repetida varias veces, que los exanimes eran individuos que habian perdido el apetito existencial. La conclusion era esperanzadora: todo debia verse como un fenomeno pasajero que pronto seria erradicado y frente al que no habia ningun motivo de inquietud. Cientificos y autoridades trabajarian con la debida abnegacion de modo que la paz de la ciudad permaneciera imperturbable.

Al abandonar la lectura del periodico Victor tenia imagenes confusas en la cabeza. Penso que Blasi habia obtenido la primicia que perseguia y que sus fotografias contradecian desoladoramente toda la informacion que habia leido. Sin embargo, no estaba seguro de haber actuado correctamente. Quiza era el enmascaramiento puesto en marcha por Blasi lo que realmente convenia. Saco un lapiz del bolsillo de la americana y se puso a garabatear una de sus fotos. El pobre desgraciado estaba mas presentable con barba y bigotes. Entonces paso junto a su mesa el hombre de la maquina tragaperras y, con una mueca desagradable, dijo que se habia quedado sin dinero. Victor no supo si se lo decia a el, a los camareros o a si mismo. Daba igual, desde luego.

Otros periodicos, por la tarde, lanzaron ediciones especiales, mientras las emisoras de radio y television se anadian a la propagacion de la noticia. El Progreso habia dado la pauta y los demas, en terminos generales, la siguieron escrupulosamente. Como necesitaban reclamar la atencion del publico todos utilizaban una tecnica similar, activando la bomba de la novedad informativa para, a continuacion, desactivarla con seguridades y promesas. Hubo, claro esta, matices impulsados por la competencia, y algunos insinuaron complicaciones que iban, al parecer, mas alla de lo que les era permitido insinuar. Como consecuencia hubo tambien rectificaciones y ya aquel mismo dia trascendio que una comision de tutela, creada por el Senado, velaba por la exactitud de la informacion. Se anuncio, asimismo, la existencia de la comision de expertos, a la que se atribuyo rasgos salvadores. De la comision de vigilancia la ciudad se entero con posterioridad, cuando ya la ciudad se hallaba vigilada.

Victor paso el resto del dia junto a Angela. Antes, en diversas ocasiones, trato de comunicarse telefonicamente con el doctor Aldrey, pero las lineas del Hospital General estaban siempre ocupadas. Opto por atrincherarse frente a la gran noticia del dia, que el mismo habia fomentado. Para ello hubo que vencer la inicial resistencia de Angela, a la que fue a visitar, de improviso, en su taller de restauracion.

– Es mas grave de lo que me dijiste -le reprocho ella, al recibirlo.

Hacia unos pocos dias le habia comentado su reportaje fotografico en el hospital, pero le habia ocultado el alcance de los hechos, sumandose tambien el a la tendencia de poner a la prudencia por encima de la verdad. Sin embargo, segun advirtio, Angela habia sabido orientarse en el laberinto de las informaciones. No tuvo mas remedio que reconocer la gravedad de los sucesos.

– No queria alarmarte -anadio.

De inmediato penso que era definitivamente alarmante una situacion en la que todo el mundo se esforzaba para que los demas no se sintieran alarmados. Por eso cuando Angela le pidio la verdad, le conto todo cuanto sabia. Fue un relato breve, y el mismo se sorprendio de su brevedad porque aquella historia se habia ensanchado tanto en su pensamiento que le parecia imposible la escasez de datos de que disponia. En realidad era como si la sombra de un ser invisible se estuviera proyectando agobiantemente sobre un muro. Algo muy rapido de contar e imposible de explicar. Un ser invisible no podia tener sombra. Pero la tenia. Mas alla de eso lo demas era anecdotico.

– ?Y adonde conduce eso? -pregunto Angela cuando dio por concluido su relato.

Victor se encogio de hombros:

– No lo se.

Era impotencia y, tambien, indiferencia: queria desprenderse, aunque fuera por unas horas, de aquella gelatina que se pegaba a su cerebro. Abrazo a Angela. Le gustaba cuando iba enfundada en su guardapolvo, con los cabellos desordenados cayendole sobre la espalda. La beso repetidamente, buscando permanecer el mayor tiempo posible en el calor de sus labios. Pronto sintio el deseo de su cuerpo y la alegria de que aquel deseo postergara otras sensaciones. A su alrededor apenas quedaban restos de un mundo que naufragaba. No tenian la menor importancia. Solo el cuerpo de Angela contaba en ese futuro inmediato que era el unico futuro. En el exterior, la ciudad era un paisaje blanco que se confundia con la nada.

