senal, le pidio que detuviera el coche. Se adentraron juntos por el camino de tierra que atraviesa la arboleda hasta llegar a un claro situado casi al borde mismo del acantilado. El cementerio estaba alli, minusculo, oculto a todas horas a los ojos humanos. Fue Louise quien me explico, mucho despues, que se habia erigido para dar reposo a los restos de un grupo de naufragos daneses, tripulantes de un mercante que al parecer transportaba un cargamento de trigo. Gal nunca le habia dicho nada al respecto, pero lo cierto es que cuando Frank llamo a Louise para comunicarle la noticia de su muerte, lo primero que le vino a la cabeza fue que tenian que enterrarlo en Fenners Point. A Frank le gusto mucho la idea. Gal le habia hablado del Cementerio Danes mas de una vez. Gracias a sus conexiones, al cabo de cuarenta y ocho horas, obraba en poder del gallego un permiso que autorizaba el sepelio. Acudimos solo los mas intimos, aunque por la tarde se paso mucha mas gente por el Oakland. Gal Ackerman no tenia familia. Su padre, Ben, murio en el 66 y su madre, Lucia Hollander, en el 79. Nadia Orlov no hizo acto de presencia, por supuesto. Su pista se habia perdido hacia anos y no habia manera de saber si estaba viva o muerta, aunque quienes conociamos bien a Gal sentimos en todo momento algo semejante a su presencia. Como dijo Frank, si aun anda por ahi, tarde o temprano le llegara la noticia. El entierro fue muy sencillo, como hubiera querido Gal. Nadie rezo por el, a menos que el alboroto de las gaviotas que volaban por encima de nuestras cabezas fuera una forma de plegaria. Louise leyo en voz alta unos fragmentos del poema de Valery, eso fue todo. Cuando los obreros que habia contratado Victor cubrieron el feretro y plantaron la lapida, la comitiva regreso a Brooklyn Heights. Frank puso una nota en la puerta del Oakland, anunciando que aquella noche habia barra libre para honrar la memoria de Gal Ackerman. No paro de venir gente hasta muy entrada la noche. A Gal le hubiera encantado ver aquello, como tambien le gustara descansar para siempre en Fenners Point, al borde de un acantilado, en compania de unos cuantos marineros daneses, buenos bebedores sin la menor duda, como si en realidad no hubiera dejado el Oakland del todo.

LA ENTREGA

Fenners Point, 14 de abril de 1994

?Te das cuenta, Gal, del dia que elegiste para morir? Conociendote, dudo mucho que sea casualidad. Es el tipo de bromas que te gustaba gastar, convencido como estabas de que nadie se iba a dar cuenta, pero a mi no me la juegas. Por si acaso, he escogido la misma fecha que tu para traerte Brooklyn, asi me podre reir contigo. Eras unico, al irte tu desaparecio toda una estirpe. La verdad es que me cuesta aceptar que ya no estes entre los vivos. Cada vez que pongo un pie en el Oakland, me da un vuelco el corazon, pensando que te voy a ver alli, sentado en una de las mesas. Tu, que tanto hablabas de la muerte, que tanto escribias sobre ella, por fin estas tambien del otro lado. Nunca habia perdido a nadie tan cercano. Para mi es algo nuevo y no lo acabo de entender. Solias decir que los muertos no se van del todo, que de alguna manera siguen estando entre nosotros. Para mi la unica verdad es que no estas. Te has ido para siempre, Gal, lo demas no cuenta. Ya lo se. Te conozco demasiado bien, no hace falta que me digas nada. No me he pasado tanto tiempo poniendo en orden tus escritos en vano. Ahora mismo, me parece oir con toda claridad tu voz, burlandote de mi: Si eso es lo que crees, ?se puede saber que demonios haces aqui, delante de mi tumba, hablandome como si estuvieras convencido de que de algun modo tus palabras llegan hasta mi? Vale, lo que tu digas, pero es que da la casualidad de que precisamente hoy, catorce de abril, se cumplen dos anos del dia de tu muerte… Por eso te decia antes que si lo de la fecha lo habias hecho a proposito. En todo caso, el aniversario de la Segunda Republica me parece un dia perfecto para traerte el libro. Si, si, lo he terminado. Aqui tienes tu novela, Gal: Brooklyn. La dejare aqui contigo, en la hornacina que mando hacer Frank por encargo de Louise. Para que te haga compania, como cuentan que hacian los egipcios. Perdona lo trillado de la ocurrencia, pero cuando la vi de lejos, al entrar, sola, haciendo frente a todas las demas, tu lapida me hizo pensar en una pagina en blanco. Es la unica que no tiene una cruz y el caso es que me gusta mucho asi, sin epitafio, solo con tus iniciales y las dos fechas, como si fuera una marca de agua en una hoja de papel:

