Capitulo 7

Se reian de el mientras subia por la calle. El Hombre del Tiempo lo sentia en los huesos, igual que alguna gente sentia el frio y la humedad. Era la razon por la que evitaba cruzar la mirada con todo el mundo.

Sentia que todos se detenian, lo miraban, se daban la vuelta, le senalaban, susurraban, pero no le importaba. Estaba acostumbrado; se habian reido de el toda la vida, a lo largo de los veintiocho anos que llevaba en este planeta en concreto, que el recordara. Estaba bastante seguro de que habia sido distinto en su planeta anterior, pero ellos habian bloqueado ese recuerdo.

– Viking, North Utsire, South Utsire, suroeste fuerza cuatro o cinco, arreciando ocasionalmente a noroeste fuerza cinco a siete temporalmente -se dijo a si mismo mientras caminaba, indignado porque lo hicieran salir del despacho y tuviera que renunciar a su hora de comer-. Vientos de fuerza ocho, chubascos, amainando. Moderados o abundantes. Forties, vientos ciclonicos fuerza cinco a siete, rolando a noroeste fuerza siete a vientos intensos de fuerza nueve, amainando posteriormente a suroeste fuerza cuatro o cinco. Chubascos luego lluvias. Moderadas o abundantes -continuo.

Hablaba deprisa, en realidad no tenia la mente puesta en el pronostico y tenia el cerebro ocupado con algoritmos para un nuevo programa que estaba disenando para el trabajo. Haria que la mitad del sistema actual quedara obsoleto, y habria gente que se cabrearia por ello. Pero no tendrian que haber gastado todo ese dinero de los contribuyentes en un hardware de mierda sin saber que estaban haciendo en primer lugar.

La vida era un aprendizaje, habia que comprender como enfrentarse a ella. Q de Star Trek lo habia captado: «Si no lo puedes aguantar, quiza deberias volver a casa y meterte debajo de la cama. Ahi fuera hay peligros. Es maravilloso, con tesoros para saciar deseos sutiles y burdos a la vez; pero no es para timidos».

El Hombre Que No Era Timido prosiguio su viaje, subiendo cuesta arriba a traves de la multitud que salia a almorzar por el North Street de Brighton, paso por delante de un Body Shop, un Woolwich Building Society y, luego, un SpecSavers.

Delgado y de rostro palido, era desgarbado, llevaba un corte de pelo sin gracia y el ceno fruncido en intensa concentracion, tras unas gafas grandes y pasadas de moda. Vestido con un anorak beis, una camisa de nailon blanca con una camiseta de malla debajo, pantalones de franela grises y sandalias organicas, cargaba una pequena mochila sobre la espalda en la que llevaba el portatil y el almuerzo. Caminaba, con los pies torcidos hacia dentro, a grandes zancadas, encorvado y con aire resuelto, como si se esforzara por avanzar contra el viento de suroeste que soplaba del Canal cada vez con mas fuerza. A pesar de su edad, podria haber pasado por un jovenzuelo insolente.

– Cromarty, Forth, Tyne, Dogger, noroeste fuerza siete arreciando a vientos intensos de fuerza nueve, amainando a suroeste fuerza cuatro o cinco, ocasionalmente arreciando a fuerza seis. Chubascos luego lluvias. Moderadas a abundantes.

Siguio recitando en voz alta el pronostico maritimo regional actualizado para las islas Britanicas emitido a las 5.55 horas, hora de Greenwich. Se los habia aprendido de memoria, cuatro veces al dia, siete dias a la semana, desde que tenia diez anos. Habia descubierto que era la mejor forma de ir de A hasta B: simplemente recitar el pronostico maritimo todo el rato, impedia que el fuego de las miradas de todo el mundo le quemara la piel.

Y habia encontrado que era una buena forma de evitar que los otros ninos se rieran de el en el colegio. Ademas, siempre que alguien queria saber el pronostico maritimo -y era sorprendente la de veces que los otros alumnos de la escuela Mile Oak habian deseado conocerlo- era capaz de decirselo.

La informacion.

La informacion era poder. ?Quien necesitaba dinero si tenia informacion? El tema era que a la mayoria de las personas se les daba fatal la informacion. Se les daba fatal todo, en realidad. Por eso no eran elegidos.

Se lo habian ensenado sus padres. No tenia muchas cosas que agradecerles, pero al menos tenia eso. Se lo habian machacado a lo largo de los anos. «Especial. Elegido por Dios. Elegido para ser salvado.»

