La estacion de autobuses en Nueva York estaba cercana a Times Square. Sali y me puse a andar por la calle con mi vieja maleta a cuestas. Era ya tarde. La gente salia apelotonada de las bocas de metro. Como insectos, sin rostro, dementes, se arrastraban delante mio, dentro de mi y a mi alrededor, con una fatal intensidad. Rebotaban y se empujaban entre si, emitian terribles sonidos.

Me refugie en un portal y acabe con la ultima botella.

Luego camine seguido, di empujones, codazos, hasta que vi un cartel anunciando una habitacion para alquilar en la Tercera Avenida. La casera era una vieja senora judia.

– Necesito una habitacion -le dije.

– Usted necesita un buen traje, muchacho.

– Estoy en la ruina.

– Es un buen traje, casi regalado. Mi marido lleva la sastreria de ahi enfrente. Venga conmigo.

Pague por mi habitacion, deje la maleta y fui con ella al otro lado de la acera.

– Herman, ensenale a este chico el traje.

– Ah, es un bonito traje. -Herman lo saco: azul marino, un poco raido.

– Parece demasiado pequeno.

– No, no, le quedara bien. Salio de detras del mostrador con el traje.

– Aqui esta. Pruebese la chaqueta. -Herman me ayudo a embutirme en ella-. ?Lo ve? Le queda bien… ?Quiere probarse los pantalones? -Sostenia los pantalones junto a mi, pegados desde mi cintura a los tobillos.

– Parecen bien.

– Diez dolares.

– Estoy en la ruina.

– Siete dolares.

Le di a Herman los siete dolares y me subi el traje a mi habitacion. Sali a por una botella de vino. Cuando regrese, cerre la puerta, me desnude y me dispuse a gozar de mi primera noche en una cama desde hacia dias. Me meti en la cama, abri la botella, doble la almohada y me la ajuste bajo la espalda, respire con ganas y me quede sentado en la oscuridad mirando por la ventana. Era la primera vez que me habia quedado solo en cinco dias. Yo era un hombre que me alimentaba de soledad; sin ella era como cualquier otro hombre privado de agua y comida. Cada dia sin soledad me debilitaba. No me enorgullecia de mi soledad, pero dependia de ella. La oscuridad de la habitacion era fortificante para mi como lo era la luz del sol para otros hombres. Tome un trago de vino.

De repente la habitacion se lleno de luz. Hubo un traqueteo y un rugido. Un puente del metro pasaba a la altura de mi habitacion. Un convoy se habia parado alli. Observe un manojo de caras neoyorquinas que me observaban. El tren arranco y se alejo. Volvio la oscuridad. Entonces la habitacion volvio a llenarse de luz. De nuevo contemple los rostros escalofriantes. Era como una vision del infierno repetida una y otra vez. Cada nueva vagonada de rostros era mas horrible, demente y cruel que la anterior. Me bebi el vino.

Continuo: «oscuridad, luego luz; luz, luego oscuridad. Acabe con el vino y fui a por mas. Volvi, me desvesti y me meti en la cama. La llegada y partida de caras siguio una y otra vez. Me parecio como si estuviese sufriendo una alucinacion. Estaba siendo visitado por cientos de demonios que ni el Diablo mismo podria aguantar. Bebi mas vino.

Finalmente me levante y saque mi traje nuevo del armario. Me puse la chaqueta. Me quedaba algo estrecha. Parecia mas pequena que en la sastreria. De repente, escuche el sonido de algo que se rasgaba. La chaqueta se habia rajado a lo largo de toda la espalda. Me quite lo que quedaba de ella. Todavia tenia los pantalones. Introduje mis piernas en ellos. Habia botones en la bragueta en vez de cremallera; mientras trataba de abrocharmelos, la costura cedio en el culo. Me palpe por detras y toque los calzoncillos.

18

Durante cuatro o cinco dias anduve vagando por ahi. Luego me cogi una borrachera de dos dias. Me mude de mi habitacion al Greenwich Village. Un dia lei en la columna de Walter Winchell que O'Henry solia escribir todas sus cosas en la mesa de un famoso bar de escritores. Encontre el bar y entre en el. ?Buscando el que?

Era mediodia. Yo era la unica persona en el bar, a pesar de la columna de Winchell. Me quede alli parado, solo, con un gran espejo, la barra y el camarero.

– Lo siento, senor, no podemos servirle.

Me quede atonito, no pude contestar. Espere alguna explicacion.

– Esta usted borracho.

Estaba probablemente de resaca, pero no habia probado un trago en doce horas. Murmure algo sobre O'Henry y me fui.

19

Parecia un almacen desierto. Habia un cartel en la ventana: Se necesita ayuda. Entre. Un hombre con un bigotillo me sonrio.

– Sientese.

Me dio una pluma y un impreso. Lo rellene.

– ?Ah? ?Universitario?

– No exactamente.

– Trabajamos en publicidad.

– ?Oh?

– ?No le interesa?

– Bueno, vera, yo he estado pintando. Soy pintor ?sabe? Me quede sin dinero. No pude vender mis cuadros.

– Ya, tenemos a muchos como usted.

– A mi no me gustan.

– Animo, hombre. Tal vez se haga famoso despues de muerto.

Siguio contandome que el trabajo comenzaba siendo nocturno, pero que se podia ir ascendiendo a otros trabajos.

Le dije que a mi me gustaba el trabajo nocturno. Me dijo que podia empezar en el metro.

20

Dos tios viejos estaban esperandome. Me encontre con ellos ya abajo en el subterraneo, donde los trenes estaban estacionados. Me habian dado un manojo de carteles de carton y un pequeno instrumento metalico que parecia un abridor de latas. Subimos todos juntos a uno de los vagones aparcados.

– Fijate en como lo hago -me dijo uno de los viejos.

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