Ginnis le hubiera recordado el nombre del hombre del traje.

– No se preocupe, senor Wyeth -dijo-. Sus cosechas estaran a salvo en esta granja.

Wyeth le devolvio la sonrisa.

– Es lo que queria oir -dijo.

Capitulo 2

El Ataud de Terciopelo

Todos los ojos de la redaccion me siguieron cuando sali de la oficina de Kramer y volvi a mi cubiculo. Las prolongadas miradas hicieron que el camino fuese muy largo. Siempre repartian las rosas los viernes y todos sabian que acababan de darmela; si bien las cartas de despido ya no iban en papeles de color rosado. Ahora era un formulario RP: reestructuracion de plantilla.

Todos sintieron un leve cosquilleo de alivio porque no les habia tocado a ellos y un leve cosquilleo de ansiedad porque sabian que nadie estaba a salvo todavia. Cualquiera podia ser el siguiente.

Rehui todas las miradas al pasar bajo el cartel de la seccion de Metropolitano para dirigirme de nuevo a los cubiculos. Entre en el mio y me sente para desaparecer del campo visual de la redaccion como un soldado que se lanza a una trinchera.

Inmediatamente sono mi telefono. En la pantalla vi que llamaba mi amigo Larry Bernard. Solo estaba a dos cubiculos de distancia, pero sabia que venir a verme en persona habria sido una clara senal para que otros periodistas de la sala de redaccion se reunieran en torno a mi y preguntaran lo obvio. Los periodistas trabajan mejor en manada.

Me puse los cascos y conteste la llamada.

– Hola, Jack -dijo.

– Hola, Larry -respondi.

– ?Y?

– ?Y que?

– ?Que queria el Embutidor?

Uso el apodo que le habian puesto al subdirector Richard Kramer anos atras, cuando era un secretario de redaccion mas preocupado por la cantidad que por la calidad de las noticias que solicitaba a sus periodistas. Desde entonces le habian inventado varios apodos mas.

– Ya sabes lo que queria. Me ha dado el preaviso; me echan.

– Me cago en la hostia, te han dado la rosa.

– Exacto. Pero recuerda que ahora lo llamamos «separacion involuntaria».

– ?Te has de marchar ahora mismo? Te ayudare.

– No, tengo dos semanas. El 22 de mayo sere historia.

– ?Dos semanas? ?Por que dos semanas?

La mayoria de las victimas de la reestructuracion tenian que marcharse de inmediato. La decision se habia tomado despues de que uno de los primeros receptores del preaviso de despido se quedara durante el periodo remunerado. Todos y cada uno de sus ultimos dias, la gente lo veia en la oficina con una pelota de tenis: botandola, lanzandola, apretandola. No se dieron cuenta de que cada dia era una pelota diferente, que lanzaba despues al inodoro de caballeros. Alrededor de una semana despues de que se marchara, las canerias refluyeron con consecuencias devastadoras.

– Me han ofrecido unos dias mas si accedia a preparar a mi sustituta.

Larry se quedo un momento en silencio mientras consideraba la humillacion que suponia tener que ensenar a tu propio sucesor. Sin embargo, para mi, dos semanas de salario eran dos semanas de salario que perderia si no aceptaba la oferta. Y ademas, me daria el tiempo suficiente para despedirme apropiadamente de aquellos que lo merecian tanto en la sala de redaccion como en la calle. Considere que la alternativa de llenar una caja con mis pertenencias personales y que me acompanara a la puerta un guardia de seguridad era aun mas humillante. Estaba seguro de que me controlarian para asegurarse de que no llevaba pelotas de tenis al trabajo, pero no tenian de que preocuparse. Ese no era mi estilo.

– ?Y ya esta? ?No te ha dicho nada mas? ?Dos semanas y te vas?

– Me ha dado la mano y me ha soltado que era un tipo atractivo, que deberia probar en la tele.

– Oh, tio. Vamos a emborracharnos esta noche.

– Yo si, desde luego.

– Joder, no es justo.

– El mundo no es justo, Larry.

– ?Quien es tu sustituta? ?Al menos es alguien que sabra que esta a salvo?

– Angela Cook.

– Me lo imaginaba. A los polis les va a encantar.

Larry era amigo mio, pero no me apetecia hablar de todo eso con el en ese momento: necesitaba sopesar mis opciones. Me enderece en la silla y mire por encima de las mamparas de metro veinte del cubiculo. Todavia no veia a nadie observandome. Mire hacia la fila de paredes de cristal de las oficinas de los jefes de seccion. La de Kramer hacia esquina y el estaba de pie detras del cristal mirando a la sala de redaccion. Cuando establecimos contacto visual, Kramer desvio enseguida la mirada.

– ?Que vas a hacer? -me pregunto Larry.

– No lo he pensado, pero voy a hacerlo ahora mismo. ?Adonde quieres ir, al Big Wang’s o al Short Stop?

– Al Short Stop. Anoche estuve en el Wang’s.

– Nos vemos alli, pues.

Estaba a punto de colgar cuando Larry me espeto una ultima pregunta.

– Una cosa mas. ?Ha dicho que numero eras?

Por supuesto, queria saber cuales eran sus propias posibilidades de sobrevivir a esa ultima sangria de personal.

– Cuando he entrado, ha empezado a hablar de que casi lo habia conseguido y de lo dificil que resultaba tomar las decisiones finales. Ha dicho que yo era el noventa y nueve.

Dos meses antes, el periodico habia anunciado que cien empleados serian eliminados de la plantilla editorial a fin de reducir costes y hacer felices a nuestros dioses empresariales. Deje que Larry pensara un momento quien podria ser el numero cien, mientras yo volvia a mirar a la oficina de Kramer. Todavia estaba tras el cristal.

– Y te aconsejo que no asomes la cabeza, Larry. El verdugo esta ahora mismo de pie junto al cristal buscando al numero cien.

Pulse el boton de colgar, pero continue con los cascos puestos. Con suerte eso desalentaria al personal de la redaccion de acercarse a mi. No me cabia duda de que Larry Bernard empezaria a contar a otros periodistas que me habian separado involuntariamente y estos vendrian a compadecerme. Tenia que concentrarme en terminar un breve sobre la detencion realizada por la Division de Robos y Homicidios del Departamento de Policia de Los Angeles de un sospechoso en un caso de asesinato por encargo. Luego podria desaparecer de la redaccion y dirigirme al bar para brindar por el final de mi carrera en el periodismo diario. Porque en eso se resumia todo: no habia ningun periodico en el mercado para un reportero de sucesos policiales de mas de cuarenta anos. Y menos cuando tenian una lista interminable de mano de obra barata: periodistas pipiolos como Angela Cook, recien salidos cada ano de la Universidad del Sur de California, de Medill y de Columbia, todos ellos con un buen bagaje de conocimientos tecnologicos y dispuestos a trabajar por casi nada. Igual que ocurria con el periodico en papel y tinta, mi tiempo habia acabado. Ahora se trataba de Internet; de actualizaciones horarias en las ediciones en linea y en los blogs; de conexiones de television y actualizaciones en Twitter; de escribir los articulos con el movil en lugar de usar el telefono para llamar a edicion. El periodico matinal podria llamarse el Diario de ayer. Todo lo que contenia estaba colgado en la red la noche anterior.

El timbre del telefono sono en los cascos y supuse que seria mi exmujer, quien ya se habria enterado de la noticia en la redaccion de Washington, pero la identificacion de llamada decia VELVET COFFIN, el Ataud de Terciopelo. Tuve que admitir que estaba asombrado: sabia que Larry no podia haber hecho correr la voz tan

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