gimnasio y sudar y llevar unos calzones y comparar las longitudes de las pollas en las duchas. Yo sabia que tenia una polla de tamano mediano. No necesitaba ir al gimnasio para comprobarlo.

Estabamos de suerte. El colegio habia decidido cargarnos una cuota de dos dolares como ayuda para la construccion de una nueva capilla. Decidimos -unos pocos de nosotros decidimos- que eso era Anticonstitucional, asi que nos negamos a aceptarla. Luchamos contra ella. El colegio, como respuesta nos permitio seguir asistiendo a las clases, pero nos privo de cualquier privilegio de que gozaramos. Uno de ellos el gimnasio.

Cuando llegaba la hora de la clase de gimnasia obligatoria, nos quedabamos con nuestros trajes de paisano y el entrenador, que previamente habia recibido ordenes, nos hacia marchar en formacion cerrada de un lado a otro del campo. Esta era su venganza. Magnifico. No teniamos que andar corriendo por una cancha sudando el culo tratando de meter una demencial pelota de baloncesto en un aro demencial.

Marchabamos hacia delante y hacia atras, jovenes, llenos de orina, llenos de locura, llenos de sexo, sin un jodido cono, al borde de la guerra. Cuanto menos creyeras en la vida, menos tendrias que perder. Yo no tenia mucho que perder, yo y mi polla-tamano mediano.

Marchabamos en formacion, inventandonos canciones obscenas, y los buenos chicos americanos del equipo de futbol trataban de fustigarnos el culo, pero de cualquier modo nunca llegaron muy lejos. Probablemente porque nosotros eramos mas grandes y mas salvajes. Para mi, todo era maravilloso, pretendiendo ser un nazi y volviendome hacia ellos proclamando que mis derechos constitucionales estaban siendo violados.

Algunas veces conseguia emocionarme. Recuerdo una vez en clase, me habia pasado un poco con el vino, con una lagrima en cada ojo, diciendo: «Os lo juro, es muy dificil que esta sea la ultima guerra. Tan pronto como un enemigo es eliminado, otro nuevo saldra de cualquier sitio. No tiene fin ni sentido. No existe nada tal como una buena guerra o una mala guerra, todo es la misma porqueria».

Otra vez habia un comunista hablando desde una plataforma en una parcela vacia del campus. Era un chico muy honesto, con gafas sin borde y granitos en la cara, llevaba un jersey negro con agujeros en los codos. Yo estaba alli escuchandole y llevaba algunos de mis discipulos conmigo. Uno de ellos era un ruso blanco, Zircoff. A su padre o su abuelo, no se bien, lo habian matado los rojos en la revolucion rusa. Me enseno un saco de tomates podridos. «Cuando tu des la senal -me dijo-, empezaremos a tirarselos.»

De repente me di cuenta de que mis discipulos no habian estado escuchando al muchacho, o que si lo habian hecho, nada de lo que tan honestamente habia estado diciendo importaba un carajo. Sus mentes estaban enceguecidas. La mayor parte del mundo era como ellos. Se me ocurrio en ese momento que tener una polla de tamano mediano no era el peor pecado del mundo.

– Zircoff -dije- deja esos tomates.

– Mierda -dijo el- me gustaria que fuesen granadas de mano.

Perdi el control de mis discipulos aquel dia; me aleje caminando mientras ellos empezaban a arrojar sus tomates podridos.

Recibi la noticia acerca de un nuevo partido que iba a ser constituido. Me dieron una direccion en Glendale y fui alli aquella noche. Nos sentamos en el suelo de un gran local con nuestras botellas de vino y nuestras pollas de diversos tamanos. Iba a ser un Partido de Vanguardia.

Habia una plataforma con una gran bandera americana extendida sobre la pared. Un buen chico americano de apariencia saludable subio a la plataforma y sugirio que deberiamos empezar saludando a la bandera, rindiendole culto y pleitesia.

Siempre me habia fastidiado rendirle culto a la bandera. Era tan tedioso y gilipollesco. Yo siempre habia preferido rendirme culto a mi mismo, pero estabamos alli y nos levantamos y pasamos uno a uno delante de ella. Despues de eso, una pequena pausa, y todo el mundo vuelve a sentarse en el suelo, sintiendo como si le hubiesen molestado de una manera estupida.

El americano saludable empezo a hablar. Le reconoci como el chico gordo que se sentaba en primera fila en la clase de escritura dramatica. Nunca he podido tragar a esos tipos. Mamones. Estrictamente mamones. Empezo:

– La amenaza comunista debe ser aplastada. Nos hemos reunido aqui para tomar las medidas necesarias. Tomaremos medidas legales, y quizas, medidas ilegales para conseguirlo…

No recuerdo mucho mas. A mi me importaba tres cojones la amenaza comunista o la amenaza nazi. Yo queria emborracharme, queria follar, queria una buena comida, queria cantar agarrando un gran vaso de cerveza en un sucio bar y fumarme un puro. Yo no era un enterado, estaba siendo un incauto, un instrumento en manos de todos los mamones. A la mierda.

Mas tarde, me baje con Zircoff y un ex discipulo hasta Westlake Park y alquilamos una barca y tratamos de agarrar un pato para la cena. Ibamos muy bebidos y no logramos agarrar ningun pato y nos dimos cuenta de que no teniamos el suficiente dinero entre todos para pagar el alquiler de la barca.

Fuimos a la deriva por el estanque y jugamos a la ruleta rusa con la pistola de Zircoff; todos tuvimos suerte. Entonces Zircoff se irguio a la luz de la luna y disparo al fondo de la barca. El agua comenzo a entrar y nosotros empezamos a remar hacia la orilla. La barca se hundio a mitad de camino y tuvimos que mojarnos el culo y nadar hasta tierra. Asi que la noche acabo bien y no fue desperdiciada, al fin y al cabo.

Segui jugando a ser nazi durante algun tiempo, sin preocuparme de los otros nazis, ni de los comunistas, ni de los americanos. Pero fui perdiendo el interes. De hecho, justo antes de Pearl Harbour, abandone el juego. Habia perdido toda su diversion. Me daba cuenta de que ibamos a entrar en guerra y no me apetecia mucho ir a ella ni tampoco ser objetor de conciencia. Era mierda de mono. Era inutil. Yo y mi polla-tamano mediano estabamos en problemas.

Me sentaba en clase sin decir una palabra, aguardando. Los estudiantes y profesores me necesitaban, esperaban mis palabras. Yo habia perdido mi energia, mi impulso, mis ideas, mi poder. Sentia como si toda la cosa se me hubiera ido de las manos. Iba a ocurrir. Todas las pollas estaban en problemas.

Mi profesora de ingles, una senora muy agradable con bonitas piernas, me hizo quedarme un dia despues de clase.

– ?Que es lo que te pasa, Chinaski? -me pregunto.

– Me he rendido -dije.

– ?Te refieres a la politica? -pregunto ella.

– Me refiero a la politica -dije.

– Seras util en la Marina -dijo ella. Yo me marche…

Estaba sentado con mi mejor amigo, un marinero, en un bar de los barrios bajos bebiendo una cerveza cuando ocurrio. En una radio sonaba la musica, se corto la musica. Dijeron que Pearl Harbour acababa de ser bombardeado. Todo el personal militar debia volver inmediatamente a sus bases. Mi amigo me pidio que cogiera con el el autobus hasta San Diego, sugiriendo que podia ser la ultima vez que nos vieramos. Estaba en lo cierto.

Amor por 17,50 $

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