a Pepper. Hacia frio alli dentro, y no importaba lo que bebieses, o las mantas que te pusieses encima. Solo habia una manera de calentarse. Las chicas se lo tomaron como un juego:

– ?Ahora me toca a MI! -gritaba una.

– Ay, creo que ya me corro y acabo -decia otra.

– Ah, TU acabas -dije yo-. ?Y YO que?

Ellas se rieron. Finalmente, no pude hacerlo mas.

Me acorde de que llevaba mi cubilete de dados conmigo, lo saque, nos sentamos en el suelo y empezamos a jugar. Todo el mundo estaba borracho y las chicas tenian todo el dinero. Yo no tenia ni una perra, pero pronto tuve bastante en mis manos. Ellas no entendian el juego y yo se lo explicaba mientras ibamos jugando, y cambiaba de juego a medida que avanzabamos, segun las circunstancias.

Asi es como nos encontro Willie cuando volvio: jugando a los dados y borrachos.

– ?NO PERMITO EL JUEGO EN ESTE BARCO! -grito desde lo alto de las escaleras.

Connie subio hacia el, le puso los brazos alrededor, le metio la lengua en su boca y luego le agarro las partes. El bajo las escaleras sonriendo, se sirvio un trago, sirvio tragos para todos nosotros, y nos sentamos charlando y riendonos. El nos hablo de una opera para organo que estaba escribiendo: El Emperador de San Francisco. Le prometi escribir la letra y esa noche volvimos todos a la ciudad, bebiendo y sintiendonos bien. Ese primer viaje fue un molde de todos los siguientes. Una noche se murio y todos nos quedamos de nuevo en la calle, las chicas y yo. Una se fue al Este con todo el dinero. Yo me puse a trabajar en una fabrica de galletas para perros.

9

Estaba viviendo en algun lugar de la calle Kingsley y trabajaba como mozo en un sitio donde venden accesorios electricos.

Eran agradables dias de calma. Bebia bastante cerveza todas las noches, olvidandome a menudo de comer. Me compre una maquina de escribir, una vieja Underwood de segunda mano con teclas que se quedaban enganchadas. No habia escrito nada desde hacia diez anos. Y ahora me emborrachaba de cerveza y me ponia a escribir poesia. Muy pronto tuve un buen taco de poemas y no sabia que hacer con ello. Lo meti todo en un paquete y lo mande a una nueva revista literaria de una pequena ciudad de Texas. Me figuraba que nadie los querria, pero podia haber algun loco o snob al que le interesasen, y asi no se perderian por completo.

Recibi una carta de respuesta, dos cartas de respuesta, cartas largas. Decian que yo era un genio, que era sobrecogedor, decian que yo era Dios. Lei las cartas una y otra vez y me emborrache y escribi una larga carta de respuesta. Mande mas poemas. Comence a escribir poemas y cartas todas las noches, estaba lleno de mierda fertil.

La editora, que tambien era escritora, empezo a mandarme fotos suyas, y no tenia mala pinta, no del todo. Las cartas se fueron haciendo mas personales. Decia que nadie queria casarse con ella. Su ayudante en la editorial, un hombre joven, le habia ofrecido el matrimonio a cambio de la mitad de su capital, pero ella decia que no tenia dinero, que la gente solo se imaginaba que tenia dinero. Al ayudante en la editorial le habian ingresado en un hospital psiquiatrico. «Nadie quiere casarse conmigo», me escribia continuamente, «tus poemas seran presentados en nuestra proxima edicion, una edicion toda entera de Chinaski, y nadie quiere casarse conmigo, nadie. Habras visto que tengo una deformidad, es mi cuello, naci asi. Nunca me casare».

Yo estaba muy borracho una noche. «Olvidalo» le escribi, «yo me casare contigo. Olvidate del cuello. Yo tampoco soy una maravilla. Tu con tu cuello y yo con mi cara rota a zarpazos de tigre ?nos imagino paseando juntos por la calle!».

