deprisa. En contra del sentido comun, atendi la llamada. Como era de esperar, quien llamaba era Don Goodwin, autodesignado perro guardian y cronista del funcionamiento interno del L. A. Times.

– Acabo de enterarme -dijo.

– ?Cuando?

– Ahora mismo.

– ?Como? Yo lo se desde hace menos de cinco minutos.

– Vamos, Jack, sabes que no puedo revelarlo, pero tengo la redaccion pinchada. Acabas de salir de la oficina de Kramer y estas en la lista de los treinta.

La lista de los treinta era una referencia a las bajas que se habian producido a lo largo de los anos con el proceso de reduccion. Treinta era el codigo del periodico que significaba «fin del articulo». El propio Goodwin figuraba en la lista; habia trabajado en el Times e iba lanzado como redactor hasta que un cambio de propietario provoco un golpe de timon en la filosofia financiera. Cuando se opuso a hacer mas con menos, le cortaron las alas y termino aceptando una de las primeras indemnizaciones que se ofrecieron. Eso fue cuando todavia daban indemnizaciones sustanciales a aquellos que abandonaban la empresa de manera voluntaria, antes de que la compania propietaria del Times se acogiera a la regulacion de empleo por causas economicas.

Goodwin cogio el dinero y creo un sitio web y un blog que se ocupaban de todo lo que se movia dentro del Times. Lo llamaba el Ataud de Terciopelo, a modo de adusto recordatorio de lo que habia sido el periodico: un lugar tan agradable para trabajar que podias meterte dentro y quedarte alli hasta la muerte. Con los constantes cambios en la propiedad y la gestion, y las persistentes reducciones de personal y presupuesto, el periodico se estaba pareciendo mas a un cajon de pino. Y Goodwin estaba alli para hacer una cronica de cada paso y traspie de la caida.

Su blog se actualizaba casi a diario y en la redaccion todos lo leian en secreto y con avidez. No estaba seguro de que le importara a la mayor parte del mundo que habitaba detras de las gruesas paredes del edificio de Spring Street. El Times iba por el mismo camino que el conjunto del periodismo, y eso no era noticia. Incluso en el glorioso New York Times se sentian los apuros causados por el cambio a una sociedad que buscaba en Internet noticias y publicidad. Lo que escribia Goodwill y aquello por lo que me estaba llamando no significaba mucho mas que un reordenamiento de sillas en la cubierta del Titanic.

Y al cabo de otras dos semanas tampoco me importaria a mi. Yo ya estaba pasando pagina y pensando en la novela empezada de manera un poco tosca que tenia en mi ordenador. Iba a ponerme con ella en cuanto llegara a casa. Sabia que podia exprimir mis ahorros durante al menos seis meses y despues, si lo necesitaba, podria vivir de una hipoteca inversa; es decir, del valor que le quedara a la casa despues de la reciente caida de precios. Tambien podia cambiarme el coche por uno mas pequeno y ahorrar gasolina comprando una de esas latas de sardinas hibridas que llevaba todo el mundo en la ciudad.

Ya estaba empezando a contemplar mi despido como una oportunidad. En lo mas hondo, todo periodista desea ser novelista: es la diferencia entre el arte y el oficio. Todo escritor quiere que lo consideren un artista, y yo iba a intentarlo. La media novela que tenia esperando en casa -la trama de la cual ni siquiera podia recordar del todo- era mi trampolin.

– ?Te vas hoy? -pregunto Goodwin.

– No, tengo un par de semanas si preparo a mi sustituta. He accedido.

– Joder, que gente mas noble. ?Ya no le dejan a nadie mantener la dignidad?

– Mira, es mejor que irse hoy con una caja de carton. Dos semanas de paga son dos semanas de paga.

– Pero ?te parece justo? ?Cuanto tiempo llevas ahi? Seis, siete anos, ?y te dan dos semanas?

