argumentos siempre eran los mismos. Dos tios se camelaban a una pobre e inocente chica, la emborrachaban, y antes de que se le pasase la resaca se encontraba en una casa de putas con una cola de marineros y viejos borrachos golpeando en la puerta. En estos cines, los vagabundos dormian dia y noche, se meaban en el suelo, bebian vino y se echaban unos encima de otros. El hedor a orina, a vino y asesinato era insoportable. Nos ibamos al Burbank.

– ?Que, chicos, os vais hoy al burlesque? -nos preguntaba el abuelo de Baldy.

– Diablos, no. Tenemos cosas mas importantes que hacer.

Ibamos. Ibamos todos los domingos. Ibamos temprano, bastante antes del espectaculo y paseabamos por Main Street, asomandonos a los bares vacios, donde las chicas de barra se sentaban al lado de la puerta con las faldas levantadas, dejando que se reflejase en sus piernas el escaso sol que se filtraba al interior del oscuro bar. Las chicas estaban muy bien. Pero ya sabiamos. Lo habiamos oido. Un tio entraba a tomarse una copa y le cargaban la cuenta hasta sacarle el culo, por su bebida y la de la chica, aunque la de ella estaba aguada. Conseguias una sensacion o dos, y eso era todo. Si ensenabas algo de dinero, el encargado lo veia y al final salias del bar y todo habia volado. Ya sabiamos.

Despues de nuestro paseo por Main Street nos ibamos al sitio de los perros calientes y nos tomabamos nuestro perro caliente de ocho centavos y nuestra gran jarra de cerveza de a niquel. Levantabamos pesos y nuestros musculos iban creciendo y fortaleciendose, y llevabamos las camisas remangadas muy alto para mostrarlos. Habiamos probado tambien el curso de Charles Atlas, la Tension Dinamica, pero nos parecia que levantar pesos era la manera mas obvia y ruda de hacer musculo.

Mientras nos comiamos el perro caliente y nos bebiamos la gran jarra de cerveza, jugabamos a la maquina, a un penique el juego. Si hacias un determinado tanteo, conseguias una partida gratis. Teniamos que hacer siempre partida, porque no teniamos mucho dinero para gastar.

Franky Roosevelt habia llegado, las cosas estaban empezando a ir mejor, pero todavia sufriamos la depresion y ninguno de nuestros padres trabajaba. De donde sacabamos el dinero, era un misterio, aunque se puede decir que teniamos el ojo siempre avizor a cualquier cosa que no estuviese pegada al suelo con cemento. No robabamos, cogiamos nuestra parte. Y tambien inventabamos. Teniendo poco o nada de dinero, nos inventabamos juegos para pasar el tiempo -uno de ellos era pasear hasta la playa y volver-.

Esto lo soliamos hacer los dias de verano, y a nuestros padres no les preocupaba en absoluto si llegabamos a casa demasiado tarde para cenar. Tampoco les importaban gran cosa las heridas y ampollas de nuestros pies. Era cuando se enteraban de que habiamos perdido los cordones y las suelas de nuestros zapatos cuando empezabamos a oir sus gritos. Eramos enviados de inmediato al almacen de la esquina, donde cordones, suelas y cola para zapatos estaban siempre listos a un precio razonable.

Era la misma situacion cuando jugabamos al futbol en las calles. No habia fondos publicos para construir campos. Eramos tan bestias que jugabamos al futbol americano en medio de la calle a lo largo de toda la temporada de futbol, a lo largo de las temporadas de baloncesto y beisbol y a lo largo de la siguiente temporada de futbol. Y cuando te placaban y caias sobre el asfalto, entonces ocurria. La piel desgarrada, los huesos doloridos, la sangre, pero te levantabas como si no hubiese pasado nada.

A nuestros padres les importaban tres carajos los moretones, la sangre y las torceduras; lo terrible, lo imperdonable, era hacerse un agujero en las rodilleras de los pantalones. Porque solo habia dos pares de pantalones para cada chico: los de diario y los pantalones de domingo, y nunca podias hacerte un agujero en uno de los dos pares porque eso mostraba que eras pobre y un culo rastrero, y eso queria decir que tus padres eran pobres y culos rastreros tambien. Asi que aprendias a placar a un tio sin caerte sobre ninguna de tus rodillas. Y el tio aprendia a ser placado sin caerse sobre ninguna de sus rodillas.

Y cuando teniamos una pelea, peleabamos durante horas, y nuestros padres nunca se preocupaban de venir a separarnos. Supongo que era porque nosotros pretendiamos ser tan fuertes y tan duros como para no pedir nunca clemencia, y ellos esperaban a que nos acobardasemos para entrar a separarnos. Pero odiabamos a nuestros padres y no podiamos humillarnos delante de ellos, y tanto como nosotros les odiabamos nos odiaban ellos, y asi cuando salian al porche y por casualidad se encontraban con nosotros enzarzados en una terrible pelea sin fin, simplemente bostezaban y soltaban entre dientes un «Largo de aqui» y se volvian a meter dentro de casa.

