nego a explicarle el sentido de la cita: «No vengo a traer la paz sino la espada». Le anuncio a su madre que habia puesto todo de su parte, pero que ni loca la iban a obligar a asistir a una clase mas de estudios biblicos, pues habia quedado francamente desilusionada.

Era una calurosa noche de verano y Ellie estaba tendida en su cama oyendo cantar a Elvis. Los companeros del secundario le resultaban sumamente inmaduros y le costaba mucho tener una relacion normal con los universitarios en las manifestaciones y conferencias, debido a la rigidez de su padrastro y a las horas que le fijaba para el regreso a su casa. No le quedaba mas remedio que reconocer que John Staughton tenia razon al menos en algo: los jovenes, casi sin excepcion, tenian una tendencia natural hacia la explotacion sexual. Al mismo tiempo, parecian mucho mas vulnerables en el plano emocional de lo que ella hubiese creido. A lo mejor, una cosa causaba la otra.

Suponia que quiza no iba a poder concurrir al college, aunque estaba decidida a irse de su casa. Staughton no le pagaria estudios superiores, y la intercesion de su madre resulto infructuosa. No obstante, Ellie obtuvo un resultado espectacular en los examenes para ingresar en la universidad, y sus profesores le anticiparon que muy posiblemente los mas afamados centros de estudios le ofrecieran becas. Consideraba que habia aprobado la prueba por pura casualidad ya que por azar habia respondido bien numerosas preguntas de eleccion multiple. Con escasos conocimientos, solo lo necesario como para excluir todas las respuestas menos dos, tenia una posibilidad entre mil de obtener todas las respuestas correctas, se dijo. Para lograr veinte, las posibilidades eran de una entre un millon. Sin embargo, ese mismo test lo habian realizado quizas un millon de jovenes en todo el pais. Alguno debia tener suerte.

La localidad de Cambridge (Massachusetts) le parecio lo bastante alejada para eludir la influencia de John Staughton, pero tambien cercana como para poder volver a visitar a su madre, quien encaro la perspectiva como un dificil termino medio entre la idea de abandonar a su hija o causarle un fastidio mayor a su marido. Ellie opto por Harvard y no por el Massachusetts Institute of Technology.

Era una muchacha bonita, de pelo oscuro y estatura mediana. Llego a su periodo de orientacion con una gran avidez por aprender de todo. Se propuso ampliar su educacion e inscribirse en todos los cursos posibles aparte de los que constituian su interes central:

matematicas, fisica e ingenieria. Sin embargo, se le planteo el problema de lo dificil que resultaba hablar de fisica — y mucho menos, discutir del tema — con sus companeros de clase, en su mayoria varones. Al principio reaccionaban ante sus comentarios con una suerte de desatencion selectiva. Se producia una minima pausa, tras la cual proseguian hablando como si ella no hubiese abierto la boca. Ocasionalmente se daban por enterados de algun comentario suyo, o incluso lo elogiaban, para luego proseguir como si nada hubiera pasado. Ellie estaba segura de que sus opiniones no eran del todo tontas y no queria que le hicieran desaires o la trataran con aires de superioridad. Sabia que eso se debia en parte — solo en parte — a su voz demasiado suave. Por eso debio adquirir una voz profesional, clara, nitida y varios decibelios por encima de un tono de conversacion. Con esa voz era importante tener razon. Tenia que elegir el momento indicado para usarla. Le costaba mucho seguir forzandola puesto que corria el riesgo de prorrumpir en risas. Por eso preferia intervenir con frases cortas, a veces punzantes, como para llamar la atencion de sus companeros; luego podia continuar usando un rato un tono mas normal. Cada vez que se encontraba en un grupo nuevo, tenia que abrirse camino de la misma forma, aunque solo fuera para poder participar de los intercambios de opiniones. Los muchachos ni siquiera se percataban de que existiese ese problema.

A veces, cuando se hallaban en un seminario o en practica de laboratorio, el profesor decia: «Sigamos adelante, senores.» Luego, al advertir que Ellie fruncia el entrecejo, agregaba: «Lo siento, senorita Arroway, pero a usted la considero como a uno de los muchachos.» El mayor cumplido que eran capaces de dispensarle era no considerarla manifiestamente femenina.

Tuvo que esforzarse por no volverse demasiado combativa o no convertirse en una verdadera misantropa. Reflexionaba que el misantropo es el que odia a todo el mundo, no solo a los hombres. Y de hecho, ellos tenian un termino para definir al que odia a las mujeres: misogino. Sin embargo, los lexicografos no se habian preocupado por acunar una palabra que simbolizara el disgusto por los hombres. Como ellos eran casi todos hombres, penso, nunca se imaginaron que hubiese un mercado para dicha palabra.

