estaban en el frio suelo de marmol de su oficina, en la que ella habia hecho los deberes cuando era pequena y el se tenia que quedar a trabajar hasta tarde. Luego le ayudaba a recoger el escritorio, cuando el se unio a su abuelo en Leduc Detectives y mas tarde recogio su medalla postuma de manos del comisario.

La madre americana de Aimee habia desaparecido de su vida una tarde de 1968. Nunca habia regresado del Herald Tribune, donde trabajaba como colaboradora en la redaccion. Su padre habia enviado a Aimee a un internado durante la semana y los fines de semana la llevaba a los Jardines de Luxemburgo. Sentados en un banco, bajo una fila de plataneros junto al teatro de marionetas, una vez ella le pregunto por su madre. Sus ojos, normalmente compasivos, se endurecieron.

– Ya no hablamos de ella.

Y nunca mas lo hicieron.

Llevaba tres semanas sin un cigarrillo, y los vaqueros a medida le apretaban, asi que anduvo de un lado a otro en lugar de sentarse. Siempre habia pensado que los crimenes que investigaba la comisaria de policia del Marais rara vez estaban en consonancia con las elegantes instalaciones de la division. Sensores de armas de alta tecnologia, se escondian empotrados en los apliques de bronce, sobre las paredes de esta mansion del siglo XIX al estilo del Segundo imperio. Las ventanas con vidrieras formando rosetas dejaban pasar la luz formando dibujos en las paredes de marmol. Pero las colillas en ceniceros que se desbordaban, las grasientas migas y el rancio olor al sudor del miedo, hacian que oliera como cualquier otra comisaria de policia en la que ella hubiera estado.

Este palaciego edificio se encontraba junto a los antiguos cuarteles de Napoleon y el Tesoro Publico del distrito cuatro, la oficina de la tesoreria en rue de la Verrerie. Pero los parisinos lo llamaban flics et taxes, la Double Mot: “polis e impuestos, la muerte doble”.

Avanzo por el rallado suelo de parque para leer el tablon de anuncios de la sala de espera. Un anuncio roto con fecha de hacia ocho meses, decia que se estaban formando ligas de petanca y que se animaba a todos los buenos jugadores a que se apuntaran pronto. Junto a el, un cartel de la Interpol con los criminales mas buscados seguia incluyendo la fotografia de Carlos, el Chacal. Debajo, una nota anunciaba un subarriendo en Montsouris, un “studio economique” por cinco mil francos al mes, barato para ser el distrito catorce. Se imagino que eso queria decir que habria que trepar hasta una guarida en un sexto piso, con un retrete de los de cadena al final del pasillo.

Aimee estaba de pie delante del tablon atandose el panuelo de seda y sabia que habia acertado la primera vez. Odiaba mentir a los flics, especialmente a Morbier.

Quiza tendria que convencer a Morbier de que estaba pensando en convertirse al judaismo, en lugar de decirle la verdad sobre un viejo cazador de nazis que la habia hecho cincuenta mil francos mas rica, a contratarla para entregar la mitad de una fotografia a una mujer muerta. Y que luego la habia contratado para encontrar a su asesino.

Madame Noiret se subio las gafas que se le resbalaban y senalo al interior.

– Adelante, Aimee. El inspector Morbier te recibira.

Entro en la sala de Homicidios, con un techo de casi cinco metros de altura. Pocas mesas estaban ocupadas. Sobre la de Morbier habia montones de expedientes sobados. Junto a la centelleante pantalla del ordenador habia una tacita de cafe. Su relleno cuerpo de cincuenta y nueve anos se apoyaba en el respaldo de una silla en peligroso equilibrio. Sujetaba el telefono sobre un hombro mientras con una mano se rascaba la cabeza de pelo entrecano y con la otra sostenia un cigarrillo, casi a escondidas, entre el indice y el pulgar. Cuando colgo, ella observo sus dedos manchados de nicotina, con las unas cortas y separadas, que rebuscaban en el arrugado paquete de Gauloises de celofan, para encontrar otro cigarro. Sobre los escritorios, un televisor conectado a France 2 mostraba sin cesar coches destrozados, accidentes de petroleros en alta mar y desastres ferroviarios.

