La pregunta de Nestor me hizo pensar en uno de los amigos espanoles de Ben, Antonio Ramos. Se conocieron en enero de 1938, cuando Ben estaba destinado en el hospital de campana. Una manana, al hacer la ronda, le hizo una cura a un prisionero del bando sublevado. Recuerdo el enfasis con que Ben recalco que no era fascista. Las cosas eran asi; enviaban a muchos al frente, sin que les diera tiempo a elegir bando. Se llamaba Antonio Ramos, tendria dieciocho o diecinueve anos, y decia que era pintor. Aparte de la gravedad de sus heridas, era de constitucion debil, y durante muchos dias estuvo debatiendose entre la vida y la muerte. Cuando estuvo fuera de peligro, Ben se empezo a hacer amigo suyo. Tenia una sensibilidad muy especial y mi padre le cobro afecto enseguida. Muchas veces, al terminar la ronda, volvia junto a su cama y se quedaba un buen rato charlando con el. Le parecia que aquel muchachito tenia algo especial. Ramos guardaba entre sus cosas una antologia de Antonio Machado de la que le gustaba leer en voz alta porque segun el la poesia no se podia apreciar bien sin escucharla. Una de las veces que Lucia paso por Madrid, Ben se empeno en llevarla al hospital para que conociera a Antonio. Cuando le dieron el alta, lo trasladaron a una prision militar. Al despedirse, Antonio Ramos le regalo a Ben la antologia de Machado y le pidio su direccion. Cuando los milicianos lo subieron al camion con otros prisioneros, mi padre penso que jamas lo volveria a ver. Se equivoco. Anos despues de acabada la guerra, llego a Brooklyn una postal con matasellos de Paris. Antonio Ramos vivia alli. Habia terminado Bellas Artes en Madrid, y le habian dado una beca, muy poca cosa, pero que le llegaba para vivir. Mi padre le contesto y en anos sucesivos se siguieron escribiendo de manera mas o menos esporadica. Por fin, en uno de sus viajes a Europa, Ben se decidio a hacerle una visita. Debio de ser a principios de los sesenta. Cuando llamo al timbre, le abrio la puerta un individuo esqueletico, de aspecto muy deteriorado. Por un momento, Ben penso que se habia equivocado de piso. Solo cuando aquella aparicion lo abrazo se dio cuenta de que tenia que ser el. Ramos le explico que le habian extirpado un pulmon, y que el que le quedaba funcionaba con dificultad. Vivia en un apartamento muy modesto, en el boulevard Montparnasse, y el frio se le habia metido tan dentro del cuerpo, que a pesar de la calefaccion, se tenia que echar una manta por encima para poder pintar. Se habia casado con una francesa que se llamaba Nicole y trabajaba de traductora en Gallimard. En el momento de la visita ella no estaba en casa. Ben le pregunto que tal estaba y Ramos le contesto que el medico le habia prohibido pintar, que dado el estado de su unico pulmon, si seguia pintando, las emanaciones toxicas no tardarian en acabar con el. Ben vio varios oleos de gran tamano a medio hacer, y se dio cuenta de que su amigo hacia caso omiso de los consejos medicos, pero no le dijo nada. Se lo que estas pensando, pero te equivocas, le dijo Ramos. Al medico le he dicho lo mismo. Es justo al reves: si no pintara me moriria. Sonrieron a la vez. Ninguno de los dos queria que se echara a perder la magia del reencuentro. Ramos guardaba una botella de un gran vino de Borgona y llevaba anos esperando una ocasion adecuada para abrirla. Cuando Nicole volvio de Gallimard, improvisaron una cena y entre los tres dieron buena cuenta del vino.

De modo que por eso escribias. Tuve que esperar a que murieras para conocer la respuesta. En cuanto a la encerrona, el dia clave fue el 8 de abril. Estabamos charlando en el Oakland, y de repente me pediste que te acompanara al estudio. Habia estado alli otras veces, y me dio la sensacion de que todo estaba un poco mas ordenado de lo habitual. Senalando las torres de cuadernos, me dijiste:

En el fondo todo lo que ves ahi da igual; lo acumulo porque si, porque es mi unico consuelo, porque a veces abro al azar algo que he escrito y leo unas paginas que me llevan a otra dimension del espacio y del tiempo, y con eso me basta. Me conformaria con entresacar de ahi una sola cosa, no sabria explicarte bien por que. Como decia Alston, con un libro basta. ?Te acuerdas de mi amigo Alston Hughes, el poeta? Murio alcoholizado, como me pasara a mi. Una noche vino a casa la vispera de una lectura de sus poemas, para que le ayudara a elegirlos. Saco de la cartera un mazo de no mas de cien folios. Alli estaba todo lo que habia escrito a lo largo de sus 63 anos de vida. Fue pasando las hojas muy despacio y cuando termino dijo para si: ?Que verguenza haber escrito tanto! Le importaba un rabano publicar o no. Leyo con otros dos poetas, un chileno que habia sido secretario de Neruda y una mujer muy dulce, de aspecto modoso, creo que peruana. No recuerdo sus nombres, aunque los dos habian publicado muchos libros. El unico desconocido era Alston. Nadie tenia la mas remota idea de quien era y si lo habian invitado fue porque yo habia insistido a los organizadores en que se le incluyera en el panel. Me costo trabajo convencerlos, pero al final se fiaron de mi palabra. La lectura que hizo fue escalofriante. Los entendidos no sabian bien que pensar; les faltaba un rasero con que medirlo; estaban indecisos entre el desconcierto y el mas puro desden. Sin embargo, la reaccion de los jovenes fue muy distinta. Nada mas terminar el acto, lo rodearon, preguntandole con vehemencia donde podian encontrar sus libros. Con una sonrisa de satisfaccion Alston les contesto que en ninguna parte. Nunca he publicado nada ni lo hare, les dijo, divertido. Ahora que esta muerto, creo que hay alguien preparando una edicion, en Paris. Si algo he aprendido de Alston, es precisamente eso. Entonces, alzando la mano derecha, senalaste hacia un punto inconcreto del espacio y anadiste:

Ahi hay todo tipo de manuscritos, cosas que sus autores se han empenado en hacerme llegar a lo largo de los anos. Algunos son de amigos, otros de gente que apenas conozco. Trabajos fallidos la mayoria, aunque de vez en cuando me topo con algo de interes. Los guardo alli, dijiste, senalando dos puertas altas que habia encima de un armario empotrado. ?Sabes como llamo a ese lugar? Soltaste una carcajada larguisima antes de decir:

?El nicho! ?Quieres que te ensene el nicho, Ness?

No entendia. Sin darme tiempo a reaccionar, acercaste una escalerilla y me dijiste en tono perentorio:

?Subete ahi!

Insististe en que abriese las puertas del altillo y, en efecto, en el momento de hacerlo me parecieron sendas lapidas.

?Mira bien! ?Ves lo que hay? Hace unos meses fui a sacar un manuscrito y me senti exactamente igual que un enterrador que abre una tumba para proceder al traslado de unos restos. Fue entonces cuando lo bautice asi. Asomate, asomate y veras.

Hice lo que me decias. Era un hueco ancho y bastante profundo, con las paredes de cemento. Dentro, flotaban corpusculos de luz suspendidos en medio de una nube de polvo; el reflejo blanquecino de los manuscritos hacia pensar en un monton de huesos desperdigados en una fosa abierta. Olia un poco a humedad. Me inquietaba mirar aquello, la verdad, de modo que en seguida me baje. No llegue a tocar nada, aunque tu te empenabas en decirme que lo hiciera. Inmediatamente te encaramaste en lo alto de la escalera y con gesto teatral declamaste:

?Un cementerio de manuscritos! Hundias los brazos entre los papeles, incapaz de dejar de reirte. ?Decenas y decenas de manuscritos! Aqui hay de todo, Ness: novelas, poemas, cuentos, obras de teatro, ensayos, libros de memorias, textos insufribles que no interesan a nadie. Increible, verdad, y su destino comun es que nunca seran leidos, jamas llegaran a la imprenta. Tantos suenos de fama, de dinero y vanidad, todas las cosas con que suena la mayoria de la gente que esta empenada en publicar. Tanto esfuerzo y trabajo, ?para que? Cuanta amargura y frustracion, cuantas esperanzas fallidas. Dejame, dejame que te los muestre.

Desde lo alto de la escalera, fuiste leyendome algunos titulos. Tu te reias a carcajadas, pero yo senti un escalofrio. ?Como podias hacer una cosa asi? Me hacia dano verte actuar de ese modo. Era el lado sombrio de tu personalidad, y en aquel momento me resultaba intolerable. Por suerte, la escena no se prolongo mucho. Bruscamente, dejaste de reirte, cerraste (con cuidado, no creas que se me escapo el detalle) las puertas del nicho, te bajaste, plegaste la escalera de tijera y te la llevaste a la cocina.

Ya sabes que en el estudio nunca tengo nada de beber. Voy un momento a la licoreria, subo enseguida.

Al volver, me encontraste mirando los libros de tu biblioteca. Habias traido una botella de vodka, una petaca de cristal, de esas que cuestan dos o tres dolares, y unos vasos. Los llenaste y dijiste:

Te puedes llevar de ahi todo lo que quieras. Yo ya no leo. Todos estos nombres que un dia significaron tanto para mi, ya no me dicen nada. Hace tiempo que me aburren los libros. Hasta hace poco de vez en cuando releia, pero ya ni eso. Me siento muy cerca del final y estoy cansado. Siempre me parecio que tenia razon Alston Hughes. ?Dejar un libro postumo, Ness? A veces he pensado si no lo habre escrito con la esperanza absurda de que lo llegue a leer Nadia. ?O crees que lo habre escrito para mi…? Maldita sea, Ness, he invertido toda la vida en ello sin saber bien para que.

Te acercaste a las torres de papel, diciendo:

Aqui lo tienes, Ness, Brooklyn… Mi libro, desperdigado

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