Eche la carta al correo y me olvide de todo, bebi otro bote de cerveza y me fui a dormir.

Dias mas tarde me llego una carta: «?Oh, soy tan feliz! Todo el mundo me mira y me dice: Niki ?que te ha ocurrido? ?Estas RADIANTE, llena de vida! ?Cual es la causa? ?Yo no les digo nada! ?Oh, Henry, SOY TAN FELIZ!»

Incluia algunas fotos, particularmente horribles. Me asuste. Sali y compre una botella de whisky. Mire las fotos, me bebi el whisky. Me tumbe en la alfombra.

«Oh Senor, oh Jesus, ?que es lo que hice? ?Que es lo que hice? Bueno, os dire lo que hare, muchachitos: ?Voy a dedicar el resto de mi vida a hacer feliz a esta pobre mujer! Sera un infierno, pero soy duro. ?Y que otra cosa puede haber mejor que hacer a alguien feliz?»

Me levante de la alfombra, no demasiado seguro de la ultima parte…

Una semana mas tarde estaba esperando en la estacion de autobuses, estaba borracho y aguardando la llegada de un autobus desde Texas.

Avisaron la llegada del autobus por los altavoces y me prepare para morir. Los vi saliendo por la puerta, tratando de compararlos con las fotografias. Y entonces vi a una joven rubia, de unos 23 anos, con buenas piernas, andar vivo y una cara inocente con un cierto toque snob, de viveza y descaro, lo llamariais vosotros; y el cuello no estaba mal, despues de todo. Yo tenia 35 anos por entonces.

Me acerque hacia ella.

– ?Tu eres Niki?

– Si.

– Soy Chinaski. Deja que lleve tu maleta.

Salimos al parking.

– Llevo esperando tres horas, nervioso, con sobresaltos, ha sido una espera infernal. Todo lo que podia hacer era tomarme algunas copas en el bar.

Ella puso la mano sobre el capot del coche.

– El motor esta todavia caliente. ?Acabas de llegar, cabronazo!

Yo rei.

– Tienes razon -dije.

Subimos a mi anciano coche y lo puse en marcha. Pronto estabamos ya casados en Las Vegas, y me gaste todo el dinero que tenia en eso y en el autobus de vuelta a Texas.

Subi al autobus con ella y solo me quedaron treinta y cinco centavos en el bolsillo.

– No se si a papa le va a gustar lo que hice -dijo ella.

– Oh Jesus, oh Dios -rece-. ?Ayudadme a ser fuerte, ayudadme a ser valiente!

Ella me beso, me abrazo, me chupo y no pudo estarse quieta durante todo el viaje hacia la pequena ciudad de Texas. Llegamos a las dos y media de la manana, y mientras bajabamos del autobus, me parecio que el conductor le decia:

– ?Quien es ese vagabundo que te has agenciado, Niki?

Nos paramos en medio de la calle.

– ?Que te dijo ese conductor? ?Que te dijo? -le pregunte, jugando con mis treinta y cinco centavos en el bolsillo.

– No me dijo nada. Vamos, ven conmigo.

Subio los escalones de un edificio.

– ?Eh, donde cono vas?

Metio una llave en la cerradura y la puerta se abrio. Mire hacia arriba y grabadas en la piedra estaban las palabras: AYUNTAMIENTO MUNICIPAL.

Entramos.

– Quiero ver si he recibido correspondencia.

Entro en su oficina y miro en un escritorio.

– ??Me cago en la hostia, no hay correo!! ?Le voy a ensenar a esa perra a robar mi correspondencia!

– ?Que perra? ?Que perra, nena?

– Tengo una enemiga. Ven, sigueme.

Bajamos a la sala principal y ella se paro delante de una puerta. Me dio una horquilla.

– Anda, mira a ver si puedes abrir esta cerradura.

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