Encendio el cigarrillo, protegiendolo con las manos, como si soplara una galerna. Conocia a su padre desde que entraron juntos en el cuerpo, pero despues del accidente, habia mantenidos las distancias.

La miro intencionadamente a la vez que le senalaba una desportillada silla de metal.

– Ya sabes que tuve que hacer un poco de teatro, especialmente para los de la Brigada.

Se imagino que eso seria, probablemente, lo mas cercano a una disculpa que escucharia por su comportamiento en el piso de Lili Stein.

– Me complace presentar declaracion, Morbier.- Intento que la frialdad quedara fuera de su tono-. El Templo de E’manuel ha mantenido mis servicios.

– ?Asi que el Templo te contrato antes de que la mataran?- Morbier hizo un gesto afirmativo-.?Por si acaso se la cargaban?

Ella nego con la cabeza y se sento en el borde de la silla de metal.

– Se buena y explicamelo.

Morbier podia pasar por academico hasta que abria la boca. Su padre solia llamarlo “Frances puro del arroyo”, pero estaba claro que la mayoria de los flics no eran licenciados por la Sorbona.

– No es de buen gusto incriminar a los muertos, Morbier.- Cruzo las piernas, esperando que los estrechos vaqueros no le cortaran la circulacion.

Ahora el parecia estar interesado.

– Tu la encontraste, Leduc. Eres mi premiere suspecte. Cuentamelo.

Ella dudo.

– Confia en mi. Nunca llevo a juicio a los muertos.- Le guino un ojo-. Nada va a salir de este despacho.

Ya, y los cerdos vuelan. Pidio perdon a Lili Stein mentalmente.

– Por favor, no digas nada a su hijo.

– Lo considerare.

– Haz algo mejor, Morbier-dijo ella-. El Templo no quiere ver que se hace dano a la familia. Habia rumores de robos en tiendas.

Morbier solto un bufido.

– ?Que es todo esto?

– Ya sabes como a la gente mayor a veces se les olvidan articulos en los bolsillos -dijo-. El rabino me dijo que hablara con ella, que intentara convencerla de que los devolviera. En secreto.

– ?Que tipo de objetos?

– Panuelos de Monoprix, linternas de Samaritaine. Nada de valor.- Intento no morirse de verguenza en la silla de duro respaldo.

Morbier consulto un expediente sobre su escritorio.

– Encontramos candelabros de bronce, de los de iglesia.

Aimee movio la cabeza.

– Escondia cosas. Como una nina, y se le olvidaba donde.- Se levanto y metio la mano en el bolsillo.

De camino a la comisaria se le habia ocurrido una razon logica para explicar su presencia en la zona. La radio habia informado de grandes manifestaciones de la derecha por todo el Marais protestando en contra de la cumbre europea.

– Iba siguiendola desde Les Halles, pero la perdi en esa manifestacion. Habia neonazis por todos los sitios. Me imagine que habia regresado a su apartamento, asi que a ultima hora fui y…

Por lo menos la parte en la que le conto como habia encontrado el cuerpo, era cierta.

– Deja que vea si he entendido.-Morbier aspiro profundamente el cigarro que acababa de encender y exhalo anillos de humo sobre la cabeza de Aimee-.?La seguiste por si robaba en alguna tienda, la perdiste en Les Halles en una manifestacion fascista y luego fuiste a su apartamente y la encontraste tatuada al estilo nazi?-La miro con los ojos entrecerrados-.?Por que estaban tus huellas en los mandos de la radio?

Ella evito su mirada lo mejor que pudo.

– Mais bien sur! Porque tuve que bajar el volumen. El asesino subio el volumen a tope para ahogar los gritos de Lili, y luego dejo los panuelos de papel tirados en el suelo despues de frotar con ellos sus huellas-.?Ese es un punto interesante, Morbier!

– ?Que quieres decir?

– El criminal quiza este acostumbrado a que alguien limpie tras el

– O podria ser un vago

Ella estudio la esvastica grabada en la frente de Lili Stein en la fotografia. Fue entonces cuando se percato de

Вы читаете Asesinato En Paris
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×