de temblar que a mi tambien me inspiro temblor y me revelo que estaba a punto de producirse un acontecimiento.

He citado de memoria las primeras frases de Etienne: no son literalmente exactas pero, en conjunto, son fieles. Despues todo se mezcla en mi recuerdo, al igual que se mezclaba todo en su discurso. Hablo de la justicia, de la manera como Juliette y el administraban justicia. En el tribunal de Vienne se ocupaban sobre todo del derecho al sobreendeudamiento y el derecho a la vivienda, es decir, de asuntos en que existen pudientes y desposeidos, debiles y fuertes, aunque muy a menudo es mas complicado y a ellos les gustaba que asi fuera, que un expediente no sea una serie de casilleros que rellenar, sino una historia y posteriormente un ejemplo. Etienne decia que a Juliette no le habria gustado que dijeran que estaba del lado de los desheredados: seria demasiado simple, demasiado romantico, sobre todo no seria juridico, y ella se obstinaba en ser jurista. Ella habria dicho que estaba en el bando del derecho, pero llego a ser, los dos llegaron a ser virtuosos en el arte de aplicarlo realmente. Para ello eran capaces de consagrar decenas de horas al estudio de un plan de reembolso, a descubrir una directiva en la que otros nunca habrian pensado, capaces de apelar al Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas demostrando que la suma de los tipos de interes y de penalizaciones practicada por algunos bancos sobrepasaba el indice de usura y que aquella manera de sangrar a la gente no era solo inmoral, sino ilegal. Sus sentencias fueron publicadas, discutidas, violentamente atacadas. En Dalloz [4] merecieron insultos. En el mundo de la justicia en Francia, a comienzos del siglo XXI, el tribunal de primera instancia de Vienne ha sido un lugar importante: una especie de laboratorio. Se preguntaban que iban a sacarse aun de la chistera los dos pequenos jueces cojos de Vienne. Porque tambien se daba esta coincidencia, por supuesto: los dos eran cojos, los dos habian superado un cancer en la adolescencia. Se habian reconocido desde el primer dia, entre patituertos, entre personas cuyo cuerpo ha padecido algo que nadie que no lo haya vivido puede comprender. Mas adelante aprendi a conocer la manera de pensar y de hablar de Etienne, mediante asociaciones libres que deben mas, me figuro, a la experiencia del psicoanalisis que a las ensenanzas de la facultad de derecho, pero en aquel primer encuentro yo me perdia en sus bruscos transitos desde un punto de tecnica juridica a un recuerdo que podia ser muy intimo sobre su invalidez o la de Juliette, sobre la enfermedad de esta o sobre la suya propia. El cancer les habia devastado y construido, y cuando volvio a atacar a Juliette, Etienne se vio obligado a afrontarlo de nuevo. Se habia abierto un hueco que no podian llenar ni Patrice ni la familia, sino solo Etienne, y de este hueco nos hablaba el. ?Para decirnos que? No buenas palabras. No que Juliette era valiente, ni que habia luchado, ni que nos amaba, ni siquiera que habia muerto feliz, lodo esto podian decirnoslo otros. El hablaba de otra cosa que se le escapaba, se nos escapaba, pero colmaba el salon soleado con su presencia enorme, aplastante, y que sin embargo no era triste. Senti que esta presencia me hacia una senal en un momento concreto, cuando Etienne rememoro la experiencia para el reconstructiva de la primera noche. La primera que pasas en el hospital, solo, cuando acabas de saber que estas gravemente enfermo, que vas a morir quiza de esta dolencia y que esto es en adelante la realidad. Algo, decia Etienne, sucede en ese momento, algo que pertenece al ambito de la guerra total, del derrumbamiento total, de la metamorfosis absoluta. Es una destruccion fisica, pero puede ser tambien una reconstruccion. No recuerdo nada mas, pero lo que si recuerdo es que cuando nos despediamos, cuando en el recibidor, por turnos, le estrechabamos la mano, Etienne se dirigio a mi. En ningun momento habia manifestado que me conocia como escritor, pero alli, delante de todos, mirandome a los ojos, me dijo: deberia pensarselo, esta historia de la primera noche. Quiza sea para usted.

