imaginado, pero equivalia a tirar la toalla, y Juliette, que ya no pensaba en anos, sino en meses de plazo, comprendio que ahora era cuestion de semanas, quiza de dias.

Justo despues de que dejaran de administrarle herceptina, Patrice y ella tuvieron una disputa violenta a proposito del referendum sobre la Constitucion Europea. Patrice se habia movilizado en favor del «no» hasta el punto de abandonar los videojuegos por los foros de Internet. Era su nueva droga. Subia del sotano con documentos encontrados en el sitio de Attac, impresos y subrayados con rotulador. Se podia y habia que oponerse, alegaba, al reino sin reparto del liberalismo, que era perverso presentar como una fatalidad. Juliette le dejaba hablar sin expresar su opinion, y el se acordaba de su silencio en la epoca de la primera guerra del Golfo, cuando acababan de conocerse. El estaba en contra de la intervencion, denunciaba la manipulacion mediatica y, como ella se callaba, pensaba que lo aprobaba hasta que, puesta entre la espada y la pared, Juliette reconocio que no. Sin estar claramente a favor, no estaba tan en contra como el, en todo caso no estaba tan segura de lo que pensaba. El se cayo de las nubes. ?Por que no lo habia dicho? ?Por que no comentarlo? Por eso, porque ella sabia muy bien que el no cambiaria de opinion y no veia el sentido de pelearse para nada. Volvieron a interpretar la misma escena en mayo de 2005, cada uno criticando a la familia del otro, y Patrice, no sin razon, la influencia de Etienne. La cosa llego lo bastante lejos para que Juliette le deseara, cuando hubiese muerto, que encontrase una bonita antiglobalizadora, maja y simpatica, en lugar de una mujer tocapelotas, cancerosa y de derechas. Al final, ella le dio poderes para votar si en su nombre, cosa que el hizo la semana anterior a su muerte.

Si Patrice llego a contarme esta ultima rina, mas enternecido que pesaroso, fue porque yo le habia preguntado si se imaginaba su vida amorosa en el futuro. La pregunta no le choco, pero le dejo pensativo. ?Tendria razon Juliette, reharia su vida con una militante antiglobalizacion maja y simpatica? ?Por que no? Se veia venir. Pero una de las cosas que le gustaban de Juliette era que no era la mujer que normalmente deberia haber tenido. Ella le habia desarbolado, arrancado de su surco. Ella era la diferente, la inesperada, el milagro, lo que solo sucede una vez en la vida, y eso con mucha suerte. Por eso no voy a quejarme, concluyo Patrice: yo tuve esa suerte.

El miercoles, 9 de junio, alquilo en el videoclub de Vienne la pelicula Como una imagen, de Agnes Jaoui. Despues de haber acostado a las ninas, la vieron juntos en el sofa de la sala, con el ordenador colocado sobre el reposapies, delante de ellos. Juliette tenia puesta su mascarilla de oxigeno, pero no se sentia demasiado mal. Se habia dormido antes del final, sobre el hombro de Patrice, como casi siempre por aquella epoca cuando veian una pelicula o el le leia en voz alta. Patrice no se movio, por temor a despertarla. Gracias a aquellos momentos de quietud en que la oia respirar y tenia la sensacion de que la protegia con su sola presencia, habria estado dispuesto a que la vida terrible que llevaban durase todavia mucho tiempo. Incluso para siempre. Con mil precauciones, la llevo a la habitacion, la acosto en la cama. Despues se quedo dormido, cogiendola de la mano. A las cuatro de la manana ella tuvo un acceso de tos repentino, irreprimible. Ya no podia respirar, el caudal maximo de oxigeno no la aliviaba, se habria dicho que se ahogaba. Igual que en diciembre, Patrice llamo a urgencias y despues a Christine, para que viniera a cuidar a las ninas. Christine quiso entrar en la habitacion mientras aguardaban a la ambulancia, pero Juliette le dijo que no, no, a traves de la puerta, y hoy Christine lamenta no haberse apartado a un lado cuando los enfermeros se la llevaron: al encontrarse cara a cara con Juliette, considera que no respeto su voluntad de que no la viera en aquel estado. Pero le dijo a Patrice que ella se ocuparia de todo, que podia quedarse en el hospital todo el dia e incluso la noche, cosa que el hizo. En la sala de vigilancia intensiva, el indice de saturacion de Juliette recupero la normalidad, pero seguia asfixiandose. Le administraron morfina, que la calmo un poco. Le drenaron en vano dos litros de liquido que encharcaban la pleura de su pulmon derecho. Asi transcurrio el jueves. La manana del viernes, el jefe del servicio de oncologia entro en la habitacion y les anuncio que ya no se podia hacer nada, que el cuerpo habia llegado al limite de sus defensas y que Juliette iba a morir en cuestion de dias, quiza en las horas siguientes. Ella respondio que estaba preparada. Pidio que llamaran a sus padres, su hermano y sus hermanas: si llegaban esa tarde o a ultima hora del dia podria despedirse de ellos. En cuanto a las ninas, no queria comprometer la participacion de las mayores en la funcion de la escuela, y pregunto al medico si podia ponerla, al cabo de veinticuatro horas, en condiciones de verlas. El le aseguro que si, dosificarian la morfina de tal modo que no estuviese ni demasiado devastada por el sufrimiento ni demasiado aturdida por la sedacion. Solventadas estas cuestiones, reunio en su habitacion a todo el equipo medico que la atendia desde febrero y dio las gracias uno por uno a todos sus miembros. No les guardaba rencor por el fracaso de los tratamientos, estaba segura de que habian hecho todo lo posible, tan humanamente como habian podido. A continuacion, mando a Patrice a casa para ocuparse de las ninas y hablar con ellas. Durante su ausencia, ella veria a Etienne.

