– Christine lloro porque no apareciste.

– ?Quien?

– Christine, esa chiquita mexicana tan graciosa.

– ?Quien es?

– Trabaja en la ultima fila, en ensamblaje.

– Corta el rollo.

– Si. Lloro y lloro. Alguien dibujo un gran retrato tuyo con perilla y todo y lo colgo de la pared. Debajo escribieron: «?Dame otro trago!»

– Lo siento, tio, tuve un compromiso.

– No pasa nada. Ella al final dejo de llorar y bailo conmigo. Se puso borracha y empezo a tirar pasteles y se puso aun mas borracha y bailo con todos los muchachos negros. Baila de lo mas sexy. Al final se fue a casa con Big Angel.

– Big Angel probablemente le metio el dedo gordo en el ojo -dije jo.

La vispera de Ano Nuevo, despues de la pausa para el almuerzo, Morris me llamo y me dijo:

– Quiero hablar contigo.

– Muy bien.

– Ven por aqui.

Morris me llevo a un oscuro rincon junto a una pila de cajas de empaquetado.

– Mira, vamos a tener que despedirte.

– Bueno, ?este es mi ultimo dia?

– Si.

– ? Esta listo el cheque?

– No, te lo enviaremos por correo.

– De acuerdo.

83

La Reposteria Nacional estaba cerca. Me dieron un gorro blanco y un delantal. Hacian bollitos, galletas, pasteles y todo eso. Como yo habia senalado en mi solicitud mis dos anos de universidad, me dieron el puesto de Hombre del Coco. El Hombre del Coco se ponia en lo alto de una percha, metia la pala en el barril de coco desmenuzado y echaba los blancos copos al interior de una maquina. La maquina hacia el resto: espolvoreaba el coco en los pasteles y otras zarandajas que pasaban por debajo. Era un trabajo facil y digno. Y alli estaba yo, vestido de blanco, arrojando a paletadas el niveo coco pulverizado al interior de la maquina. Al otro lado de la sala habia docenas de muchachas, tambien vestidas de blanco, con sus cofias. Yo no sabia muy bien lo que hacian, pero estaban siempre atareadas. Trabajabamos por las noches.

Ocurrio en mi segunda noche. Empezo lentamente, dos de las chicas comenzaron a cantar: «?Oh, Henry, oh Henry, que gran amante eres! ?Oh, Henry, oh Henry, nos llevas al cielo!». Mas y mas chicas se fueron uniendo. Al poco rato estaban todas cantando. Yo pense, esta claro que esto va por mi.

El supervisor irrumpio gritando.

– ?Bueno, bueno, chicas, ya es suficiente!

Yo introduje mi pala con calma en el polvo de coco y lo acepte todo…

Llevaba alli dos o tres semanas cuando sono un timbre durante la ultima tanda de pasteles. Se oyo una voz por los altavoces.

– Todos los hombres acudan a la parte posterior del edificio.

Un hombre con traje de ejecutivo se nos aproximo.

– Vengan aqui -dijo.

Llevaba una carpeta con una hoja de papel. Los hombres se agruparon a su alrededor. Todos estabamos vestidos con nuestros delantales blancos. Yo me quede al borde del circulo.

– Estamos entrando en un periodo de descenso de ventas -dijo el tio-. Lamento decirles que vamos a tener que despedirles a todos hasta que las cosas vuelvan a marchar bien. Ahora, si quieren ponerse en fila delante mio, anotare sus nombres, numeros de telefono y direcciones. Cuando vuelvan a ir bien las cosas, seran los primeros en saberlo.

Los muchachos empezaron a formar una fila, dandose codazos y empujones. Yo ni siquiera intente acercarme. Contemple a todos mis colegas dando religiosamente sus nombres y direcciones. Estos, pense, son los tios que bailan con tanto garbo en las fiestas. Fui hasta mi arma-rito, colgue mis blancas vestiduras, deje mi pala apoyada junto a la puerta y me largue.

84

El hotel Sans era el mejor de toda la ciudad de Los Angeles. Era un viejo hotel, pero tenia clase y un encanto que se echaba a faltar en los establecimientos mas modernos. Estaba en la parte baja de la ciudad, directamente cruzando el parque.

Era utilizado para convenciones de hombres de negocios y por putas de lujo de talento casi legendario -las cuales al final de sus lucrativas noches solian siempre dar una buena propina a los botones. Se oian tambien historias de botones que se habian hecho millonarios -fogosos botones con pollas de cuarenta centimetros que habian tenido la suerte de conocer y casarse con alguna rica cliente entrada en anos. Y la comida, la LANGOSTA, los grandes chefs negros con larguisimos gorros blancos, que lo sabian todo, no solo acerca de la gastronomia, sino tambien acerca de la vida y acerca de mi y acerca de todo.

Se me asigno a la seccion de abastecimiento. Aquella seccion de abastecimiento tenia estilo; habia diez tios para descargar cada camion, cuando solo eran necesarios dos, como maximo. Yo llevaba mis mejores trajes. Nunca toque nada.

Descargabamos (descargaban) todo aquello que entraba en el hotel, sobre todo alimentos. Parecia que los ricos no comian otra cosa que langostas. Continuamente llegaban cestas y cestas de ellas, deliciosamente rosadas y enormes, moviendo sus pinzas y antenas.

– ?Te gustan estas cosas, eh, Chinaski?

– Si. Oh, si -asentia yo.

Un dia me llamo la senora de la oficina de personal. La oficina estaba al fondo del patio de carga.

– Quiero que te encargues de esta oficina los domingos, Chinaski.

– ?Que tengo que hacer?

– Solo contestar el telefono y contratar a los friegaplatos del domingo.

– ?De acuerdo!

El primer domingo fue cosa fina. Me sente alli como un magnate. Al rato entro un hombre de edad.

– ?Si, compadre? -le pregunte.

Llevaba puesto un traje de los caros, pero estaba arrugado y mas bien sucio; y los punos se estaban empezando a deshilacliar. Sostenia su sombrero entre las manos.

– Oiga -me dijo-. ?No necesitan a alguien que sea un buen conversador? ?Alguien que pueda alternar con la gente y charlar con ella? Tengo un cierto bagaje cosmopolita, cuento historias entretenidas. Puedo hacer reir a la gente.

– ?Si?

– Oh, si.

– Hagame reir.

– Oh, usted no entiende. El escenario ha de ser el adecuado, el ambiente, el decorado, ya sabe…

– Hagame reir.

– Senor…

– ?No le podemos contratar, es usted un pasmarote!

Los friegaplatos se contrataban al mediodia. Sali de la oficina con paso tranquilo. Habia alli cuarenta vagabundos apelotonados.

– ?Muy bien, oidme, necesitamos cinco tipos buenos! ?Cinco buenos de verdad! ?No alcoholicos ni pervertidos, ni comunistas ni exhibicionistas! ?Han de tener tarjeta de la seguridad social! ?Muy bien, sacadlas y mostradlas bien alto!

Sacaron las tarjetas. Las agitaron.

?Eh, yo tengo tarjeta, mirala!

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