– Puedes creerme si te digo que no me han quedado ganas para nada. Me siento un impostor. Todos estos meses he fingido que podia llegar a entender lo que pasaba. Era una mentira y yo lo sabia. No hay nada que entender. Lo peor es que tampoco antes habia nada que entender y por lo tanto pienso que ya era un farsante. Lo que me ha sucedido durante este tiempo ha servido para confirmarlo. Anos y anos fingiendo, diciendome que curaba a este y al otro. Todo por vanidad.

El edificio que Aldrey habia construido alrededor suyo se estaba derrumbando. Fallaban los cimientos y, con ellos, cedia la entera estructura. Victor quiso disuadirlo pero su protesta fue debil. Le faltaba esta vez conviccion para devolver a su amigo una fuerza que ya no existia. Era inutil tratar de apartar a David de una culpabilidad inexistente pues, de inmediato, se dio cuenta de que precisamente una culpabilidad de este tipo era la unica que no se podia arrancar. Aldrey dictaba sentencia contra si mismo:

– Ellos tienen razon. No se que es lo que van a hacer pero han hecho bien en desprenderse de obstaculos como yo. No servia, y estaban en lo cierto. Imagino que ahora todo se solucionara. Aunque, la verdad, para mi ya es demasiado tarde.

A partir de aquel dia David Aldrey vivio a expensas de esta afirmacion. Su vida languidecia imparablemente como si cada uno de sus minutos encajara en ella demasiado tarde. De otra parte no era un hombre acostumbrado a la ociosidad y nunca se habia enfrentado a prolongadas jornadas cuyo contenido debia ser improvisado sobre la marcha. Estaba disciplinado por su trabajo, y al quebrantarse esta disciplina sus coordenadas se tambalearon, mostrandole un territorio subitamente esteril. Victor trato de ayudarle, invitandole a recuperar aquella mutua dedicacion de tiempos ya lejanos. No tenia demasiada confianza en esta propuesta, dado el estado animico en que se encontraba su amigo, y se sorprendio agradablemente de la predisposicion de este.

– Cuenta conmigo, desde luego. Me encantara y, ademas, todas las horas de mi agenda estan libres.

Durante varios dias se empenaron en cumplir este proposito. Se encontraban en bares, daban largos paseos y, de vez en cuando, acudian a los cines semivacios para ver viejas peliculas. Sin embargo, el estado de animo de David Aldrey dificultaba la fluidez de estos momentos. A menudo callado cuando hablaba queria sortear a toda costa la situacion de la ciudad y la suya propia. Se empenaba en identificarse con un individuo que en cierto modo hubiera nacido de repente, aunque ya viejo, al que le faltaba la nocion de las cosas que le rodeaban. Y asi reaccionaba tanto como alguien cansado de saber cuanto como un recien llegado al que asombraban los detalles mas nimios. David nunca habia sido un hombre afectado y Victor no dudaba de la sinceridad de sus reacciones pero, al mismo tiempo, no lograba evitar una creciente reserva ante ellas. Sus tardes compartidas fueron decayendo en intensidad hasta que ambos, tanteandose mutuamente con delicadeza, decidieron retornar a las periodicas citas en el Paris-Berlin.

– Creo que ningun restaurante ha tenido comensales tan fieles como nosotros -bromeo David cuando se despidieron.

Pero tambien los almuerzos de los miercoles en el Paris-Berlin, que habian mantenido a lo largo de tantos anos, tropezaron con barreras insalvables. Victor queria respetar la decision de su companero de mesa, evitando toda referencia a la actualidad. Sin embargo, los viajes al pasado, cuando el presente estaba vedado, se asemejaban a redes lanzadas al mar desde una barca vacia: era inutil que la pesca fuera abundante si nadie la reclamaba para si. Los recuerdos del pasado se convertian en triviales excusas para amortiguar el mutismo. David, por su parte, iba bloqueando todas las puertas que facilitaban el acceso a su interior y de un modo cada vez mas evidente pretendia que este permaneciera hermeticamente cerrado. Fue el, finalmente, quien propuso dar termino, de manera transitoria, a aquellas citas, alegando que, para reanudarlas, antes preferia recuperarse. Cuando, contra su costumbre, se abrazaron al salir del restaurante Victor sintio una indefinible tristeza. Luego, viendo a David marcharse, envejecido y ligeramente encorvado, supuso que aquella separacion seria definitiva.

Victor Ribera ya no hablo mas con David Aldrey. Transcurridas unas semanas tras su ultima cita en el Paris- Berlin telefoneo a su casa pero su amigo no se puso al aparato. Una voz femenina le dijo amablemente que su marido estaba indispuesto y no se encontraba en condiciones de levantarse. Llamo otras veces, contestandole la misma voz y, en ocasiones, otra, adolescente, que daba la misma respuesta. En todos los casos David le mandaba saludos a traves de su mujer y su hijo.

