nacimiento hasta el dia de hoy estaban sobre la mesa junto a una nota:

QUIEN BIEN TE QUIERE TE HARA LLORAR.

6

Lundberg se habia bebido su whisky. Peter apenas habia probado el suyo. Despues de esta experiencia estaba convencido de que se le podia dar mejor uso a los viejos embarcaderos.

No se habian dicho gran cosa durante ese tiempo. El habia ido a mirar el desorden del dormitorio. En realidad no era mayor que el de su propia casa pero le ahorro a Lundberg el comentario. De nuevo en el salon se sento en una butaca, de modo que quedo enfrente de Lundberg y dando la espalda a la ventana panoramica.

Los cuadros que colgaban de las paredes eran de buen gusto y seguramente habian sido elegidos cuidadosamente. Se podia ver que la persona que los habia colgado habia escogido la colocacion de cada cuadro para sacar el maximo partido a cada pintura. A Peter le interesaba el arte aunque no fuera un experto en la materia, pero le gustaban los lugares donde los cuadros podian vivir su propia vida en lugar de tener que combinar a cualquier precio con el tono del sofa. La habitacion estaba sobriamente amueblada, pero parecia cualquier cosa menos pobre. Cada mueble y cada detalle denotaban gusto y exquisitez; parecia como si hubieran sido creados para estar justo donde estaban.

Ahi vivia un esteta.

De una de las paredes, enfrente de la cocina, colgaba una fotografia de boda en blanco y negro del tamano de una holandesa. Lundberg se parecia bastante si se le quitaban una decena de kilos, y la mujer que Peter supuso era Ingrid Lundberg era rubia y bella y esbozaba una amplia sonrisa a la camara. La foto parecia de los anos setenta. El traje de novia era sencillo; seguramente no era blanco, al contrastarlo con el tono de la camisa blanca del frac de Lundberg.

Habia algo especial en la colocacion de la fotografia.

Asi como el resto de la habitacion formaba parte de una totalidad, esta fotografia y su ubicacion entre dos grandes acuarelas constituia un crimen estetico que hacia que la habitacion perdiera fuerza. Estaba claro que la fotografia habia sido colgada mucho despues que el resto de cuadros.

Lundberg siguio la mirada de Peter.

– Ingrid y yo. Verano del sesenta y siete. En el meson de Ulriksdal.

Lundberg parecio recordar. Pasaron unos minutos. Suspiro.

– Los primeros anos estuvimos muy bien. La agencia iba cada vez mejor, viajabamos mucho y en general teniamos una buena vida.

Bajo la vista y miro su vaso.

– Luego pensamos que era hora de tener hijos. Ingrid comenzo a pensar que se le pasaba el tiempo. Entonces tenia treinta y cinco anos y es distinto para las mujeres. Dejamos de usar proteccion pero no sucedio nada.

Peter tuvo la sensacion de que miraba a traves del ojo de una cerradura. No tenia ninguna experiencia particular en escuchar las confidencias de la gente. Lo que ocurria era que si uno nunca compartia las suyas tampoco podia participar de las de los demas, y el solo una vez en su vida habia estado lo suficientemente cerca de alguien para atreverse a entreabrir su alma.

Lundberg continuo.

– Pasaron unos anos. Ingrid se obsesiono mas y mas; al final, haciamos el amor siguiendo un programa que Ingrid habia calculado con la ayuda del termometro. A veces podia llamar a la oficina en mitad de una importante reunion para decir que era el momento. Ese tipo de cosas no ayudan especialmente a la vida sexual y ahora, pasado el tiempo, he comprendido que fue entonces cuando nuestra relacion se torcio.

Lundberg meneo la cabeza como si deseara desprenderse del recuerdo.

– Bueno, joder. Por ultimo Ingrid se encargo de que hicieramos una especie de reconocimiento para descubrir cual era el problema. Fue terriblemente humillante. Tuve que enviar varias veces a Sophiahemmet pruebas de esperma en pequenos recipientes que Ingrid llevaba guardados en su bolso.