Habia sufrido en carne propia, mas que muchos companeros, las restricciones impuestas en su hogar. Por eso le fascinaban sus nuevas libertades en el plano intelectual, social y sexual. En una epoca en que las chicas tendian a usar ropa informe que minimizara la diferencia entre los sexos, Ellie preferia una sencilla elegancia en ropa y maquillaje que le costaba obtener con su magro presupuesto. Pensaba que habia formas mas efectivas de realizar una afirmacion politica. Cultivo la amistad de unas pocas amigas intimas y se granjeo varias enemigas, quienes la criticaban por su forma de vestir, por sus opiniones politicas o religiosas, o por el vigor con que defendia sus ideas. Su gusto y capacidad para la ciencia eran vistos con desagrado por muchas jovenes, aunque algunas pocas la consideraban como la demostracion viva de que una mujer podia sobresalir en ese campo.

En la cima de la revolucion sexual, realizo experiencias con un gran entusiasmo, pero se dio cuenta de que intimidaba a sus posibles candidatos. Sus relaciones duraban unos pocos meses o, aun menos. La alternativa era disimular sus intereses o no expresar sus opiniones, algo que se habia negado a hacer en el secundario. La atormentaba la imagen de su madre, condenada a una vida de prision. Comenzo entonces a pensar en hombres que no estuvieran vinculados con el ambito academico y cientifico.

Algunas mujeres carecian de artificios y dispensaban su afecto sin pensarlo dos veces.

Otras ponian en practica una campana militar, planificando posibles contingencias y posiciones de retirada, todo para «pescar» a un hombre deseable. La palabra «deseable» era lo que las traicionaba. El pobre tipo en realidad no era deseado sino apenas deseable.

En su opinion, la mayoria de las mujeres optaban por un termino medio o sea que deseaban conciliar sus pasiones con lo que suponian las beneficiaria a largo plazo.

Quizas hubiese una ocasional comunicacion entre el amor y el interes que no era advertido por la mente consciente. No obstante, la idea de atrapar a alguien en forma calculada le causaba espanto; por eso decidio ser ferviente partidaria de la espontaneidad. Fue entonces cuando conocio a Jesse.

Habia ido con un amigo a un bar que funcionaba en un sotano, proximo a la plaza Kenmore. Jesse cantaba blues y tocaba la primera guitarra. La forma de cantar y de moverse le dio a Ellie la pauta de las cosas que se estaba perdiendo. La noche siguiente regreso sola, se sento en la mesa mas cercana y ambos se miraron fijamente durante toda la actuacion. A los dos meses vivian juntos.

Solo cuando sus compromisos musicales lo llevaban a Hartford o Bangor ella trabajaba algo en lo suyo. De dia alternaba con los otros estudiantes: muchachos que llevaban la regla de calculo colgada, como un trofeo, del cinturon; muchachos con portalapices de plastico en el bolsillo de la camisa; muchachos vanidosos, de risa nerviosa; muchachos serios que se dedicaban de lleno a convertirse en cientificos. Ocupados como estaban en su afan por sondear las profundidades de la naturaleza, eran casi desvalidos en las cuestiones de la vida diaria en la que, pese a toda su erudicion, resultaban seres pateticos y poco profundos. Quiza la dedicacion total a la ciencia los absorbia tanto que no les quedaba tiempo para desarrollarse como hombres en todos los planos. O tal vez su incapacidad en el aspecto social los hubiese llevado hacia otros campos donde no habria de notarse dicha carencia. Ellie no disfrutaba con su compania, salvo en lo estrictamente cientifico.

De noche tenia a Jesse, con sus contorsiones y sus lamentos, una especie de fuerza de la naturaleza que se habia aduenado de su vida. En el ano que pasaron juntos, Ellie no recordaba ni una sola noche en que el propusiera irse a dormir. Nada sabia el de fisica ni de matematica pero era un ser despierto dentro del universo, y durante un tiempo ella tambien lo fue.

Ellie sonaba con conciliar sus dos mundos. Se le ocurrian fantasias de musicos y fisicos en armonioso concierto social. No obstante, las veladas que organizaba ella no tenian nada de atractivas.

Un dia el le anuncio que queria un bebe. Habia decidido arraigarse, llevar una vida seria, conseguir un empleo estable. Estaba dispuesto a considerar hasta la idea del matrimonio.

— ?Un bebe? — dijo ella —. Yo tendria que dejar de estudiar, y todavia me faltan muchos anos. Con una criatura, quiza nunca podria volver a la universidad.

— Si, pero tendriamos al nino. Perderias el estudio, pero tendrias otra cosa.

— Jesse, yo necesito estudiar.

El se encogio de hombros y Ellie comprendio que ese era el fin de su vida juntos. Pese a que duraron unos meses mas, ya todo se lo habian dicho en esa breve conversacion.

Se despidieron con un beso y el partio rumbo a California. Ella jamas volvio a saber de el.

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