Patrice hablaba de la forma en que el y las ninas aprendian a vivir sin Juliette. Ella me empuja, decia, su energia me empuja, y luego hay momentos en que ya no lo hace. Las noches son dificiles. Al principio pense que nunca conseguiria dormir sin ella, tengo la sensacion de sentirla pegada a mi, hasta tal punto mi cuerpo estaba acostumbrado al suyo, y despues me despierto, ella no esta y estoy perdido, totalmente perdido. Pero poco a poco me acostumbro a esta sensacion. Se que con el tiempo ella estara cada vez menos. Que un dia pasara un cuarto de hora sin que piense en ella, y despues una hora… Trato de explicarselo a las ninas… Cuando les digo que hemos tenido la suerte de estar con ella y de haberla amado y de que ella nos amara, Clara dice que la que tiene mas suerte es Amelie, porque es la que mas tiempo la ha tenido, y despues Diane, porque no se da mucha cuenta, y por lo tanto es ella, la de en medio, la que peor lo tiene… A pesar de todo, pienso que los cuatro estamos en un buen ciclo. Pienso que saldremos adelante. ?Y tu?

Se volvio hacia Etienne, al que la pregunta le pillo desprevenido.

?Yo que?

Tu, continuo Patrice, ?como es para ti la vida sin Juliette?

Etienne, mas tarde, me dijo que se habia quedado estupefacto y que luego le turbo verse situado, de aquel modo ante el duelo, y casi en un pie de igualdad, por el propio viudo. En el fondo de si mismo, este lugar le parecia injustificado (nota de Etienne: «No del todo: me parecia justificado tener un lugar»), pero nunca lo hubiese reclamado. Hacia falta la increible generosidad de Patrice para reconocerselo como algo sobrentendido.

Etienne solto una risita: ?para mi? Oh, es muy sencillo. Lo que echo de menos es no poder hablar con ella. Es muy egoista, como de costumbre solo pienso en mi en este asunto, y lo que me digo es que hasta mi muerte hay cosas que ya no dire a nadie. Se acabo. La persona a las que podia decirselas sin que fuera triste ya no esta.

Mas tarde hablamos de las diapositivas que Patrice preparaba para la familia y los amigos en memoria de Juliette. Su primera seleccion de fotos habia sido muy amplia, ahora estaba haciendo la segunda, mas reducida. Algunas se imponian por si mismas, sobre otras dudaba largo tiempo, no descartaba ninguna sin una punzada en el corazon y la impresion cada vez de que condenaba al olvido un instante de su vida en comun. Consagraba las noches a esta tarea en su taller del sotano, despues de haber acostado a las ninas. Era un momento del dia que le gustaba, triste y dulce. No se apresuraba para acabar la preparacion de diapositivas, sabiendo que cuando las hubiera acabado, repartido y copiado, habria rebasado un punto al que no tenia muchas ganas de llegar, en todo caso no demasiado rapido.

Un poco, senalo Etienne, como la carta que Juliette queria escribir a las ninas: se prometia a si misma ponerse a escribirla y al mismo tiempo la rechazaba porque sabia que en cuanto la hubiese escrito ya no le quedaria nada mas que hacer.

Nos callamos. Al otro lado de la plaza hubo una explosion de gritos infantiles. Era la salida de clase. Amelie y Clara estarian de regreso dentro de unos minutos, habria que darles la merienda y despues ir a buscar a Diane. Etienne dijo entonces: hay una foto que no puede estar en tus diapositivas porque no existe, pero seria la que yo elegiria si solo tuviera que conservar una. Una noche, ?te acuerdas?, fuimos los cuatro a Lyon, al teatro. Juliette y tu, Nathalie y yo. Nosotros llegamos antes, os esperamos en el foyer. Os vimos entrar en el vestibulo, subisteis la escalinata, tu la llevabas en brazos. Ella te rodeaba el cuello con los brazos, sonreia y lo bonito era que no solo tenia una expresion feliz, sino orgullosa, increiblemente orgullosa, y tu tambien lo estabas. Todo el mundo os miraba al apartarse para dejaros pasar. Era realmente el caballero que lleva en brazos a la princesa.

Patrice se quedo silencioso un momento y despues sonrio, con la sonrisa asombrada y pensativa con que recibes una evidencia en la que nunca habias pensado: es curioso, ahora que lo dices, siempre me gusto eso, llevar a la gente… Hasta de chaval llevaba a cuestas a mi hermano pequeno. Metia a los pequenos en una carretilla y empujaba, o me los cargaba a hombros.

En el tren que me llevaba a Paris me pregunte si existiria una formula tan simple y exacta -le gustaba transportar a la gente, tenia que transportarla- para definir lo que nos unia a Helene y a mi. No la he encontrado, pero pienso que quiza algun dia la descubramos.

