecable, pero sus hombros eran demasiado anchos para la mayor parte de los pasillos y, a menos que respirara con mucho cuidado, en ese momento estaba a punto de tirar al suelo un monton de mantillas. Georgia, experta en evitar desastres, dejo la caja registradora y corrio hacia el. Se detuvo, pensativa, cuando se dio cuenta de que el desconocido habia visto y reconocido a Kat.

Los ojos de Mick se posaron en ella con avidez. Era la misma mirada que le habia dirigido tres noches antes, poco antes que ella recobrara la cordura y se apartara de el despues de que la besara.

Habia algo peligroso en Mick y no era que estuviera a punto de tirar los estantes de las mantillas. Su peligro residia en su sonrisa tierna, en su forma de ladear los hombros para no causar destrozos, en sus ojos azules como el mar que no se despegaban de Kat mientras iba hacia el.

– No respires, no parpadees, no te muevas -ordeno Kat.

– No lo hare, creeme.

Kat llego a tiempo de evitar que se cayeran las mantillas y le sonrio abiertamente.

– Si te reduces unos treinta centimetros y aprietas los codos contra el cuerpo, podriamos lograr que atravesaras la tienda. Mi oficina esta en la parte de atras -su sonrisa se desvanecio al ver la expresion del recien llegado-. Debe ser muy serio lo que vienes a decirme para haber dejado tu trabajo. ?Que pasa?

– ?Como?

– ?Vienes a contarme algun problema de Angie y Noel?

Mick titubeo.

– Pues… si.

Asi que no iba a verla para hablar de las chicas, penso Kat. Mick podia construir grandes barcos, pero le costaba mucho trabajo idear pequenas mentiras. Era sincero y honrado, algo que Kat habia descubierto tres noches antes. Quizas esas cualidades explicaban que ella hubiera perdido la cabeza por un momento.

La mirada de Mick se poso en el pelo de la joven. Se lo habia rizado a la antigua; llevaba una blusa de cuello alto con un broche y tenia la nariz empolvada. En los labios de el se dibujo una sonrisa.

– Siempre me ha intimidado -murmuro.

– ?El que?

– Tu expresion de doncella inaccesible, virginal. Y sospecho que no te vistes asi por tus clientes, sino porque te encanta hacerlo.

En ese momento Georgia se acerco a Mick con una bandeja llena de galletas. Georgia veia un hombre y le daba de comer, era algo instintivo y automatico en ella, como un reflejo. Mick, totalmente fascinado en esa tienda, se detenia a cada dos pasos para examinar algo en los estantes o el suelo. Cuando por fin dejo de husmear, Ed, un ayudante de Kat de pelo ensortijado, aparecio por la puerta de atras con una caja que la duena debia revisar.

– No tardare ni un minuto, Mick.

– Aqui te espero. Me entretendre mirando; no te preocupes por mi.

Pero ella se preocupaba. Queria saber por que estaba el alli, que era lo que queria decirle. Por desgracia no habia tiempo. En cuanto Kat reviso la entrega de Ed, el telefono sono y llego un camion lleno de mercancias.

Kat vio a Mick deambular por la tienda. Cada vez que volvia la cabeza veia los ojos de Mick fijos en ella como los de un hombre que trataba de encajar las piezas de un rompecabezas con formas de mujer. Kat se mostro algo impaciente con una clienta, algo que nunca hacia, y luego perdio de vista a Mick.

Cuando se vio libre de sus ocupaciones, Kat estaba agotada, acalorada y sudorosa, y sorprendio a Mick observando con atencion una caja de medallones.

El podia haberse sentido torpe y temeroso en la tienda, pero el almacen era otra cosa. Kat dudaba de que el tuviera por costumbre holgazanear un dia laborable, pero en ese momento no parecia tener ninguna prisa. Su mirada estaba llena de curiosidad e interes, un interes masculino, y no precisamente por los medallones. Sus ojos no se despegaron de la joven mientras se incorporaba con lentitud.

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