Uffe habia hablado de un reproductor de CD, y fue la ultima vez que consiguio expresar un deseo.

Despues partieron. Estaban contentos, y Uffe y ella reian. Los esperaban en el lugar adonde se dirigian.

Uffe le dio un empujon en el asiento trasero. Pesaba veinte kilos menos que ella, pero se afanaba como un cachorro de perro abriendose camino para mamar. Y Merete le devolvio el empellon, se quito el gorro peruano y le dio en la cabeza con el. Aquello se estaba desmadrando.

En una curva mientras atravesaban el bosque Uffe volvio a golpearla, y Merete lo agarro y lo obligo a estar sentado. El daba patadas y soltaba carcajadas, y Merete lo apreto mas contra el asiento. En el momento en que su padre, riendo, echo el brazo hacia atras, Merete y Uffe alzaron la vista. Estaban haciendo un adelantamiento. El Ford Sierra era rojo, y las puertas laterales estaban grises de sal. Delante iba una pareja de cuarentones, mirando fijamente al frente. Detras iban un chico y una chica, igual que ellos, y Uffe y Merete les sonrieron. El chico seria un par de anos mas joven que Merete y llevaba el pelo corto. Capto la mirada traviesa de ella al golpear el brazo de su padre, y ella volvio a sonreirle al chico y no se dio cuenta de que su padre habia perdido el control del coche hasta que la expresion del muchacho se transformo de pronto a la luz palpitante de los abetos. Durante un segundo sus ojos azules horrorizados se clavaron en los de ella, y despues desaparecieron.

El sonido de metal retorciendose contra metal coincidio exactamente con la rotura de las ventanillas laterales del otro coche. Los ninos que iban en el asiento trasero del otro vehiculo cayeron hacia un lado, y al mismo tiempo Uffe se le vino encima. Tras ella se rompian cristales, y delante el parabrisas se cubrio de bultos golpeandose entre ellos. No registro si era su automovil o el de los otros el que hizo crujir los arboles del borde del camino, pero para entonces el cuerpo de Uffe estaba retorcido y a punto de asfixiarse con el cinturon de seguridad. Entonces se oyo un estruendo ensordecedor, primero del otro coche, y despues del suyo. La sangre de la tapiceria y del parabrisas se mezclo con la tierra y la nieve del suelo, y la primera rama atraveso la pantorrilla de Merete. Un tronco de arbol tronchado golpeo los bajos del coche y lo lanzo al aire. El estruendo cuando aterrizaron de morro en la calzada se mezclo con el chirrido del Ford Sierra al derribar un arbol. Despues su automovil volco bruscamente y siguio resbalando sobre el lado de Uffe hasta llegar a la espesura del otro lado. Su hermano tenia un brazo extendido en el aire, y las piernas aprisionadas bajo el asiento de su madre, que estaba arrancado de cuajo. Merete no vio en ningun momento a su madre ni a su padre. Solo veia a Uffe.

Cuando desperto, el corazon le latia con tal impetu que le dolia. Estaba helada y cubierta de sudor.

– Basta, Merete -se dijo en voz alta, y aspiro tan profundamente como pudo. Se llevo la mano al pecho y trato de borrar la vision. Solo cuando sonaba veia los detalles con una claridad tan terrible. Cuando ocurrio no los capto, solo la totalidad: luz, gritos, sangre y oscuridad, y despues otra vez luz.

Aspiro profundamente una vez mas y dirigio la vista hacia abajo. En la cama, a su lado, estaba Uffe, respirando con sonidos sibilantes. Su semblante estaba sereno, y afuera se oia el murmullo de la lluvia en los canalones.

Le acaricio el pelo con suavidad y sus labios se curvaron hacia abajo mientras sentia la presion del llanto.

Menos mal que hacia anos que no tenia aquel sueno.

Capitulo 10

2007

– Hola, me llamo Assad -se presento, tendiendo una mano peluda que habia hecho de todo en la vida.

Carl no se dio cuenta enseguida de donde estaba y con quien hablaba. Tampoco habia sido una manana emocionante. De hecho se habia quedado profundamente dormido con los pies encima de la mesa, con el cuaderno de Sudokus en la barriga y la barbilla hundida en la pechera de la camisa. La raya por lo general tan perfecta parecia un grafico de ritmo cardiaco. Bajo de la mesa las piernas casi paralizadas y se quedo mirando al tipo bajo y moreno que tenia delante. Seguro que era mayor que Carl. Y seguro que no lo habian reclutado en el pueblecito del que procedia Carl.