Etienne: yo era su mentor en materia de derecho, y tambien lo era en materia de cancer. Recorriamos el mismo camino y los dos teniamos claro que yo iba delante. Pero aquella tarde de viernes ella me adelanto. Me dijo: Etienne, tu formas parte de las varias personas que han dado un sentido a mi vida, gracias a lo cual la he vivido realmente. A pesar de la enfermedad, pienso que ha sido una buena vida. La miro y estoy contenta. Y yo, prosigue Etienne, yo que siempre hablo, no supe que responderle. Ella habia llegado a un lugar adonde yo no podia seguirla. Entonces dije: ?has escrito la carta? Era algo de lo que habiamos hablado mucho, la carta que queria dejar a sus hijas. Habia hecho borradores y los habia tirado, cada vez que se ponia a escribirla se quedaba empantanada porque habia demasiadas cosas que decir, o casi nada: os quiero, os he querido, que seais felices. Dijo tristemente: no, no la he escrito, y le propuse que lo hiciera. ?Aqui, ahora mismo? Si, ahora mismo, ?cuando, si no? Para empezar, ?que les dirias de Patrice a tus hijas? Cada vez le costaba mas esfuerzo hablar, pero respondio sin vacilar: era mi soporte. Me llevaba en brazos. Luego, al cabo de un tiempo: es el padre que elegi para vosotras. Vosotras tambien teneis que elegir en la vida. Podeis pedirselo todo, os dara todo lo que le pidais mientras seais pequenas, y cuando seais mayores elegireis vosotras. Reflexiono y despues dijo: es todo.

No tome ninguna nota; cuando volvi a mi casa escribi la carta en dos minutos: hecha. Se la di a su hermana Cecile, que se la leyo y me dijo que Juliette habia movido la cabeza para decir que estaba bien. Pero antes de salir de la habitacion, me sente al borde de la cama y le tome la mano. La mantuve unos instantes en la mia. Le habia estrechado la mano cuando ella entro en mi despacho, seis anos antes, pero despues, y hasta aquel viernes por la tarde, nunca volvimos a tocarnos.

Patrice encontro en casa a las ninas al cuidado de su madre, que acababa de llegar y habia relevado a Christine. No estaban excesivamente alteradas, las estancias de Juliette en el hospital formaban ya parte de la rutina de su vida. Lo que querian saber era si su madre asistiria a la fiesta de la escuela. Patrice les dijo que no, que no estaria, y ellas protestaron: se lo habia prometido. Entonces Patrice les dijo que ella no volveria, que irian todos juntos al dia siguiente a verla al hospital, despues de la fiesta, y que seria la ultima vez porque se iba a morir. Tenia a Diane en brazos y se dirigia tanto a ella, aunque solo tuviese quince meses, como a las dos mayores. Se acuerda de que Amelie y Clara lloraron, gritaron, que la crisis duro una hora y que luego se desmandaron hasta la hora de acostarse, de tan sobreexcitadas que estaban. Extranamente, todos consiguieron dormir. El fue al hospital muy temprano a la manana siguiente, con objeto de volver a tiempo para el comienzo de la funcion. El estado de Juliette se habia agravado durante la noche. Estaba muy agitada: su mirada huia hacia delante, empleaba todas las fuerzas que le quedaban en el acto de respirar, ronco, doloroso, sacudiendo todo el cuerpo. Sintiendo su presencia, le agarro del brazo y dijo varias veces con una voz ronca, bastante fuerte, balanceandose de delante hacia atras: ?venga, ahora se acabo! ?Venga, ahora se acabo! El intento hablarle, muy suavemente, decirle que las ninas irian a verla despues de la fiesta, pero ella no parecia comprenderle y repetia: ?venga, ahora se acabo! Patrice estaba consternado, a la vez porque las ninas podian llegar a verla de aquel modo y porque, cuando Juliette le habia dicho que no tenia miedo a la muerte, la habia creido. Ella aseguraba que lo que le resultaba insoportable era dejarles, a los cuatro, pero que estaba preparada para la muerte: la afrontaria. Este estoicismo era propio de ella, habria querido dejar de ella esta imagen, y lo que Patrice veia ahora era un cuerpo jadeante de sufrimiento, entregado a algo que se parecia al panico. Se acabo la mente clara, la serenidad. Perdia el control. Ya no era ella. El fue a ver a las enfermeras, que le dijeron que era el efecto del Atarax, pero que

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