Estaba tratando de sonsacarme una cita jugosa. Yo era periodista y sabia como funcionaba. Goodwin queria un comentario iracundo que pudiera poner en el blog, pero yo no iba a morder el anzuelo. Le dije que no tenia mas comentarios para el Ataud de Terciopelo, al menos hasta que me marchara definitivamente. No le satisfizo la respuesta y trato de sacarme un comentario hasta que oi el pitido de llamada en espera. Mire el identificador de llamada y vi XXXXX en la pantalla. Eso significaba que la llamada venia de la centralita y no de alguien que tuviera mi numero directo. Lorene, la telefonista de la redaccion a la que veia de servicio en la cabina, podria haber dicho que estaba comunicando, asi que su decision de poner la llamada en espera en lugar de anotar el mensaje solo podia significar que quien llamaba la habia convencido de que se trataba de algo importante.

Corte a Goodwin.

– Mira, Don, no voy a hacer comentarios y he de colgar. Tengo otra llamada.

Pulse el boton antes de que el hiciera un tercer intento para que comentara mi situacion laboral.

– Soy Jack Mc Evoy -dije despues de colgar.

Silencio.

– Hola, soy Jack Mc Evoy. ?En que puedo ayudarle?

Llamenme tendencioso, pero inmediatamente identifique a la persona que llamaba como mujer, negra y sin educacion.

– ?Mc Evoy? ?Cuando va a decir la verdad, Mc Evoy?

– ?Quien es?

– Esta contando mentiras en su periodico, Mc Evoy.

«Ojala fuera mi periodico», pense.

– Senora, si quiere decirme quien es y cual es su queja, la escuchare, de lo contrario voy a…

– Ahora dicen que Mizo es adulto, ?de que cono van? No ha matado a ninguna puta.

Inmediatamente supe que era una de esas llamadas que estan de parte del inocente: una madre o novia que tenia que decirme lo equivocado que estaba mi articulo. Las recibia siempre, pero no lo haria durante mucho tiempo mas. Me resigne a manejarla de la manera mas rapida y educada posible.

– ?Quien es Mizo?

– Zo. Mi Zo. Mi hijo Alonzo. No es culpable de nada y no es adulto.

Sabia que eso era lo que iba a decir. Nunca son culpables. Nadie te llama para decirte que tienes razon o que la policia la tiene y que su marido o su novio es culpable de las acusaciones. Nadie te llama desde la prision para reconocer que lo hizo: todo el mundo es inocente. Lo unico que no entendia de la llamada era el nombre. No habia escrito ni una linea sobre alguien que se llamara Alonzo; lo recordaria.

– Senora, ?no se equivoca de persona? Creo que no he escrito nada sobre Alonzo.

– Y tanto que si, sale su nombre. Dijo que la metio en el maletero y eso es una mentira asquerosa.

Entonces lo comprendi. La victima hallada en el maletero de un coche la semana anterior. Era un breve de ciento cincuenta palabras, porque a nadie de la seccion le habia interesado demasiado. Camello menor de edad estrangula a una de sus clientas y mete el cadaver en el maletero del coche de la propia victima. Era un crimen de negro contra blanca, pero en la seccion siguio sin importar nada porque la victima era una drogadicta. El periodico la marginaba a ella tanto como a su asesino. Si te vas a South L.A. a comprar heroina o crack y pasa lo que pasa, no conseguiras que la Dama Gris de la calle Spring -como llamamos al periodico entre nosotros- se compadezca; no hay mucho espacio para eso en el periodico. Una columna de quince centimetros en el interior es lo que vales y lo que consigues.

Me di cuenta de que no conocia el nombre de Alonzo, porque para empezar nunca me lo habian dado. El sospechoso tenia dieciseis anos y la policia no proporcionaba la identidad de los menores detenidos.

Pase las pilas de periodicos que tenia a la derecha de mi mesa hasta que encontre la seccion metropolitana de hacia dos martes. La abri por la pagina cuatro y eche un vistazo al articulo. No era lo bastante grande para ir firmado bajo el titulo, pero la redaccion habia puesto mi nombre al pie. De lo contrario, no habria recibido la llamada. Que suerte la mia.

– Alonzo es su hijo -dije-. Y lo detuvieron hace dos domingos por el asesinato de Denise Babbit, ?es correcto?

– Le he dicho que es una puta mentira.

– Si, pero es el articulo del que esta hablando, ?no?

– Si. ?Cuando va a contar la verdad?

– La verdad es que su hijo es inocente.

– Eso es. Se ha equivocado y ahora dicen que lo van a juzgar como a un adulto, aunque solo tiene dieciseis

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