Yo me pelee con un tipo que luego llego a ser un gran personaje en la marina U.S.A. Me pelee con el un dia desde las ocho y media de la manana hasta la puesta del sol. Nadie se preocupo de separarnos, a pesar de que estabamos en mitad de su cesped frontal, bajo dos grandes arboles llenos de gorriones que se cagaron sobre nosotros a lo largo de todo el dia.

Fue una pelea infernal. Pero tenia que acabarse alguna vez. El era mayor que yo, mas grande y mas pesado, pero yo era mas rabioso. Paramos de comun acuerdo. No se como funcionan estas cosas, tienes que vivirlo para comprenderlo, pero cuando dos personas llevan dandose de hostias alrededor de ocho o nueve horas, aparece una extrana especie de hermandad entre ellas. Nuestra comunicacion fue muy intensa.

Al dia siguiente mi cuerpo estaba completamente azul. No podia abrir los labios para hablar ni mover cualquier otra parte de mi ser sin que me doliera. Estaba alli, hundido en la cama, haciendome a la idea de morir, y entonces entro mi madre con la camisa que yo habia llevado durante la pelea. La extendio furiosa delante de mi cara y dijo:

– ?Mira, tienes manchas de sangre en la camisa! ?Manchas de sangre!

– ?Lo siento!

– ?Nunca las podre sacar! ?NUNCA!

– Son manchas de su sangre.

– ?No importa! ?Es sangre! ?Y no se quita!

Los domingos eran nuestro dia, nuestro dia tranquilo y sin complicaciones. Ibamos al Burbank. Primero ponian siempre una pelicula mala. Una pelicula muy vieja, y tu mirabas y esperabas. Pensabas en las chicas. Los tres o cuatro tios de la orquesta se desganitaban, tocaban muy alto, quizas no tocasen muy bien, pero tocaban con todas sus fuerzas, y entonces salian por fin las stripers, salian y se agarraban a la cortina, al borde de la cortina, lo abrazaban como si fuera un hombre y entonces movian el culo y se agitaban y empezaban bop bop bop contra la cortina. Entonces se apartaban y comenzaban a hacer el striptease. Si tenias dinero suficiente podias conseguirte incluso una bolsa de palomitas; y si no lo tenias, ?que se fueran al carajo las palomitas!

Antes de la siguiente actuacion habia un intermedio. Un hombrecillo se levantaba y decia:

– Senoras, senoritas, caballeros, si quieren prestarme un momento su atencion…

Vendia gruesas sortijas. En el cristal de cada sortija, si la sostenias contra la luz, podia admirarse una maravillosa fotografia. ?Garantizada! Una magnifica inversion para toda la vida por solo 50 centavos. Concedida su venta en exclusiva a los patrones del Burbank, no eran vendidas en ningun otro lugar del mundo.

– ?Solo pongala contra la luz y ya vera! Y muchas gracias senoras y senores por su amable atencion. Ahora pasaran al lado suyo los encargados que con mucho gusto les venderan cuantas ustedes deseen.

Dos pobres diablos iban pasando entre las filas, hediendo a moscatel, llevando cada uno una bolsa llena de sortijas. Nunca vi a nadie comprar una de esas sortijas. Me imagino, de todos modos, que si sostenias una de ellas contra la luz la fotografia que se veria en el cristal debia de ser de una mujer desnuda.

La banda empezaba a tocar de nuevo y entonces se abrian las cortinas y aparecian las coristas, la mayoria de ellas antiguas stripers, envejecidas, gordas, cubiertas de mascara y colorete y rojo de labios, pestanas postizas. Trataban de bailar al compas de la musica, pero siempre se quedaban atras. De todos modos lo afrontaban con valentia; creo que demostraban bastante coraje.

Entonces salia el cantante. Era muy dificil que te gustara el cantante. Cantaba demasiado alto, gritando lo mas que podia canciones sobre amores fallidos. No sabia cantar, y cuando finalizaba, extendia los brazos inclinando la cabeza a la menor muestra de aplauso.

Luego aparecia el comico. ?Hostia, era bueno! Salia embutido en un viejo abrigo marron, con un sombrero deforme hundido hasta los ojos, arrastrandose bamboleante, andaba como un pobre diablo, un pobre diablo vacilon sin nada que hacer y ningun sitio donde ir. Una chica cruzaba el escenario y sus ojos la seguian desorbitados. Entonces se volvia al publico y decia con su boca desdentada:

– ?Bueno, seguro que Dios me castiga!

Salia otra chica al escenario y el se acercaba, ponia su cara pegada a la de ella y decia:

– Soy un viejo, ya he pasado los 44, pero cuando se hunde la cama, acabo en el suelo.

?Como nos reiamos! Los tios viejos y los mas jovenes, como nos reiamos. Y luego venia la rutina de la maleta.

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