Cuando volvi de Rosier, a Helene le habian crecido los pechos y me anuncio que estaba embarazada. Deberia haberme alegrado, pero me asuste. La unica explicacion que encuentro para este miedo es que no me sentia preparado: subsistian demasiadas trabas, habia demasiados vinculos sin cortar. Para volver a ser padre en la segunda mitad de mi vida, habria sido necesario que yo fuese un hijo casi tranquilo, y me sentia muy lejos de serlo. A pesar de mi desasosiego, pensaba que mas valia decir si que no, y mas o menos conscientemente, a tientas, esforzarme en cambiar. Mi proyecto ya no era pertinente, llame a Patrice y a Etienne para advertirles de que lo abandonaba, anadiendo que quiza lo reanudase algun dia, pero lo dudaba. Etienne dijo: tu veras. Me puse a escribir sin transicion sobre mi mismo, sobre el desastre de mis amores anteriores, sobre el fantasma que obsesionaba a mi familia y al que quise enterrar. La gestacion de mi libro duro lo que el embarazo, es un eufemismo decir que fueron meses dificiles, pero termine poco tiempo despues del nacimiento de Jeanne y, de la noche a la manana, el milagro que esperaba sin creer que se cumpliria se hizo realidad: el zorro que me devoraba las entranas se habia ido, yo era libre. Pase un ano entero dedicado a gozar del simple hecho de estar vivo y ver crecer a nuestra hija. No tenia ideas para mas adelante, y en consecuencia ninguna inquietud. Siempre me ha gustado, aunque me pareciese inaccesible, la forma en que Freud define la salud mental como la capacidad de amar y trabajar. Yo era capaz de amar, mas aun de aceptar que me amasen, el trabajo ya saldria. Un poco al azar, sin saber adonde iba, la primavera pasada empece a reunir mis recuerdos de Sri Lanka, de ahi pase a repasar mis notas sobre Etienne, Patrice, Juliette y el derecho de consumo. Reanude este libro tres anos despues de haber concebido el proyecto, lo termino tres anos despues de haberlo abandonado.

Esta vez decidi dejarlo a los interesados para que lo leyeran antes de publicarlo. Ya lo habia hecho con Jean- Claude Romand, pero advirtiendole que El adversario estaba terminado y que ya no cambiaria ni una linea. Someter Una novela rusa a la aprobacion de mi madre y de Sophie habria sido como tirarla directamente al fuego: como no podia permitirme este lujo, las puse ante el hecho consumado. No lo lamento, me salvo la vida, pero hoy ya no lo haria. Helene fue la primera en leer estas paginas. Habia aceptado que yo emprendiera este trabajo, pero cuanto mas se acercaba el final, mas miedo tenia de descubrir lo que yo habia escrito de Juliette. Sigue sin poder creer en su muerte y sin poder hablar de ella, quiza se reprocha no haber prestado suficiente atencion a su hermana. Terminada su lectura, los dos sentimos alivio y envie el texto a Etienne y a Patrice diciendoles lo contrario de lo que yo le habia dicho a Romand: podian pedirme que anadiera, retirase o cambiara lo que quisieran: yo lo haria. Este compromiso inquietaba a Paul, mi editor. No hay precedentes, me recordaba, de que alguna vez alguien se haya declarado satisfecho de lo que se cuenta de el en un libro: en cuanto sus personajes lo hubiesen corregido, no quedaria ya nada del mio. En este caso se equivocaba, y mi ultima visita a Lyon y a Rosier fue al final para mi, y creo que tambien para ellos, el momento mas conmovedor de toda esta empresa. Me sentia como un retratista que, al mostrarle el lienzo, confia en que el modelo estara contento, y los dos lo estuvieron. Etienne me dijo: hay cosas con las que no estoy en absoluto de acuerdo, pero me cuidare de decirte cuales para que no las toques. Me gusta que sea tu libro y, en conjunto, me gusta tambien el tipo que lleva mi nombre en tu libro. Hasta puedo decirte: estoy bastante orgulloso. No me pidio que suprimiese nada, solamente pidio algunos anadidos, con el fin de que cada cual tuviera lo que era suyo: al contar la ofensiva contra el TJCE, por afan de economia yo habia omitido agregar a la troika Juliette-Etienne-Flores a la especialista de derecho comunitario que les habia aconsejado, Bernadette Le Baut Ferrarese, y a el le habia parecido injusto que ella no saliese en la foto. Patrice, por su parte, temia que yo concediera excesiva importancia a los desacuerdos politicos que habia podido tener con Juliette. Volvia una y otra vez sobre este punto, argumentaba, matizaba, corregia. No le molestaba aparecer como un ingenuo de izquierdas, pero no queria de ninguna manera que a Juliette la creyeran, por poco que fuese, de derechas, y yo tenia la sensacion perturbadora de oir a traves del libro como proseguian la discusion confiada y apasionada que habian mantenido durante sus trece anos de vida juntos. Tras nuestra sesion de trabajo, cuando fuimos a buscar a las ninas a la escuela, varias companeras de clase de Amelie me rodearon y dijeron: ?es verdad que has escrito un libro sobre Juliette? ?Podremos leerlo? Pero la propia Amelie y sus dos hermanas, cuando en la cena aborde

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