se dio a si mismo: las medidas excepcionales se ejercerian sin que trascendiera el hecho de que eran excepcionales. Las fuerzas de seguridad estarian, en adelante, en estado de alerta permanente. En cualquier caso no se alteraria el ritmo cotidiano de la poblacion. Debian evitarse, a toda costa, operaciones demasiado ostensibles.

Victor Ribera supo que la noticia se iba a hacer publica por la llamada telefonica de Arias.

– Saldran algunas de tus fotos -le dijo, al final de la conversacion.

Habian pasado dos semanas desde su reportaje en el Hospital General. Victor tardo en decidirse. Tras el revelado de las fotos no sabia a que atenerse. Consulto al doctor Aldrey.

– ?Quieres, de verdad, que lo hagamos publico?

Aldrey examino minuciosamente la coleccion de fotos. Tambien a el, a pesar de su contacto cotidiano con ellas, parecio impresionarle aquel conjunto de caras muertas. Hizo un gesto negativo con la cabeza, mas de malestar que de rechazo, al tiempo que murmuraba:

– No puede ser.

Por unos instantes Victor creyo que su amigo se declaraba contrario a la publicacion de las fotografias. Pronto, sin embargo, comprendio que la expresion de David denunciaba incredulidad: seguia sin poder asumir que ocurriera aquello que cada dia, en el hospital, se veia obligado a constatar. Era evidente que para el lo peor no era el mal en si, ni su preocupante extension, ni tan siquiera la inutilidad de cualquier tratamiento probado hasta entonces, lo peor era su caracter incomprensible. Tras observar una vez mas las fotos se lo confirmo a Victor:

– Seguimos sin saber nada. O mejor, quiza, seria decir que cada dia que pasa sabemos menos. Al principio, cuando se presentaron los primeros casos, teniamos la conviccion de que era un brote aislado. Despues pensamos que, como maximo, encontrariamos pistas aceptables. Ahora nos pasamos el rato haciendo preguntas. ?Por que ahora? ?Por que aqui y con estos sintonias? Vamos admitiendo gente sin saber que hacer con ella. Los lavamos a la fuerza y los alimentamos con suero para que vayan sobreviviendo. No dicen nada. No sabemos si quieren seguir viviendo o dejarse morir. ?Que es esto?

A Victor le parecio que David reflexionaba solo, en voz alta, sin esperar ninguna respuesta. Dejaba relucir la tension a la que estaba sometido. No tardo en dominarse de nuevo:

– Deberias intentar publicarlas -dijo-. De todos modos es una cuestion de dias.

– ?Que es una cuestion de dias? -le interrogo Victor.

– Que se haga publico.

– Entonces poco importa lo que yo haga -alego Victor.

– Puedes hacer que se retrase lo menos posible.

David le comento que, entre los medicos, una gran mayoria era favorable a informar a la poblacion tomando, eso si, ciertas precauciones para evitar una reaccion de panico. Unicamente a traves de la informacion podia tenerse la esperanza de desarrollar una labor preventiva, aunque, desde luego, todavia no habia ideas precisas al respecto. Esto ultimo era lo que mas desconcertaba a las autoridades de la ciudad y lo que las habia llevado a mantener un mutismo absoluto.

– Te aseguro que es un tema prioritario del Consejo de Gobierno. Le han dado cien vueltas. Lo se por distintas fuentes. Veremos que hacen -concluyo el doctor Aldrey con un tono de vago escepticismo.

A lo largo de estas dos semanas Victor Ribera se vio inmerso en un irritante duelo con Salvador Blasi, el director de El Progreso. Tras la consulta con Aldrey le telefoneo para ofrecerle el reportaje que le habia prometido durante su visita.

– ?Que reportaje? -oyo que le decia Blasi desde el otro lado del hilo.

Esta primera evasiva no era sino el comienzo de sucesivas evasivas mediante las que Blasi, recurriendo a todas las ambiguedades posibles, mostraba, al mismo tiempo, interes y falta de urgencia. Durante varios dias Victor hubo de soportar cancelaciones de citas y errores supuestamente involuntarios, que se adjudicaban a las secretarias de Blasi o se justificaban por la complejidad misma de la empresa que este dirigia. Cuando hubo agotado su paciencia Victor le amenazo con dirigirse a otros periodicos. Sospechaba que con todos sucederia lo mismo pero queria ejercer el unico medio de presion que estaba a su alcance. La estratagema surtio un cierto efecto pues Blasi le prometio que le daria una respuesta definitiva en el plazo de cuarenta y ocho horas. Era el penultimo dia de noviembre. A la manana siguiente el director de El Progreso lo convoco urgentemente. Tenia prisa por ver las fotos.