– Assad, vale -respondio Carl, aturdido. ?Que le importaba a el?

– Eres Carl Morck, por lo que pone en la puerta. Dicen que tengo que ayudarte. ?Es verdad?

Carl entorno un poco los ojos y sopeso la frase. ?Ayudarlo?

– Joder, espero que si -dijo por fin.

El se lo habia buscado, y ahora estaba atrapado en sus irreflexivas exigencias. Por desgracia era asi, la presencia de aquel pequeno ser frente a el en el despacho constituia una obligacion, acababa de darse cuenta. Por una parte habia que ocupar al hombre en algo, y por otra tambien el tendria que ocuparse de algo en la medida de lo razonable. No, no estaba bien pensado. Carl no iba a poder holgazanear todo el dia, como solia hacer, mientras tuviera a aquel tipo mirandolo. Habia creido que iba a ser de lo mas facil con un ayudante. Que el pavo tendria cosas que hacer mientras el estaba atareado contando las horas en la parte interior de sus parpados. Habia que fregar el suelo, y habia que hacer cafe y poner las cosas en su sitio y meterlas en carpetas. Habra muchisimo que hacer, pensaba unas pocas horas antes. Pero a las dos horas el tio seguia alli mirandolo con los ojos bien abiertos, y todo estaba listo, bien dispuesto y ordenado. Hasta la estanteria que habia detras de Carl estaba llena de literatura especializada ordenada alfabeticamente, y todas las carpetas llevaban su numero y estaban listas para usarse. El hombre habia hecho su trabajo en dos horas y media, no habia que darle mas vueltas.

Tal como lo veia Carl, el tio podria irse ya a casa.

– ?Tienes carne de conducir? -le pregunto, con la esperanza de que Marcus Jacobsen se hubiera olvidado de tomarlo en cuenta, para poder discutir de nuevo toda la cuestion del nombramiento.

– Se conducir el taxi y el turismo, el camion y un tanque T-55 y un T-62, y vehiculos acorazados y motos con carroceria o sin ella.

Fue entonces cuando Carl le propuso que se sentara tranquilamente en su silla un par de horas y leyera alguno de los libros de la estanteria. Cogio el primer libro a su alcance, Manual de la Policia Cientifica, del inspector de policia A. Haslund. Si, ?por que no?

– Fijate bien en la estructura de las frases al leer, Assad. Ahi puede aprenderse mucho. ?Has leido mucho en danes?

– He leido todos los periodicos, y tambien las constituciones y todo lo demas.

– ?Todo lo demas? -dijo Carl.

Aquello no iba a resultar facil.

– A lo mejor te gusta resolver Sudokus, ?no? -aventuro, tendiendole su cuaderno.

Por la tarde le empezo a doler la espalda de tanto estar sentado. El cafe de Assad fue una experiencia estremecedoramente fuerte, y la cafeina y la irritante sensacion de la sangre corriendo por sus venas se apoderaron de el. Por eso empezo a hojear las carpetas.

Un par de casos los conocia de memoria, pero la mayoria procedian de otros distritos policiales, y unos pocos eran anteriores a su ingreso en la Policia Criminal. Tenian en comun que exigian mucho personal, que habian sido objeto de gran atencion en los medios de comunicacion, que en varios de los casos estaban implicadas personalidades publicas y que habian llegado a un punto en el que todas las pistas eran callejones sin salida.

Si tuviera que clasificarlos someramente, los dividiria en tres categorias.

La primera y mas numerosa la constituian todo tipo de asesinatos simples en los que podian apuntarse posibles motivos, pero no al autor.

La segunda categoria comprendia tambien asesinatos, pero de naturaleza mas compleja. El motivo era a veces dificil de adivinar. Podia haber varias victimas. Y condenas a colaboradores, pero no a los autores, y quiza existiera alguna casualidad vinculada al asesinato, y en ocasiones el motivo era posible buscarlo en un acto pasional. En este tipo de casos la investigacion recibia muchas veces la inesperada ayuda de afortunadas coincidencias. Testigos que casualmente pasaban por alli, vehiculos que se utilizaban en otro acto delictivo, delaciones debidas a circunstancias ajenas y cosas asi. Casos que, de no mediar cierta suerte, plantearian dificultades a los investigadores.

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