Bueno, no lo habian entendido bien del todo. En realidad, no era Dios, pero hacia tiempo que habia renunciado a intentar explicarselo. No valia la pena.

Paso por delante de un salon recreativo, luego giro a la derecha en la torre del reloj hacia North Street, paso por delante de una libreria Waterstone's, un restaurante chino y un Flight-Centre, en direccion al mar. Unos minutos despues, empujo las puertas giratorias del edificio de la epoca de la Regencia del Grand Hotel, entro en el vestibulo y se dirigio hacia el mostrador de la recepcion. Una joven que vestia un traje oscuro con una placa dorada en la solapa grabada con el nombre «Arlene» lo miro con cautela un momento, luego le sonrio diligentemente.

– ?En que puedo ayudarle? -le dijo.

Mirando el mostrador de madera, evitando el contacto visual, se concentro en un dispensador de plastico lleno de solicitudes de American Express.

– ?En que puedo ayudarle? -volvio a preguntarle la recepcionista.

– Mmm, bueno, si. -Miro mas intensamente las solicitudes, sintiendose aun mas indignado ahora que estaba aqui-. ?Puede decirme en que habitacion esta el senor Smith?

– ?El senor Jonas Smith? -contesto la mujer tras consultar una pantalla de ordenador.

– Mmm, si.

– ?Le esta esperando?

«Si, claro que si, cono.»

– Mm, si.

– ?Me dice su nombre, senor? Llamare a su habitacion.

– Mm, John Frost.

– Un momento, por favor, senor Frost. -Descolgo un auricular y marco un numero. Unos momentos despues dijo al telefono-: El senor John Frost esta en la recepcion. ?Puedo dejarle subir? -Tras una breve pausa, dijo-: Gracias. -Colgo el auricular. Luego volvio a mirar al Hombre del Tiempo-. Habitacion 714, septima planta.

Mirando las solicitudes de American Express se mordio el labio inferior y asintio con la cabeza.

– Mm, vale, si -dijo.

Cogio el ascensor hasta la septima planta, recorrio el pasillo y llamo a la puerta.

Le abrio el albanes, cuyo verdadero nombre era Mik Luvic, pero a quien el Hombre del Tiempo tenia que llamar Mick Brown; en su opinion, todo formaba parte de una ridicula farsa en la que todos, incluido el, tenian que llamarse por nombres falsos.

El albanes era un hombre musculoso de treinta y tantos anos y rostro delgado, duro y de expresion chulesca. Era rubio y llevaba el pelo de punta. Vestia una camiseta negra con reflejos dorados, pantalones anchos azules y mocasines blancos; lucia una cadena gruesa de oro alrededor del cuello. Tenia los fuertes hombros y antebrazos llenos de tatuajes y mascaba chicle con unos incisivos pequenos y afilados que al Hombre del Tiempo le recordaron a una pirana que habia visto en el acuario de la ciudad.

– Oh, hola. Vengo a ver al senor Smith -dijo el Hombre del Tiempo mirando la alfombra color verde lima.

El albanes, que en su dia se habia ganado la vida con la lucha ilegal a puno limpio y con la cage fighting, pero que ahora tenia un «curro» mas comodo, lo miro varios segundos en silencio, mascando sin parar con la boca abierta. Luego le senalo una gran suite que apestaba a puro y estaba decorada con muebles forrados de felpa imitacion de la epoca de la Regencia y cerro la puerta deprisa cuando hubo entrado. Senalando con indiferencia la puerta abierta, el albanes dio la espalda al Hombre del Tiempo, cruzo la habitacion con andares chulescos, se sento en una silla y siguio viendo un partido de futbol en television.

El Hombre del Tiempo ya habia visto al albanes varias veces y todavia no le habia oido hablar. A veces se preguntaba si era sordomudo, pero no lo creia. Cruzo la puerta como le habian indicado y entro en una habitacion mucho mayor, en el centro de la cual el obeso senor Smith estaba sentado en el sofa, de espaldas a las cristaleras que daban al mar, concentrado en una hilera de cuatro pantallas de ordenador que tenia delante sobre la mesa del cafe; se mordia una una como si royera un hueso de pollo.

Llevaba una camisa hawaiana abierta hasta el ombligo que dejaba al descubierto pliegues de piel palida y sin vello que hacian que pareciera que tenia pechos. La parte superior de los pantalones azules se extendia por sus

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