Peter se sonrojo.

– La culpa resulto ser mia. Al parecer mis espermatozoides no nadaban con la suficiente fuerza y nunca conseguian llegar a la meta. No fue divertido oir esto. Mi hombria sufrio un duro golpe y los meses siguientes me obsesione tanto como ella por tener un hijo. Hicimos varias pruebas de fecundacion in vitro que costaron cantidades astronomicas y todas fracasaron. Finalmente acabamos rendidos. El deseo desaparecio por completo ya que todo lo que tenia que ver con los humores corporales estaba relacionado con tubos de ensayo y recipientes para el esperma. Despues de ese periodo nuestro matrimonio acabo.

Enmudecio como si reflexionara sobre ese dato.

– Me avergonce por no haber conseguido darle lo que mas deseaba. Le ofreci el divorcio, pero ella no quiso. Yo pasaba mas y mas tiempo en la oficina e Ingrid comenzo a viajar al extranjero mientras yo hacia mi vida. Reconozco que no fui particularmente refinado eligiendo a mis companeras de cama. Creo que Ingrid lo sabia, pero lo peor, casi, es que no le importaba. Supongo que me acusaba en silencio de la perdida a la que se habia visto sometida. Una especie de desprecio que era absolutamente imposible combinar con el amor.

Lundberg se puso de pie y fue a servirse otro whisky. Vio que el vaso de Peter estaba sin tocar. Se sento de nuevo.

– Luego pasaron los anos -continuo-. Ingrid nunca hablaba de divorcio y a mi tambien me venia bien tener a alguien que se ocupara de las cosas de casa y nunca exigiera nada. Y entonces un dia me telefonearon y me informaron de que Ingrid estaba en cuidados intensivos. Una semana despues murio.

Bajo la vista hacia su vaso y dejo que el whisky se moviese junto al borde con movimientos circulares.

– Yo mismo me sorprendi de mi reaccion. Me quede tirado en casa llorando durante varios dias. Hasta entonces no habia tenido ni idea de lo mucho que significaba para mi o de cuanto la iba a echar de menos. Tarde unos cuantos meses en volver a funcionar mas o menos bien.

Permanecieron en silencio durante un rato, luego Lundberg se puso de pie y se acerco hasta la foto de boda.

– Pero debe saber una cosa -anuncio.

Era dificil saber si le hablaba a la fotografia o a Peter.

– Debido a una especie de fidelidad a su memoria desde entonces nunca mas he vuelto a mirar a otra mujer.

Peter observo su espalda. Deseo tener algo adecuado que decir, o una confidencia propia que compartir para equilibrar la balanza entre ellos, pero el cerebro estaba vacio. Nunca habia sido un buen orador.

– Tiene una casa maravillosa -fue lo unico que se le ocurrio decir.

Lundberg miro a su alrededor y se encogio de hombros, se dio la vuelta y dijo:

– Acabo de recordar que mi asistenta ha estado hoy aqui. Seria muy interesante saber que tiene que contar.

Fue a coger su cartera y busco una tarjeta de visita. Le dio la vuelta y marco en un movil que saco del bolsillo el numero de telefono que estaba escrito a mano.

– ?Esta Katerina? -pregunto despues de un rato.

Silencio.

– Me llamo Olof Lundberg y Katerina dijo que se la podia localizar en este numero.

Silencio de nuevo.

– Si, gracias.

Vacio su vaso de whisky con una mueca.

– Hola, soy Olof Lundberg de Saltsjo-Duvnas. Me gustaria hacerle unas preguntas en persona. ?Donde vive?

Peter comprendio por la cara de Lundberg que la tal Katerina se habia asustado y eso no le sorprendia.

– Tranquilicese. Estaremos ahi en media hora.

Colgo el telefono y miro a Peter.

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