GA

1937-1992

Estaba cantado que tenias que acabar como los personajes de tu libro. Ahora que he conseguido terminarlo, no tengo ni la mas remota idea de lo que voy a hacer con mi vida. Me doy cuenta de que es hora de cambiar de aires. Me pasa un poco como a ti, que no me encuentro a gusto en ningun sitio. Sin saber muy bien por que, llega un dia en que se apodera de mi esta sensacion de agobio y la unica manera de atajarlo es escapar. De momento sigo en Brooklyn, en tu estudio, pero esto no puede durar. Aunque quien sabe. Para la gente como nosotros, de repente llega un dia en que no es posible seguir huyendo. A Louise Lamarque le paso algo parecido con su casa de Chelsea. Alli esta desde hace mas de veinte anos, hablando con sus muertos, como te gustaba hacer a ti, aunque a ella la salva la pintura, que es lo que debiera haberte ocurrido a ti con Brooklyn. Por cierto, que aparte de Frank, ella es la unica persona que ha visto la novela terminada. Tres lectores, no esta mal. Nunca lo habiamos hablado, pero estoy seguro de que a ti te habria gustado.

Louise. Te debo mi amistad con ella. Fue tu ausencia lo que nos vinculo con tanta fuerza. Nos conocimos el dia de tu entierro. Me habias hablado tanto de ella que cuando la tuve delante de mi me dio un escalofrio. Era exactamente tal y como me la habia imaginado: una mujer de edad, alta, elegante, misteriosa. Aquel dia llevaba un traje negro, muy sencillo, y la cara oculta tras un velo. Asi que usted es Nestor, dijo cuando Frank nos presento, dandome la mano y se descubrio. Tenia el rostro acuchillado de arrugas y la mirada dura. En aquella ocasion apenas pudimos hablar. Ella habia llegado a la funeraria con muchisimo retraso y Frank estaba impaciente porque las limousines tenian que haber salido ya hacia Fenners Point. Luego tendreis tiempo, dijo, y la acompano a la capilla ardiente para que pudiera estar un momento a solas contigo antes de que sellaran tu ataud.

Hacia un dia perfecto de luz y de calor y soplaba una ligera brisa. Cuando termino la ceremonia, al salir del cementerio, me pidio que me sentara a su lado durante el trayecto de vuelta. Estabamos los dos solos en el espacio enorme de la limousine. Delante, separados de nosotros por una mampara de cristal ahumado, iban Frank Otero y Victor Baez. Primero estuvimos un rato muy largo sin hablar. Los acantilados quedaban a la izquierda de la carretera y la mirada se nos iba involuntariamente en direccion al mar. De vez en cuando los arboles ocultaban la vista del oceano. Cuando por fin el camino se aparto de la costa, Louise miro hacia el frente y sin levantar el velo dijo en voz muy baja:

No es que me haya cogido de sorpresa, todos sabiamos que iba a pasar en cualquier momento, pero yo ya no tengo fuerzas. Soy demasiado vieja para encajar golpes asi. ?Cuantos muertos tienes tu?

No estaba seguro de lo que queria decir y no conteste.

En mi caso han sido tres, continuo. No es que sean muchos, pero no es cuestion de numero. Es lo dificil que resulta soportar el peso de su ausencia a medida que va pasando el tiempo. A mi madre no la cuento, murio cuando yo tenia apenas unos meses, y no conservo ningun recuerdo de ella. La primera muerte que me hizo dano de verdad fue la de mi padre, cuando yo tenia catorce anos. Estuve a punto de enloquecer. ?Tus padres viven?

Conteste que si y ella asintio.

Al principio no entendi que habia pasado. Me negaba a la evidencia. No aceptaba que mi padre me hubiera abandonado. Cuando al cabo de mucho tiempo logre hacerme a la idea, algo cambio en mi. ?Como explicarlo? Llevaba mas de un ano sufriendo y de repente, sin que yo me diera cuenta, el dolor se habia transformado en otra cosa. Rabia, furia, no se bien que… si no era odio se le parecia mucho. Queria hacerle pagar por haberse ido de mi lado.

Entonces alzo la redecilla y por segunda vez pude observar su rostro. Tenia los ojos de un color azul claro, extranamente frio. Saco del bolso una cajetilla de Camel y la alargo hacia mi.

?Fumas?

Le dije que no, pero ella no movio la mano de donde la tenia. Tarde unos segundos en reaccionar. Cogi el paquete. Dentro encontre un mechero de plastico. Saque un cigarrillo, se lo ofreci y le di fuego. Louise bajo un poco el cristal de la ventanilla y lanzando una bocanada de humo hacia el exterior me

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