XIII

Todo se hizo con un sigilo impecable y una manana de principios de noviembre se anuncio que el mal habia sido eliminado. Los periodicos lanzaron ediciones extraordinarias, las emisoras de radio y television dedicaron programas especiales a la gran noticia, y las campanas repicaron desde las torres de los templos. Durante el resto del dia hubo numerosas declaraciones en las que los politicos competian con los expertos en la difusion del acontecimiento. A pesar de ello fue necesario vencer la inicial incredulidad de una poblacion que se mostraba desconcertada ante la buena nueva. La muchedumbre reunida, como hacia a diario, en las calles centricas vacilaba con respecto a cual habia de ser su conducta. La excesiva nitidez de las informaciones constituia una fuente de equivocos entre quienes se habian acostumbrado a vivir en la continua contradiccion. Surgieron voces que denunciaban enganos y otras que reclamaban la continuidad de las concentraciones callejeras. Se hacia dificil creer que la pesadilla hubiera terminado.

Ni siquiera las reiteradas intervenciones de Ruben lograron apaciguar a la multitud. El Maestro proclamo que el mal habia sido vencido, pero sus palabras resultaron para los espectadores menos convincentes que cuando proclamaba la exigencia de vencerlo. Entonces, atendiendo a las arengas de numerosos agitadores, se organizaron marchas hacia los hospitales y los centros de acogida, lo cual origino altercados con las fuerzas de seguridad que los custodiaban. Por fin, tras multiples refriegas, estas fueron retiradas y la riada humana penetro en los espacios prohibidos. No habia rastro de los exanimes. Los invasores se encontraron, en todos los casos, con salas vacias. En ellas no quedaba ninguna senal de que hubieran albergado durante tanto tiempo a los internados. Las paredes desnudas estaban impregnadas de un olor aspero de fumigacion que acrecentaba su aspecto desolado. La agresividad de los intrusos fue disminuyendo a medida en que se repetia la misma escena. Extraviada ante la falta de enemigos la multitud se iba deshilachando al contacto con las gelidas estancias que se veia obligada a atravesar. Unicamente los mas tenaces se empenaban en continuar la expedicion. La mayoria, sin embargo, la abandono para regresar a sus casas. Al llegar la medianoche algunos grupos se estacionaron en la Plaza Central con la esperanza de reanudar los habitos que, con tanto fervor, se habian seguido hasta el dia anterior. Enseguida se comprobo, no obstante, que los estimulos habian desaparecido y, al poco, desperdigados los mas obstinados, la plaza se vacio por completo. La pesadilla habia realmente terminado.

Las especulaciones acerca de la suerte que habian corrido los exanimes duraron pocos dias, los suficientes para que se consolidara el sentimiento de que era mejor desechar tales especulaciones. Se dieron en este breve periodo de tiempo varias versiones, algunas de ellas antagonicas entre si. No falto quien quiso ver en lo acontecido el esplendoroso cumplimiento del milagro que tan insistentemente habia sido presagiado. Sobre la naturaleza de tal milagro hubo escaso acuerdo, pues mientras para unos estribaba en una repentina curacion colectiva, para otros tenia que ver con algo semejante a un magico desvanecimiento en la nada. La idea de que los portadores del mal, y con ellos el mal mismo, se habian desvanecido en una repentina desercion tenia muchos seguidores. Por descabellada que pudiera parecer tenia la virtud de evitar otras consideraciones, demasiado escabrosas o simplemente, en aquel momento, juzgadas inconvenientes.

Con todo, la version mas arraigada, a la que se recurria con una mezcla de ingenuidad e intriga, hacia referencia a un masivo embarque de los exanimes con destino ignorado. Esta, por muchas razones, era tambien la mas tranquilizadora pues eludia los peores presentimientos, dejando la solucion del enigma en manos de lo desconocido. Se aludia, para apoyarla, a la presencia de buques de gran tonelaje que habian permanecido anclados cerca de la bocana del puerto. Segun algunos los barcos finalmente habian amarrado en los muelles a la espera de sus huespedes. Otros, por el contrario, indicaban que la operacion se habia efectuado mediante barcazas atiborradas que recogian a los pasajeros en el Paseo Maritimo y los trasladaban hasta alta mar, donde aguardaban los buques extranjeros contratados para tal menester. Los informantes se contradecian sobre la fecha del embarque. Se hablaba de varias noches consecutivas en las que columnas de camiones, procedentes de distintos puntos de la ciudad, habian transportado la misteriosa carga hasta el puerto. Mas alla de estas hipotesis

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