Paro en la tienda de licores de Hollywood Boulevard. Bajo del coche y entro. Cogio un paquete de puros de primera y unos sellos de Alka-Seltzer. Luego se fue hacia la caja y le pidio al encargado una botella de Jack Daniels. Mientras se lo envolvian todo, se acerco un borracho con dos paquetes de puros baratos.

– ?Hey, tio! -le dijo a Jack-. ?No eres tu Jack Backenweld, el boxeador?

– Si, yo soy -contesto Jack.

– Hostia, he visto la pelea de esta noche. Jack. Tu si que tienes un par de cojones. ?Eres realmente grande!

– Gracias, tio -le dijo al borracho, y entonces cogio la bolsa con sus cosas y se fue hacia el coche. Subio, se sento, le quito el tapon a la botella y se tiro un buen trago. Luego arranco, bajo por West-Hollywood a toda velocidad, doblo en la esquina con Normandie y vio a una jovencita muy bien dotada bajando por la calle. Paro el coche, saco la botella y se la enseno gritando, vacilon.

– ?Quieres dar una vuelta?

Se sorprendio al ver que ella se metia en el coche.

– Le ayudare a beber esa botella, senor, pero no intente cobrar intereses.

– Cristo, no -dijo Jack.

Bajo por la calle Normandie a 40 Km./h., un ciudadano respetable y el tercer semipesado del mundo. Por un momento penso en revelarle a la muchacha quien era el tipo con el que estaba dando una vuelta, que se diera cuenta de lo que significaba, pero cambio de idea, extendio su mano hacia la chica y se la puso sobre una rodilla.

– ?Tiene un cigarrillo, senor? -pregunto ella.

El saco uno y se lo alcanzo, presiono el encendedor del coche, y cuando salto, le encendio el cigarrillo.

No hay camino al paraiso

Yo estaba sentado en un bar de Western Avenue. Era alrededor de medianoche y me encontraba en mi habitual estado de confusion. Quiero decir, bueno, ya sabes, nada funciona bien: las mujeres, el trabajo, el ocio el tiempo, los perros… Finalmente solo puedes ir y sentarte atontado, totalmente noqueado, y esperar; como si estuvieses en una parada de autobus aguardando la muerte.

Bueno, pues yo estaba alli sentado y aqui entra una con el pelo largo y moreno, un bello cuerpo y tristes ojos marrones. Yo no di la vuelta para mirarla, segui con mi vaso. La ignore incluso cuando vino y se sento a mi lado a pesar de que todos los demas asientos estaban vacios. De hecho, eramos las unicas personas que habia en el bar sin contar al encargado. Pidio un vino seco. Entonces me pregunto lo que estaba bebiendo.

– Escoces con agua – conteste.

– Y sirvale al senor un escoces con agua – le dijo al barman.

Bueno, esto no era muy normal.

Abrio su bolso, cogio una pequena jaula, saco de ella unos hombrecitos y los puso sobre la barra. Tenian alrededor de diez centimetros de altura, estaban apropiadamente vestidos y parecian tener vida. Eran cuatro: dos mujeres y dos hombres.

– Ahora los hacen asi – dijo ella -. Son muy caros. Me costaron cerca de 2000 dolares cada uno cuando los compre. Ahora ya valen cerca de 2400. No conozco el proceso de fabricacion pero probablemente sea ilegal.

Estaban paseando sobre la barra. De repente, uno de los hombrecitos abofeteo a una de las pequenas mujeres.

– ?Tu, perra! – dijo -. No quiero saber nada mas de ti.

– ?No, George, no puedes hacerme esto! – gritaba ella llorando -. ?Yo te amo! ?Me matare! ?Te necesito!

– No me importa – dijo el hombrecito, y saco un minusculo cigarrillo, encendiendolo con gesto altivo -. Tengo derecho a hacer lo que se me de la gana.

– Si tu no la quieres – dijo el otro hombrecito – yo me quedo con ella, yo la amo.

– Pero yo no te quiero a ti, Marty. Yo estoy enamorada de George.

– Pero el es un cabron, Anna, un verdadero cabronazo.

– Lo se, pero le amo de todos modos.

Entonces el pequeno cabron se fue hacia la otra mujercita y la beso.

– Creo que se me esta formando un triangulo – dijo la senorita que me habia invitado al whisky-. Te los presentare. Ese es Marty, y George, y Anna y Ruthie. George va de bajada, se lo hace bien. Marty es una especie de cabeza cuadrada.

– ?No es triste mirar todo esto? Erh… ?Como te llamas?

– Dawn. Un nombre horrible, pero eso es lo que a veces les hacen las madres a sus hijos.

– Yo soy Hank. ?Pero no es triste…?

– No, no es triste mirar todo esto. Yo no he tenido mucha suerte con mis propios amores, una suerte horrible, a decir verdad.

– Todos tenemos una suerte horrible.

– Supongo que si. De todos modos, me compre estos hombrecitos y ahora me entretengo en mirarlos, es como no tener ninguno de los problemas, pero tenerlo todo presente. Lo malo es que me pongo terriblemente caliente cuando empiezan a hacer el amor. Es la parte mas dificil para mi.

– ?Son sexys?

– ?Muy, muy sexys. Dios, me ponen de verdad caliente!

– ?Por que no los pones a que lo hagan? Quiero decir, ahora mismo. Podremos mirarlos juntos.

– Oh, no se pueden manejar, tienen que ponerse a hacerlo por su cuenta.

– ?Y lo hacen a menudo?

– Oh, son bastante buenos. Lo hacen cerca de cuatro o cinco veces por semana.

Mientras tanto, ellos paseaban por la barra.

– Escucha – decia Marty -, dame una oportunidad. Solo dame una oportunidad, Anna…

– No – decia la pequena Anna -, mi amor pertenece a George. No puede ser de otra manera.

George estaba besando a Ruthie, acariciando sus pechos. Ruthie estaba empezando a calentarse.

– Ruthie esta empezando a calentarse – le dije a Dawn.

– Si que lo esta. Esta empezando de verdad.

Yo tambien me estaba poniendo cachondo. Abrace a Dawn y la bese.

– Mira – dijo ella -, no me gusta que hagan el amor en publico. Me los voy a llevar a casa y que lo hagan alli.

– Pero entonces no podre verlo.

– Bueno, solo tienes que venir conmigo y podras.

– De acuerdo – dije – vamonos.

Acabe mi bebida y salimos juntos. Ella llevaba a los hombrecitos metidos en la jaula. Subimos al coche y los pusimos entre nosotros en el asiento delantero. Mire a Dawn. Era realmente joven y bella. Parecia tambien inteligente. ?Como podia haber fracasado con los hombres? Bueno, habia tantos modos de fracasar unas relaciones… Los hombrecitos le habian costado 8000 dolares. Todo eso solo para alejarse de las relaciones sexuales sin alejarse de ellas.

Su casa estaba cerca de las colinas, un sitio agradable. Salimos del coche y fuimos hacia la puerta. Yo llevaba a la gentecilla en la jaula mientras Dawn abria la puerta.

– Estuve oyendo a Randy Newman la semana pasada en el Trobador. ?Verdad que es grande? – me pregunto.

– Si que lo es – conteste.

Entramos y Dawn abrio la jaula y los saco y los puso sobre la mesita de cafe. Entonces se metio en la cocina y abrio el refrigerador y saco una botella de vino. La trajo en compania de dos copas.

– Perdona – dijo – pero pareces un poco chiflado. ?En que trabajas?

– Soy escritor.

– ?Y vas a escribir algo acerca de esto?

– Nunca se lo creera nadie, pero lo escribire.

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