Rafael Sanchez Ferlosio

El Jarama

Premio Nadal 1955

El agua que tocamos en los rios es la postrera de las que se fueron y la primera de las que vendran; asi el dia presente.

LEONARDO DA VINCI

NOTA A LA SEXTA EDICION

Como quiera que a lo largo de los nueve anos que la presente novela lleva a merced del publico han sido no pocas las personas que, creyendo hacer un cumplido a mi propia obra, me han dicho 'lo que mas me gusta es la descripcion geografica del rio con que se abre y se cierra la narracion» y visto que las comillas que acompanan a esta descripcion no surten – a falta de otra indicacion, cuya omision hoy me resulta del todo imperdonable – los efectos de atribucion – o de no atribucion – deseados, es mi deber consignar aqui de una vez para siempre su verdadera procedencia, devolviendo asi al extraordinario escritor a quien tan injusta como atolondradamente ha sido usurpada, la que yo tambien, sin sombra de reticencia ni modestia, coincido en considerar con mucho la mejor pagina de prosa de toda la novela. Puede leerse, con leves modificaciones, en: Casiano de Prado, Descripcion fisica y geografica de la Provincia de Madrid, Imprenta Nacional, Madrid, 1864, paginas 10 y 11. Aunque solo me pueda servir como atenuante, he de anadir en mi descargo que fueron precisamente las pequenas alteraciones por medio de las cuales ajuste el texto original de don Casiano a mis propias conveniencias prosodicas – toda vez que el comienzo y el final de un libro son lugares prosodicamente muy condicionados- las que pesaron en mi animo para resolverme a omitir la procedencia. Pero conservar el equivoco seria hoy, por mi parte, amen de la violacion de las mas elementales normas de cortesia literaria que en todo caso supondria, y a la vista de como han ido las cosas, la mas escandalosa ingratitud.

R. S. F.

'Describire brevemente y por su orden estos rios, empezando por Jarama: sus primeras fuentes se encuentran en el gneis de la vertiente Sur de Somosierra, entre el Cerro de la Cebollera y el de Excomunion. Corre tocando la Provincia de Madrid, por La Hiruela y por los molinos de Montejo de la Sierra y de Pradena del Rincon. Entra luego en Guadalajara, atravesando pizarras silurianas, hasta el Convento que fue de Bonaval. Penetra por grandes estrechuras en la faja caliza del cretaceo – prolongacion de la del Ponton de la Oliva, que se dirige por Tamajon a Congostrina hacia Siguenza. Se une al Lozoya un poco mas abajo del Ponton de la Oliva. Tuerce despues al Sur y hace la vega de Torrelaguna, dejando Uceda a la izquierda, ochenta metros mas alta, donde hay un puente de madera. Desde su union con el Lozoya sirve de limite a las dos provincias. Se interna en la de Madrid, pocos kilometros arriba del Espartal, ya en la faja de arenas diluviales del tiempo cuaternario, y sus aguas divagan por un cauce indeciso, sin dejar provecho a la agricultura. En Talamanca, tan solo, se pudo hacer con ellas una acequia muy corta, para dar movimiento a un molino de dos piedras. Tiene un puente en el mismo Talamanca, hoy ya inutil, porque el rio lo rehuso hace largos anos y se abrio otro camino. De Talamanca a Paracuellos se pasa el rio por diferentes barcas, hasta el Puente Viveros, por donde cruza la carretera de Aragon-Cataluna, en el kilometro dieciseis desde Madrid…»

– ?Me dejas que descorra la cortina?

Siempre estaba sentado de la misma manera: su espalda contra lo oscuro de la pared del fondo; su cara contra la puerta, hacia la luz. El mostrador corria a su izquierda, paralelo a su mirada. Colocaba la silla de lado, de modo que el respaldo de esta le sostribase el brazo derecho, mientras ponia el izquierdo sobre el mostrador. Asi que se encajaba como en una hornacina, parapetando su cuerpo por tres lados; y por el cuarto queria tener luz. Por el frente queria tener abierto el camino de la cara y no soportaba que la cortina le cortase la vista hacia afuera de la puerta.

– ?Me dejas que descorra la cortina?

El ventero asentia con la cabeza. Era un lienzo pesado, de tela de costales.

Pronto le conocieron la mania y en cuanto se hubo sentado una manana, como siempre, en su rincon, fue el mismo ventero quien aparto la cortina, sin que el se lo hubiese pedido. Lo hizo ceremonioso, con un gesto alusivo, y el otro se ofendio:

– Si te molesta que abra la cortina, podias haberlo dicho, y me largo a beber en otra parte. Pero ese retintin que te manejas, no es manera de decirme las cosas.

– Pero hombre, Lucio, ?ni una broma tan chica se te puede gastar? No me molesta, hombre; no es mas que por las moscas, ahora en el verano; pero me da lo mismo, si estas a gusto asi. Solo que me hace gracia el capricho que tienes con mirar para afuera. ?No estas harto de verlo? Siempre ese mismo arbol y ese cacho camino y esa tapia.

– No es cuestion de lo que se vea o se deje de ver. Yo no se ni siquiera si lo veo; pero me gusta que este abierto, capricho o lo que sea. De la otra forma es un agobio, que no sabes que hacer con los ojos, ni donde colocarlos. Y ademas, me gusta ver quien pasa.

– Ver quien no pasa, me querras decir.

Callaban. El ventero tenia los antebrazos peludos contra el mostrador, y todo el peso del torso sobre ellos. Una tira de sol se recostaba en el cemento del piso. Cuando el pito del tren llego hasta sus oidos, hablo el ventero:

– Las nueve menos cuarto.

Ambos cambiaron imperceptiblemente de postura. Vino de dentro una voz de mujer:

– ?A ver si le dices a ese, cuando venga, que se quede esta tarde, para servir en el jardin; que Justina no puede. Viene el novio a las cuatro a buscarla!

El ventero respondio hacia el pasillo de donde habia venido la voz:

– Ese tambien podia escoger un dia entre semana, para salir con ella. Ya lo sabe que los domingos Justina me hace falta aqui.

Entro la mujer, con la cabeza ladeada, y peleando con el peine contra un nudo de su pelo grisaceo, dijo:

– La nina no tiene por que estarse aqui sacrificada todos los domingos; tambien tiene derecho de ir al cine.

– Nadie la quita de que vaya al cine. Yo solo digo que se les ocurra otro dia.

– ?Y como quieres que le de al otro tiempo, en dia de diario, venir desde Madrid y volverse con ella, si sale a las siete y media de trabajar, o mas tarde?

– Pues bueno, mujer, no he dicho nada. Que hagan lo que quieran.

La mujer ya se habia desenredado el pelo y ahora, mas libre, se dirigio a su marido en otro tono:

– Y ademas, se la lleva los domingos, precisamente porque no le gusta que la chica despache en el jardin y tenga que aguantar las miradas y groserias de los clientes. Y en eso le doy toda la razon.

– Ah, ?conque no le gusta? ?Y quien es el para decir lo que ha de hacer mi hija y

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