Nos encontramos los ocho en la calle, aturdidos. Helene y yo habiamos decidido tomar el tren, los demas volvian a Rosier, nos besamos, el acto siguiente seria el entierro. Fuimos a pie a la estacion de Perrache a lo largo de la calle peatonal y luego atravesamos la vasta plaza Carnot. Domingo, dos de la tarde, calor sofocante. Los burgueses comian en sus casas, los pobres se desperdigaban sobre los cespedes. Aguardando el tren comimos un bocadillo en una terraza. Desde que nos habiamos despedido de los demas no habiamos dicho una sola palabra. Lo que habia ocurrido en aquellas dos horas me habia trastornado pero tambien, no encuentro otra palabra, entusiasmado. Tenia ganas de decirselo a Helene, pero temia que mi entusiasmo fuese inoportuno. Ademas, no estaba seguro de que Etienne le hubiera gustado tanto como a mi. Hubo un momento en que se habia mostrado casi agresiva con el. Dijo que habia prometido a Juliette admitir a sus tres hijas en su despacho, una tras otra. Espere, habia dicho Helene, es un poquitin pronto y no vamos a obligarlas, por respeto a la memoria de su madre, a hacerse juristas si les apetece estudiar otra cosa. No se trata de que sean juristas, habia respondido suavemente Etienne: hablaba solamente de esos cursos de varios dias que se hacen en bachillerato. En varias ocasiones, mientras el hablaba, yo habia sentido que a mi lado Helene se impacientaba, casi se revolvia. Era como ver una pelicula que te gusta con alguien al que le gusta menos, y yo entendia lo que habia podido herirla en las palabras de Etienne. Al arriesgarme a romper el silencio para decir que me habia parecido un tipo extraordinario, yo esperaba que ella respondiese: un poco catolicon, de todos modos. Para Helene, como para muchos que se han criado en la religion catolica, la apreciacion «un poco catolicon» era completamente negativa. Para mi no. Pero ella no dijo esto. A ella tambien le habia conmovido Etienne, o mas bien le habia conmovido lo que Etienne decia de Juliette. Le interesaba porque habia sido el amigo y el confidente de Juliette. Para mi era distinto: empezaba a interesarme por Juliette gracias a lo que de ella habia dicho Etienne.

No obstante, comento ella, lo que el dice sin decirlo es que estaba enamorado de ella.

No lo se, dije.

La noche siguiente, la primera desde la muerte de Juliette, volvi a pensar en lo que nos habia contado Etienne y se me ocurrio la idea de contarlo a mi vez. Mas adelante tuve muchas dudas sobre este proyecto, lo abandone durante tres anos creyendo que nunca volveria a abordarlo, pero aquella noche se me presento como una evidencia. Me habian hecho un encargo, bastaba con aceptarlo. Acostado contra Helene dormida, me exaltaba la idea de un relato breve, algo que se leyera en dos horas, el tiempo que habiamos pasado en la casa de Etienne, y que transmitiera la emocion que yo habia sentido al escucharlo. Este programa, en aquel momento, me parecio muy circunscrito, muy factible. Tecnicamente habria que escribirlo como El adversario, en primera persona, sin ficcion, sin efectismos, y al mismo tiempo era exactamente lo opuesto de El adversario, en cierto modo su positivo. Sucedia en la misma region, el mismo medio, la gente vivia en las mismas casas, leia los mismos libros, tenia los mismos amigos, pero por un lado estaba Jean-Claude Romand, que es la mentira y la desgracia personificadas, y por el otro Juliette y Etienne, que en el ejercicio del derecho y en la prueba de la enfermedad persiguieron sin tregua la justicia y la verdad. Y habia una coincidencia que me inquietaba: la enfermedad de Hodgkin, el cancer del que Romand fingia estar aquejado para dar un nombre confesable a la cosa innombrable que habitaba en el, es la que Juliette, mas o menos por la misma epoca, padecio de verdad.

Helene, por su parte, decidio escribir un texto para leerlo en el entierro. Hablamos del escrito, yo la ayudaba a ordenar sus ideas. Lo que ella queria decir es que a lo largo de lo que ella llamaba su pequena vida tranquila, y que nunca habia sido ni pequena ni tranquila, Juliette siempre habia elegido. Ella no posponia las cosas, no se volvia atras. Elegia y se atenia a sus elecciones: su profesion, su marido, su familia, su casa, su forma de vivir juntos, todo menos la enfermedad. Esta vida era la suya, este lugar era el suyo, nunca trato de ocupar otro, sino que lo ocupaba plenamente. Habia en esto un sentido que era importante para Helene, que contrastaba quiza con la representacion mas caotica que ella se hacia de su propia vida. Al mismo tiempo le volvian a la memoria cosas que carecian de sentido y que la perturbaban. Asi como otras personas las alimentan, Helene viste a la gente que ama. Decia: siempre he tenido ganas de regalarle a Juliette un bolso, un bolso precioso, y en el momento en que entraba en la tienda me acordaba de que no, a causa de las muletas no podia llevar bolso. Pero habria podido regalarle una mochila preciosa, para sustituir aquellas tan feas que llevaba. Habria podido. No me gustaba que usara cosas feas, no le he regalado suficientes cosas bonitas. Es horrible, el ultimo regalo que le he hecho es la peluca. Y tambien: cuando eramos pequenas, yo tenia celos porque ella era la mas pequena y la mas guapa. Si, te lo aseguro, tu solo la has visto al final, te ensenare fotos. Iba a buscar unos albumes, los extendia encima de la mesa de la cocina. Yo ya los habia hojeado con ella al sacarlos de unos cartones cuando nos mudabamos, pero entonces yo solo me fijaba en Helene. Ahora miraba a Juliette, Juliette nina, Juliette muchacha, y era verdad, era

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