El cuadro con el tema de Orfeo y Euridice que Angela debia restaurar era de grandes proporciones. Estaba muy danado, especialmente en los angulos, con manchas oscuras y fragmentos desprendidos. De acuerdo con los informes del propietario de la obra era una tela de autor anonimo del siglo XVII. Victor lo encontro imperfecto pero sugestivo. Las figuras estaban pintadas con cierta torpeza, sin demasiada elegancia en los rasgos ni atencion en las proporciones. Sin embargo, el autor, a pesar de sus limitaciones, o quiza sus prisas, habia conseguido expresar una fuerza considerable. Angela, aunque reconocia sus defectos, alababa esta fuerza y la atribuia al acierto del pintor que habia escogido el momento crucial de la fuga de Orfeo.

– Fijate -decia con satisfaccion-, es el momento justo. Orfeo esta a punto de girarse para contemplar a Euridice, pero todavia no lo ha hecho. Nosotros, los espectadores, no podemos decir si lo hara. La salvacion es aun posible.

Angela le hablo del mito de Orfeo, sobre el que habia estado leyendo en los ultimos dias. Con su singular manera de contarlo, lo remoto se convertia en cercano, casi palpable, como si ella misma hubiera asistido a las sucesivas secuencias de la vida de Orfeo. Y asi el viaje de los Argonautas, el descenso al infierno para rescatar a Euridice e, incluso, su muerte a manos de las mujeres tracias llegaban a oidos de Victor como escenas que hubieran ocurrido en un pasado muy proximo. A Angela le encantaba que fuera de este modo, consiguiendo con extraordinaria facilidad transmitir este encanto. Decia que no le interesaban las historias en las que ella, de una manera u otra, no se podia sentir participe. En esta era claro que participaba junto a Euridice, por lo que no tenia nada de extrano que entre las dos versiones del retorno de Orfeo al mundo de los vivos se decantara por aquella en la que tambien Euridice conseguia salir y desaprobara, por el contrario, aquella otra en la que, por violar Orfeo la prohibicion de mirar atras, quedaba condenada a permanecer en el infierno. Para Angela la aventura de Orfeo solo valia la pena si lograba huir con su mujer. Y estaba convencida de que el cuadro no desmentia su opinion.

Tras escucharla atentamente Victor penso que el pintor habia actuado con habilidad, escogiendo un camino intermedio que ni afirmaba ni negaba. No invitaba al espectador a deducir que Orfeo habia tenido exito en su mision, pero tampoco habia querido representar su fracaso. Ambas opciones eran igualmente posibles. Ni esperanza ni desesperacion: la cabeza de Orfeo estaba girada, pero no hacia atras, donde estaba Euridice, sino hacia el espectador, como si en ultima instancia fuera este quien debiera decidir. Esto era realmente astuto por lo demas era evidente que el anonimo pintor se habia preocupado mucho mas por cuidar los detalles del infierno. Para describir el mundo de los vivos le habia bastado el verde difuso de una vegetacion exuberante y el azul intenso de un cielo luminoso. Al parecer no era necesario que ningun hombre aguardara la llegada de Orfeo y Euridice. El infierno, dominado por el ocre oscuro, era mas concreto, con las siluetas de los condenados empujando una gran noria de fuego bajo la vigilancia de sus monstruosos centinelas. Por la retina de Victor desfilaban otras imagenes de otros infiernos: el infierno siempre era mas concreto.

Angela acaricio suavemente el hermoso marco dorado del cuadro. Dijo:

– Me llevara meses restaurarlo. Como ves esta bastante mal. Hubiera preferido ensenartelo mas adelante.

V

A pesar de todas las precauciones del Consejo de Gobierno no se pudo evitar que la difusion de los hechos hiciera mella en el ritmo de la ciudad. Tras su mesura inicial los medios de comunicacion, excitadamente tentados a hurgar en un filon de apariencia inagotable, expresaron una creciente osadia. Hartos, durante anos, de transformar las pequenas noticias en grandes noticias no se plegaron docilmente a la recomendacion de actuar en sentido contrario. Sintiendo que estaba a su alcance un tesoro maligno, se resistian a conformarse con la bisuteria que les era ofrecida. De otra parte, el hecho de que fuera maligno acrecentaba su valor y lo acercaba a aquellos otros tesoros, pertenecientes a un pasado que ya parecia definitivamente perdido, que emergian, fulgurantes, cuando se informaba de catastrofes y guerras. Los medios de comunicacion no hablaron de guerra, porque no la habia, ni de catastrofe, porque era un termino vedado, pero escarbaron generosamente en la herida hasta conseguir que toda la ciudad quedara salpicada. Esta labor cotidiana preparo el terreno para consagrar un estado

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