Mientras las contemplaba Blasi se defendio:

– Debes perdonarme. Quiero serte sincero. Cuando nos vimos por ultima vez yo ya era consciente de la gravedad de lo que estaba sucediendo. Te lo negue, aunque imagino que tu te diste cuenta. Tenia mis razones. Trate de explicarte la necesidad de evitar la alarma. Esto era cierto y no te menti. Por otro lado debo admitir que segui ciertos consejos del gobierno de la ciudad. Esto no me quita independencia. En otras circunstancias, te lo aseguro, no hubiera hecho caso. Tu me conoces suficientemente para saberlo. En las actuales circunstancias si. Era logico hacerlo. Ellos esperaban el curso de los acontecimientos. Nosotros tambien. Era una cuestion de prudencia.

Victor penso en si conocia a Blasi, como este alegaba. Seguramente, tras tanto tiempo, no lo conocia en absoluto. Ambos eran, entre si, perfectos desconocidos. Dedujo que, en aquel momento, le importaba muy poco averiguarlo. Tampoco le incumbia la independencia de la prensa.

– ?Y ahora te han dado luz verde? -pregunto secamente.

– Todavia no, pero es inminente. ?Esta tarde?, ?manana? Es inminente. Blasi se puso a elogiar las fotografias: -Magnificas, magnificas. Nos serviran mucho. Ademas, entre nosotros, te confesare algo: seremos los primeros en publicar la noticia.

– ?Teneis la exclusiva? -interrogo Victor con voz burlona.

– Digamos que hemos conseguido una ligera anticipacion sobre los demas. Cosa de unas horas. Las suficientes -contesto Salvador Blasi, visiblemente satisfecho.

La llamada de Arias, anunciandole la publicacion, se produjo al atardecer de aquel mismo dia. Sin embargo, aun pasaron dos mas antes de que El Progreso, con una edicion especial, propagara la noticia por la ciudad. Victor, al pasar junto a un quiosco, se encontro con una de sus fotografias ocupando un espacio considerable de la primera plana. La pagina estaba presidida por un titular, impreso con grandes caracteres: Preocupante incremento de los casos de trastorno de la personalidad. Victor se echo a reir ante la mirada asombrada del vendedor que le cobraba el ejemplar. Habia apostado mentalmente por los mas diversos titulares, pero no se le habia ocurrido ninguno que se asemejara al que tenia delante de sus ojos. No supo decidir si era tranquilizador, alarmista o, sencillamente, desconcertante.

Entro en el primer bar que encontro. Estaba casi desierto. Ademas de un par de camareros unicamente habia un individuo que metia monedas en una maquina tragaperras. Se sento en una mesa apartada, bajo la ventana, y espero a que le trajeran el cafe que habia pedido. El camarero no le hizo ningun comentario. Leyo las paginas del periodico dedicadas a la noticia, encontrandose con otras dos fotografias suyas y un breve comunicado del Departamento de Sanidad en el que se prometian rapidas investigaciones y no menos rapidas soluciones. El resto era una obra maestra del equivoco.

Con el sonido metalico de la maquina tragaperras como musica de fondo, Victor avanzo penosamente a traves de aquella tela de arana del lenguaje capaz de atrapar a cualquier lector entre su tupida red de frases elipticas y terminos incomprensibles. La historia de la imprevista dolencia daba vueltas sobre si misma, manifestandose en unas ocasiones como algo de origen oscuro pero de duracion fugaz y, en otras, como algo tan viejo como el hombre que, de repente, habia adoptado formas nuevas. Grave e irrelevante al mismo tiempo, era una epidemia sin serlo y una rareza sin parecerlo. Sus consecuencias eran tan difusas como sus origenes, lo cual no invalidaba la enunciacion de hipotesis que, insinuadas con conviccion, quedaban desmentidas, unos renglones mas abajo, con igual certeza. Al supuesto de unas alteraciones estrictamente fisiologicas le seguia la posibilidad de un fenomeno colectivo de sugestion en el que, sin embargo, no se descartaba la complicidad de singulares agentes inductores aletargados en alguna parte, todavia ignorada, del cuerpo.

A medida que progresaba en su lectura Victor tuvo la impresion de asistir al desarrollo de una intriga en la que los conjurados aparecian y desaparecian con magica fluidez y de la que no se sabia si constituia un drama o aspiraba a ser una farsa. Lo que se ponia de manifiesto, en cualquier caso, era que la intriga era seguida con detenimiento por los responsables del bien publico, como lo demostraba el hecho de que ya se habia adjudicado a los afectados la denominacion de exanimes. El Progreso aseguraba, segun una frase

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